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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Mónica Antonopulos estrena «El encanto»: «Me sentí identificada en el miedo a la maternidad»

El jueves 30 se estrena en Cine.ar el drama romántico El encanto, codirigido por Juan Pablo Sasiaín y Ezequiel Tronconi, quien a su vez es el protagonista junto a Mónica Antonopulos. Ella compone una mujer que después de muchos años en pareja, en una edad que oscila en los 30/35 años, descubre la necesidad de ser madre. A partir de esa circunstancia se pone en juego la estabilidad emocional. Las inseguridades y los miedos erosionan el vínculo, que deberá atravesar un momento crítico a partir de las malas decisiones de él.

Mónica Antonopulos habló con GPS audiovisual acerca de El encanto.

La entrevista se puede escuchar en GPS audiovisual radio.

-¿Cómo te llegó la propuesta de El encanto y qué pensaste que podías aportarle al personaje?

Conozco a Ezequiel (Tronconi) desde los 15 años. Siempre tuvimos ganas de trabajar juntos. Después de varios intentos, me sentí convocada porque había atravesado muchas cosas que proponía la película con respecto a la maternidad. Me gustó poner mi experiencia al servicio del proyecto. Y cuando conocí a Juan (Sasiaín), que tiene una mirada muy amorosa, me convencí. Me entusiasmó que la forma que tenían de proponer el trabajo era a partir del juego. Fue una creación colectiva, muy lúdica.

-En ese espíritu colectivo para abordar el proyecto, ¿cuánto hay de autorreferencial en tu personaje, Juliana?

Por mi experiencia con la maternidad me sentí identificada en los miedos. En el conflicto con los vínculos que aparecen lógicamente cuando se plantea la posibilidad de ser madre o padre. Allí sentí que el guion proponía algo muy sincero, que los personajes eran todos sinceros, y se apoyaban sobre la vincularidad.

El encanto plantea una crisis de pareja que parecen no poder resolver. Una crisis -¿la crisis de los 30?- en la que la mujer es la que plantea el conflicto.

La película propone un trasfondo de lo que le pasa a esta mujer, que en ese momento quiere ser madre. Está en plena expansión laboral, y a la vez es la que lleva la propuesta. Desconocemos por qué. Si es por esa misma energía generadora y expansiva, o porque siente que su vínculo no está a la par de lo que le pasa profesionalmente.

Lo que se manifiesta es el miedo a la libertad. La película termina donde debería iniciarse: en la propuesta de hablar de lo que nos pasa. En vez de escapar, lo único que tenemos las personas es la posibilidad del diálogo como forma de construir. Es interesante plantear este conflicto en esa edad que oscila entre los 30 y los 35.

-¿En qué consistieron los ensayos? ¿Cómo fue el trabajo para llegar a ese nivel de intimidad y de afinidad con Ezequiel Tronconi?

Hay algo que tiene que ver con la confianza, claramente. Los dos nos propusimos ser lo más sinceros y descarnados posibles. Para eso hubo muchos encuentros, muchos diálogos. Cada uno habló de lo que le pasaba con los miedos. Ninguno de los chicos es padre, pero hablaron de la paternidad. También hicimos muchos juegos grupales, utilizando objetos, y trabajos vinculares relacionados con la energética. Antes de filmar buscábamos mirarnos para no perder el clima. Boy Olmi lo definió de una forma espectacular: “es una película que permitió habitar los silencios”, dijo. Era lo que nos pasaba. No había apuro por decir un texto. Eso permitió que uno tuviera una exploración viva en el momento de la escena. A veces un guion te sujeta a decir algo, y eso te hace perder lo que está vivo, lo que está sucediendo. Una de las premisas que les propuse fue no me dejen actuar: “Cuando vean que yo estoy formando algo, alguna cáscara, no lo permitan”.

-¿Habías transitado de esa forma otros personajes?

Trabajo desde hace muchos años en televisión, y si no frenás a tiempo te terminás acartonando. Se mecanizan los movimientos, la forma de decir: obviamente, después de diez horas diarias de grabación, se te pegan. Es un buen ejercicio salir de ese automatismo. Un entrenamiento distinto. Por eso en la película les decía: “no me dejen ‘armar’”.

-La televisión también te hizo un gran reconocimiento, cuando obtuviste el Martín Fierro a la revelación en 2011 por El elegido. Curiosamente, también obtuviste el mismo premio en cine por Muerte en Buenos Aires. ¿Qué veías en esos momentos sobre tu carrera?

El elegido fue un momento bisagra porque me reconfirmó cómo quería encarar mi profesión: con compromiso, trabajando en el personaje. También tuve la suerte de que fuese una escuela. Pablo Echarri fue formador de una forma de trabajar, de creación colectiva, de compañerismo. Eso lo incorporé y lo llevo a todos lados. Muerte en Buenos Aires fue divino, porque fue la primera gran película comercial que hacía, con una producción espectacular (que no suele pasar). Allí me encontré con artesanos que trabajan con el corazón. Aprendí a ser agradecida. Cuando un proyecto está hecho desde el amor, la pasión hace la diferencia.

-La presión social por el culto a la belleza, a la eterna juventud también podía confundirte y llevarte a otro lugar.

Haciendo un paralelismo con la película, cuando hice El elegido tenía 30 años y coincidió con la llegada de mi primer hijo. Aunque mediáticamente explotó la burbuja, me sucedía un proceso personal que me revolucionó. Cuando recibí el Martín Fierro estaba en plena lactancia. Mi hijo tenía 4 meses. ¡Sentía que era todo insignificante! Fue grandioso encontrarme con mis compañeros y confirmar que estaba siendo valorada por mi trabajo. Pero mi preocupación en ese momento era darle la teta. No creo haberme confundido: la profesión es una excusa para aprender, para crecer, para conocer personas maravillosas. Esa supuesta consagración de esa noche no tenía el mismo valor que lo que estaba viviendo en lo personal.

-Hay una dicotomía que se plantea en El encanto y que funciona como el eje del conflicto. Los hijos, ¿te erosionan o te ensanchan?

Te cambia todo el orden. Todavía hoy se intenta decorar de rosa la maternidad. Nos queda el miedo a hablar lo ambivalente que es (como también lo es la vida, ¡somos una contradicción constante!). La llegada de mi primer hijo fue una corrida de eje enorme. Aquel motor que hizo que a los 30 pudiera estar recibiendo el Martín Fierro después de tanto esfuerzo quedó viejo. Estaba viviendo un proceso mucho más grande.

-Sin embargo, volviste a trabajar enseguida: a los cuatro meses hiciste Macbeth en el teatro San Martín, dirigida por Javier Daulte.

Por esa exigencia social de que uno no se tiene que perder nada. Yo recién estaba descubriendo la exigencia de la maternidad. Pero vivimos en un mundo tan capitalista que te hacen creer que si no te subís ahoraahoraahora te perdés tu gran oportunidad. Y no es asi.

Julia Montesoro

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