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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Mariela Rípodas, directora de arte de «El perro que no calla»: «Ana Katz es una artista con una sensibilidad fuera de lo común»

Mariela Rípodas es uno de los ejes que constituye El perro que no calla, la sexta producción de Ana Katz. El desafío fue romper los límites de la dirección de arte, en tanto la narración aborda una atmósfera de cine fantástico, lejos de la linealidad de un guion escrito. Las anticipatorias burbujas acrílicas y las ilustraciones son algunos de sus hallazgos, que contribuyen a enriquecer un relato fascinante.

-¿Podemos decir la recreadora de los climas oníricos de El perro que no calla? ¿Cómo fue la tarea de darle esa fisonomía a las imágenes?

No, no es tan así (risas). Soy parte de esa construcción que surge a partir de un texto que escribió Ana, y es a la vez parte de un punto de vista que ya existía o que se fue armando a medida que empezamos este proyecto con Ana, la productora Laura Huberman y los actores. Fue un trabajo muy colectivo. Participé desde lo visual reproduciendo esa impronta que se iba dando en cada encuentro.

-¿En qué consistió tu participación?

La dirección de arte es un trabajo personal y como todo trabajo artístico, no tiene una única forma de hacerse. El trabajo consiste en tratar de representar en imágenes lo que cuenta un relato. Allí surge una propuesta de clima general, de una primera visualización de esas imágenes que son planteadas, compartidas, debatidas y discutidas con el director (o directora) y los miembros del equipo, que también intervienen en el aspecto visual de la película.

Cada proyecto es un desafío diferente que me exige una manera de trabajar distinta. Ahí manda mucho el relato y el guion: de qué proyecto se trata, qué personajes, historias, épocas. Es tan diverso que ni siquiera se parecen el trazo o los dibujos que hago entre un proyecto y otro.

-¿Qué características tiene el trabajo con Ana Katz?

Comenzamos a trabajar juntas en 2006, con Una novia errante. El perro que no calla fue un proyecto muy particular, muy propio de Ana Katz de convocarnos casi a un juego. Empezamos muy pocos juntándonos algunos fines de semana, con una cámara y una parte del equipo, en la casa de Dani Katz. Recreamos la primera escena de la película, que es la escena de los paraguas. En ese momento estaba Bill Nieto en la cámara, un colega talentosísimo. Ana había planteado el proyecto en diez episodios elípticos, y que cada cual fuese un relato encerrado en una burbuja. Al menos así lo visualicé yo, luego de nuestros primeros encuentros con ella en 2017. Lo representé en círculos, en vez de hacer una línea rectangular apaisada como es habitual en nuestro lenguaje cinematográfico. Eso quedó como una especie de calendario, de oráculo de cada una de las secuencias de ese relato, que se fue llevando a cabo con el correr de los años. 

-De la idea inicial que te dispara esa lectura al resultado final, ¿qué porcentaje de observaciones o iniciativas acepta Ana?  

Es muy especial trabajar con ella. En primer lugar porque es un trabajo que todo el tiempo fluye. Tiene una mirada muy particular sobre la vida. Es una directora artista con una intuición, una sensibilidad y un humor fuera de lo común. Tira pautas y a la vez va tomando algunas de lo que surge del equipo.

-¿Cuál fue el sentido estético del uso del blanco y negro?

Ana planteó el blanco y negro de antemano: todos los episodios serían en blanco y negro, con un personaje principal (Sebastián) que vincularía los relatos. Un hombre triste, una persona especial fuera de los estándares.

-Un recurso poco frecuentado en el cine es el uso de la ilustración para explicar situaciones sin palabras. ¿Cómo surgió esa posibilidad?

En principio, porque Ana no quería contar algunas cosas del relato que tenían que ver con la situación de la pérdida de la perrita. Entonces me propuso contarla a través de una animación o un dibujo. Yo utilicé una metáfora que fue representada por esos dibujos, porque para mí era la manera más bella de contar eso, desde un lugar más poético, sin caer en el naturalismo que tiene la imagen fotográfica.

En relación a lo siguiente y esta especie de apocalipsis, que estuvo presente desde los inicios, la manera de representarlo fue, también, el recurso del dibujo.

-Dibujar la muerte con recursos poéticos, sin nombrar al dolor.

Las ilustraciones de la perrita surgieron a partir de que Ana estaba editando con Andrés Tambornino, y él le dijo que me pidiera unos bocetos, para luego hacerle animación más formal. Era diciembre de 2018 y yo estaba atravesando un momento personal de cierto duelo. Ana me mandó un mensaje diciendo que tenía que suceder que en el entierro las lágrimas caían en el hueco donde entierra a su perrita, y esas lágrimas luego se convierten en flores y jazmines y brotan. Me pareció una metáfora maravillosa. Eso me resonaba y me tocaba en un lugar muy íntimo. Hice los primeros bocetos en la casa de mi madre, en Claromecó, en unos papeles amarillos muy viejos. A Ana le gustaron mucho: tenían un montón de significados así tal cual estaban. Así quedaron.

El perro que no calla pasó por más de numerosos festivales internacionales en salas. ¿Cuándo pudiste verla en pantalla grande?

El día del estreno en el Gaumont.

-¿Qué película encontraste?

Fue una sensación muy potente porque desde que la terminamos de hacer, en diciembre de 2019 (con hacer me refiero al rodaje, porque ahí termina mi participación), hasta el día del estreno, pasaron muchísimas cosas. Entre ellas, la pandemia. Cuando hicimos la película faltaban unos seis meses para la pandemia. La fantasía que tenía entonces era que se hablaba sobre ciertos vínculos con cosas reales y absurdas de cierta domesticación o acostumbramiento a pautas y normas, totalmente absurdas como sociedad. Pero nunca sobre lo que vivimos a partir de marzo de 2020.

La película y el guion, de alguna manera y casualmente, atravesó mi vida. En septiembre del año pasado tuvimos una hija con mi pareja: el embarazo fue durante la pandemia. En la película, las preguntas que hacen Julieta Zylberberg y Dani Katz eran las mismas que hacíamos con mi pareja en la médica, con respecto al barbijo y los cuidados.

-¿Qué encontraste allí de tu trabajo?

Visualmente me gustó muchísimo. Me gustó muchísimo lo que cuenta Ana, y cómo usa las ilustraciones al lado de cierto naturalismo. Aunque el naturalismo de Ana Katz está a unos cuantos metros del suelo.

Julia Montesoro

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