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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Tributo a Mauricio Wainrot en el documental «Wainrot, tras bambalinas», de Teresa Costantini: «Me siento muy identificado con la película»

El coreógrafo Mauricio Wainrot, nombre fundamental de la danza contemporánea, es el protagonista del documental Wainrot, tras bambalinas, tributo de la productora, directora y guionista Teresa Costantini, que se presenta en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín.

-¿Qué representa Teresa Costantini y qué te impulsó a aceptar su propuesta?

Teresa es una persona increíble, de una generosidad muy fuerte. Cuando me propuso hacer una película sobre mi vida y mi obra me quedé boquiabierto, porque no me había pasado nunca algo así. Lo acepté enseguida y a lo largo de los encuentros que tuvimos, fue conociendo más mi obra. El proyecto se prolongó más de lo que queríamos, porque en el interín los agarró la pandemia. Además, a mí me operaron de la cadera ocho veces, entre otras cosas porque tuve una infección importante. Hubo momentos en que me sentí muy mal. Pero entre operación y operación o me iba de viaje o seguíamos con la película.

En muchos momentos de la película me veo muy sufrido, muy demacrado. Y no eran pavadas lo que me hacían en el sanatorio, porque pasaba 15 ó 20 días ahí. Pero me dije: «esto es lo que hay, es lo que tenemos y es lo que se va a mostrar». Así que salía del sanatorio y dos días después estaba filmando.

-¿Qué parte no contada de tu relación con el arte tiene que ver con el resultado final de Wainrot, entre bambalinas?

Trabajé nada menos que con 60 compañías de danza en el mundo. Hay pocos coreógrafos que pueden contar esa historia. Antes de bailar quise ser actor y estudié teatro, pero me topé con la danza cuando tenía 20 años.

Por otra parte, hacía rato que tenía ganas de escribir unas memorias de mi vida, de la familia y el trabajo. Me encanta escribir: escribo poemas y cuentos desde toda la vida.

O sea que los libros y el teatro me son muy afines, me nutren, me traen algo de todo lo que estudié antes de bailar. Hasta trabajé como actor al comienzo, antes de pensar que iba a bailar.

-¿Qué sabías de Teresa?

Conocía su nombre, pero no a ella. Había visto la película Buscando a Tita, sobre la vida de Tita Merello, un personaje muy querido para mí. Fui con mi pareja y me enamoré del film. Tita está reflejada en una forma hermosa. Soy muy porteño: amo mucho la ciudad, a los personajes, a la Argentina como país. Este es un país maravilloso que no debería tener políticos, como Costa Rica. Un país que nos dejasen manejar a los artistas. Los de verdad, porque muchos políticos llegan a ser artistas, ¿no?

En el momento que vi la película, era director de Asuntos Culturales de la Cancillería. Un cargo que me gustaba muchísimo porque podía ayudar a muchos artistas a concretar sus sueños en divesas disciplinas, como la música, las artes plásticas, el cine.

Quince días después de ver la película, Teresa pide una audiencia. Buscaba que la ayudásemos en difundirla en el exterior a través de nuestros consulados y las embajadas, cosa que hacíamos todo el tiempo. No lo podíamos creer: ella estaba sorprendida porque yo había visto Tita, yo fascinado por su aparición.

En ese momento se organizaban semanas de cine argentino en todos los consulados y embajadas, que son más de 150 en el mundo. Era lógico y barato llevar cultura argentina a los demás países. Así entablamos nuestra relación. Además, soy muy charlatán: hablo en varios idiomas y no soy mudo en ninguno. Nunca me quedó sin hablar (Risas).

-El destino los unió mucho antes del proyecto de Wainrot, tras bambalinas.

¡Claro! Justo estaba por reestrenar en el San Martín La tempestad, una obra de (William) Shakespeare; la que más quiero, la que más me gusta y con la cual me siento más identificado. Ella la vio y le encantó. A medida que nos fuimos conociendo, un día se animó y me dijo que le encantaría hacer una película conmigo. Con mi obra y también con mi vida familiar, empezando por la historia de mis padres que se escaparon de Polonia.

-¿Qué representa tu historia familiar?

Mis viejos se escaparon de la (Segunda) Guerra dos meses antes de la invasión nazi. Salieron de Polonia el 17 de junio de 1939 y Polonia fue invadida y bombardeada el 1 de septiembre del mismo año. La familia de mi papá estaba compuesta de seis varones -no había nenas-, pero él fue el único que se salvó. Sus cinco hermanos y sus padres terminaron en un campo de concentración. Del lado de mi mamá el origen es más o menos el mismo: eran nueve, de los cuales había seis mujeres y tres varones. Mi mamá era la última de seis y como su madre murió en la Primera Guerra Mundial, la criaron entre sus hermanas. Cuando comenzó la Segunda Guerra, mi mamá se había podido escapar. Solo se salvaron dos hermanos mayores que ya se habían ido y una hermana mayor que, con cuatro hijos, cruzó caminando hasta llegar a Siberia. Pasó toda la guerra allí. Toda mi familia fue devastada: nunca tuve tíos, primos, ni abuelos. No supe lo que es tener una familia: mis amigos y mis amores son mi familia. Por eso nunca me peleé ni me separé mal de ninguna pareja. Siempre que terminé una pareja y formé otra, después entre ellos fueron amigos entre sí.

-¿Tus compañías eran también tu familia?

No lo tomo así porque soy un sin familia, no es esa la idea. Aunque a otros les funcione. Soy un maestro -un gran maestro-, me encanta dar clase. Y me encanta darle a la gente elementos para que crezca dentro de lo que sabe, lo que puede y lo que quiere. Nada más que eso. Y nunca me comparo con el otro. Es muy difícil en la Argentina, porque es un país de mucha envidia. Conozco muchos países en el mundo… Sin embargo, la envidia del argentino es una enfermedad.

-¿Lo padeciste?

Empecé a viajar desde muy joven por trabajo y cuando volvía me daba cuenta de que la gente no se ponía tan contenta como pensaba. Me pasaron dos o tres cosas nada gratas. Así que preferí dejar de contar cada vez que viajaba. Cuando vivía en Canadá, si la gente decía «tengo 50 años, me voy a tomar un año sabático porque quiero hacer un curso especial de algo», todo el mundo respondía: “Good for you” (Bien por vos, qué bueno). O «Voy a pintar la casa, le voy a dar color», le contestaban “good for you”. En cambio, en Argentina, si vos decís algo así, automáticamente piensan «¿Este a quién afanó, a quién estafó?». Eso es normal en nuestra cultura. La gente no se banca al que trabaja mucho. No le gusta porque le da la medida de la inutilidad del otro.

Con la solidaridad argentina también me pasa. No creo mucho en en eso. La solidaridad pasa por otros lugares: que la gente tenga igualdad de oportunidades y ver de qué sos capaz con esas oportunidades.

Mi pareja, que da clases de arquitectura litúrgica, en una charla hablando sobre la Navidad se preguntó cuántos Papá Noel hemos tenido en la vida. ¿Qué quería decir? Que esos Papá Noel son las oportunidades que la vida te ofrece. Solo hay que estar alerta para saber en qué momento te subís arriba de ese caballo. Y ahora esa oportunidad es la que apareció con Teresa.

Mi papá siempre me decía una cosa muy sabia: “Es mucho mejor encontrar que buscar”. Cuando buscás algo las posibilidades de lo que puede venirte se achican.

Wainrot tras bambalinas se estrenó mundialmente en el Festival de Mar del Plata. La viste por primera vez en pantalla grande. ¿Qué te devolvió esa pantalla?

Me emocionó muchísimo. Hablo mucho de La tempestad de Shakespeare, que es mi obra más profunda y donde me siento muy identificado con el personaje principal, Próspero, que es un mago. Él está ayudado por Ariel, un angelito que solamente él puede ver. Él amaba los libros, amaba la cultura y estaba en un mundo donde yo sentía que había una asociación muy grande con lo que pasaba en Argentina. En esa época y en todas las que recuerde. Él es el duque de Milán y la envidia de los demás -su hermano sobre todo-, hace que lo tiren al mar a él y a su hija para hacerlos desaparecer. Me siento identificado con el poder que tengo de crear otros seres, que mi cabeza tenga la capacidad de crear roles diferentes, hombres y mujeres que piensan de manera diferente. Y que al final de la obra, cuando se despide de sus personajes, siente un alivio muy grande al quedarse solo. Solo con uno mismo.

-¿Qué creés que vio Teresa para abordar y recrear tu vida y tu obra?

Teresa navega por diferentes obras mías de distintas épocas: no solamente se habla de La tempestad sino también de Ana Frank, El Mesías, Carmina Burana o Chopin Nº 1. Pero también habla de mis parejas. Mis parejas fueron todas maravillosas: con cada una y con todas aprendí a crecer. El resultado es un canto a la vida y al amor.

Julia Montesoro

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