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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Javier Porta Fouz, el BAFICI y las críticas: «Hay que discutir la salud del cine argentino de manera racional y sin revolear consignas»

Inaugurado oficialmente en la noche del miércoles 17, la 25ª edición del BAFICI continúa hasta el domingo 28 con más de 500 funciones en trece salas y 140 producciones argentinas, entre los cuales hay 65 preestrenos en largometraje. La oferta cinematográfica abarca 285 títulos, además de las mesas y las actividades académicas.
Pero por fuera de los valores y atributos de la programación, este festival llega precedido de una controversia con un nivel inusitado de virulencia en la que Javier Porta Fouz, su director general, quedó en el centro de la polémica.

-¿En qué situación esperabas llegar a los 25 años y con qué escenario te encontrás?

Sinceramente, después de ocho años de dirigir el BAFICI no tenía muy claro que la edición número 25 la iba a dirigir yo también. En primer lugar agradezco a la nueva gestión de Cultura de la ciudad, quienes nos convocaron en diciembre -prácticamente en Navidad- y nos dijeron que querían mantener la continuidad. Entonces pedí dos cosas: seguir con mi equipo de programación, porque ya nos entendemos sin mirar y que el festival siga en abril. Porque no le hace bien a un festival mover la fecha. En términos de ritmo de trabajo era más lógico atrasarlo porque estamos llegando con la lengua afuera. Organizar un Festival de Cine (trabajo en el Bafici desde fines del año 2000), siempre implica terminar apurado: es un evento hiperconcentrado, con muchas películas en pocos días, con invitados y una gran cantidad de cosas para organizar. Siempre hay algo de agónico. Especialmente este año, porque la convocatoria empezó cuando todos los años terminan.

Es un orgullo…y a la vez todo es muy acelerado. Calculo que cuando termine nos desmayaremos (Risas).

-Sin pretender ser original, ¿cuáles son las novedades esenciales del BAFICI y cuáles son los títulos sugeridos o recomendados?

Como regla general, si están en el BAFICI es porque los estamos recomendando. La selección final abarca menos de 10% de lo que se presentó. Ahí, por la propia presencia de la película, hay una recomendación. También hay películas que podría recomendar, pero un día antes del comienzo se agotaron: no tiene ningún sentido. Películas como Después de hora o París, Texas, entre otras, que ya imaginábamos que se iban a terminar rápido. Un día antes del inicio ya teníamos más del 40 por ciento de funciones agotadas.

Hay cosas que estoy recomendando particularmente: son esas películas que alguien ve y escribe algo y después otra persona le dice: “cómo no me enteré que estaba”. En esa línea recomiendo especialmente las dos películas de Cristian Sánchez, un cineasta chileno que empezó en los ‘70 en la absoluta independencia, cuando había muchísimo menos cine chileno que ahora (y a la vez, muchísimo menos que cine argentino). En ese momento hizo El zapato chino, recuperado por el BAFICI en los 2000. Sánchez ya no filmaba, pero después volvió y ahora no solo lo sigue haciendo -con 70 y pocos años-, sino que está filmando mucho. Hizo cuatro el último año: las dos que terminó las vamos a exhibir. Son Voy y vuelvo (2023) y Con los pies en la tierra (2024), que unen la tradición de Luis Buñuel. El propio Sánchez, que se define como heredero del surrealismo, dice que la promesa del surrealismo en el cine no se terminó de cumplir. Nos parecen dos películas absolutamente fascinantes, comedias muy distintas entre sí, latinoamericanas absurdas. No hay mucho de ese tipo de cine. Cristián va a estar acá en las dos primeras funciones de cada película. ¡No se la deberían perder!

Desde otro ángulo completamente distinto, ¿te acordás cuando se estrenaban películas italianas, de gran porte y en el país conocíamos a los directores sí y también a los actores? Se estrenaban películas porque las protagonizaba tal actor. Hoy se estrenan poquísimos en italiano.

Recuperando esa tradición, se estrena Comandante, dirigida por Edoardo De Angelis (2023), que abrió Venecia el año pasado y que es una película de guerra de submarinos. La protagoniza Pierfrancesco Favino, uno de los actores italianos más famosos, protagonista de Il traditore, dirigida por Marco Bellocchio, película absolutamente magistral que no se estrenó en salas acá.

Si quieres salto a otro lado: de tres ficciones a un documental. El titán, de Alexánder Giraldo, es una película colombiana sobre el líder de la banda Kraken, la banda heavy metal de ese país más famosa de la historia. ¡Es una película encantadora! Hay gente que terminó llorando, como yo, con la historia de este señor, pero que también revela lo poco que conocemos del cine latinoamericano y sobre todo de expresiones culturales latinoamericanas que fueron realmente masivas. De hecho, en la película aparece Adrián Barilari, el cantante de Rata Blanca (Adrián Barilari) hablando de la sintonía que sentían con Kraken.

En el BAFICI tenés de todo: comedia surrealista chilena, documental sobre heavy metal colombiano, una película italiana de submarinos que transcurre en la Segunda Guerra Mundial. Y muchísimo más.

-También tiene una cifra récord de películas argentinas. ¿Cómo evaluás la paradoja de que esto ocurre en un momento crítico de la industria audiovisual nacional?

Ocurre porque lo que vos recibís en 2024 es lo que se estaba haciendo en 2023 e incluso antes. No sé qué va a pasar el año que viene. Con la parálisis de la industria -o la parálisis parcial de la industria, o el recorte que se haga sobre la industria del cine, o las políticas que están por definirse todavía-, puede llegar a sentirse una merma de películas.

Cuando pase el BAFICI y se vean esas películas, que son 60 y pico de largos y 60 y pico de cortos, creo que ese va a ser el momento de discutir en serio qué es lo que está pasando con el cine argentino. Esos 60 y pico de largos fueron seleccionados de 300 presentadas. Y no son todas las películas argentinas que se producen en un año. Este año nosotros aumentamos la cantidad de largometrajes y cortometrajes -sobre todo los largometrajes argentinos-, reduciendo la cantidad de pasadas de la mitad de esos largometrajes para que entraran más películas, con el objetivo de llamar la atención sobre lo bueno que es el cine argentino.

Ahora bien, si vos decís que hay 300 y pico se presentan el BAFICI, ¿cuántas películas más hay? Hay algo a lo que hay que perderle el miedo que es: ¿qué pasa con el público para esas películas? Es algo sobre lo que vengo llamando la atención hace años.

Hay una producción gigante del cine argentino. Por supuesto, al producir más es bastante más probable que surjan buenas películas. Pero ¿cuánto más puede crecer la producción si no le prestamos atención a la distribución y a la exhibición?

El mercado cambió y no hay que pensar solo en la sala. Hay diferentes maneras de distribuir y de monetizar, como dicen ahora. También hay diferentes formas de producción. El INCAA es el actor principal en el fomento, pero no es el único: hay películas que se dan en el BAFICI que no tienen INCAA.

-¿Hacia dónde debe ir el INCAA?

Yo no estoy pensando que no exista el INCAA: sin el INCAA se va a caer casi todo el cine argentino. Lo que hay que hacer es pensar cómo mejorarlo, porque hay cantidad de gente que en privado te dice que con el INCAA había que hacer un cambio y en público no lo dicen.

Las cosas no estaban bien. Yo lo vengo diciendo hace décadas. Para mí, la última gran gestión del INCAA fue la de José Miguel Onaindia. Después hubo diez mil problemas. Entre otros, no favoreció que las películas tanques se estrenaran cada vez con más copias. Los tanques empezaron a estrenar 60, 100, 200 y 500 copias. ¿Qué hacés con eso? ¿Cómo una película tiene 400 copias? Te deja muy poco para lo demás. La salud del cine argentino también depende de políticas de distribución y de exhibición. No puede solamente pensarse en la producción. Eso es una especie de hipertrofia, con la cabeza puesta en la producción solamente.

Pongamos que se producen 600 películas en Argentina. Si en vez de 600 hacemos 500 y ponés parte del fomento en la distribución y en la exhibición, lográs que la rueda gire de manera mucho más virtuosa. ¿Por qué no se puede discutir eso? Si decís que en vez de 600 querés que salgan 500 películas te dicen “querés recortar al cine argentino, querés eliminar al cine argentino”. ¡No! ¿Por qué no se puede discutir eso de manera racional, amable y sin entrar en consignas? Te revoleo la consigna: viva el cine argentino. Sí, bueno, viva el cine argentino. Dicho esto, ¿cómo hacemos para que el cine argentino tenga realmente las defensas altas? Frente a un proceso de recorte presupuestario, se decía que el INCAA se autofinancia. Pero después se ve que hubo aportes del Tesoro Nacional casi todos los años. Entonces, las discusiones hay que darlas en serio y no acusando al otro de no decir la consigna del día, porque es absolutamente absurdo e inútil. No solo inútil: contraproducente. Porque todas estas discusiones internas que se están dando sobre si se pronuncia o no el BAFICI (me lleva a pensar en un chiste, “se pronuncia” BAFICI y no ‘Bafichi’), lo que hacen es alejar al público que no es endogámico del festival y del cine argentino sobre todo. La gente se cansa de eso y lo que tenemos que hacer es que el cine argentino, que es el mejor cine de Latinoamérica -lo dice una persona no nacionalista-, llegue a mucho más público.

-¿Las plataformas cambiaron la forma de armar un festival?

Las plataformas son parte de visible, potente y fuerte del sistema cinematográfico. No sé si lo llamaría ecosistema, porque el ecosistema tiene que estar en equilibrio y no sé si estamos en equilibrio (Risas). El mundo del cine cambió. Hay quienes dicen que en el BAFICI tenías 500 películas. Sí: hace 20 años. Toronto y Berlín también tenían más películas que ahora. Casi todos los festivales achicaron su cantidad de títulos porque también el mundo cambió. Las películas no duran un año circulando por festivales como hace 20 años. En ese entonces las películas que se presentaban en Cannes llegaban a la Argentina al año. Ahora llegan pocas: muchísimas ya se estrenaron en plataformas. Esto está estudiado en cualquier libro sobre lo que dura la película: se llama “durabilidad del producto”, un término horrible pero que ayuda a entender por qué duran menos.

Además el público, que antes se desesperaba por ver determinadas películas, ahora en vez de ver cinco ve dos y el resto espera porque ahora no tiene tiempo. La relación de la gente con las películas también cambió. También eso es parte de una discusión que hay que dar.

-¿Cómo te impactó que una película ganadora del BAFICI, Las hijas del fuego, de Albertina Carri, haya sido objeto de una caza de brujas en las redes?

Un delirio. Un absurdo. Cuando se plantean esas discusiones tan crasas, cuando se describe a la película de esa forma se vuelve sobre el tema del fanatismo político. De un lado y del otro. Con la consigna y la repetición de lo mismo de manera irreflexiva. Es totalmente nocivo. Es discutir el arte: “¿Qué es eso? ¡Ah, mirá! ¿Este es un Mondrian?”. “Son cuadritos, quemalos”. Es una estupidez que no resiste el menor análisis. ¿Cómo vas a discutir con alguien que describe la película Albertina Carri tal como la describían en las redes? ¿Cómo se responde a eso de “lesbianas cogiendo”? ¡No se puede!

La lógica de discusión pública cambió. Por un lado se democratizó cierto cierto acceso del espacio público. Pero a la vez hubo una degradación de la opinión y del intercambio que pensábamos civilizado. Hay un punto en el que estás discutiendo con una especie de vacío y de reiteración de consigna. No me vas a ganar por decir mil veces lo mismo porque aunque lo repitas mil veces o lo digan mil personas, sigue siendo una estupidez.

-De una punta a la otra del arco ideológico, también quedó el BAFICI en el centro de los cuestionamientos. Y tuviste que exponer tu punto de vista en tus redes.

Más que tener que exponer, lo hice porque quise. Si hay muchos que tienen complejo de Chasman, yo no soy Chirolita: “Ah, sí, yo tengo que decir esto que vos querés”. ¿Que diga ahora? ¿En este momento? ¿Lo que vos querés que yo diga? ¡No! Lo que yo considero que le hace bien al BAFICI, sí. Lo pienso, reflexiono y escribo. ¡Eso es otro cantar!

-Quitemos la palabra ‘tuviste’ por ‘quisiste’. ¿Qué lectura tenés sobre esta controversia que pone en discusión las políticas culturales oficiales?

Ese tipo de cuestionamientos, diciendo “sospechoso silencio” -como una idea de cargar sobre sobre un supuesto silencio que no es tal, y no era tal cuando salió la nota tampoco y había una actividad sobre el cine argentino- le hace daño al BAFICI. Si querían lograr eso, bienvenidos. Acá vamos a tratar de defender al BAFICI, que es un lugar que fue muy importante para el cine argentino, así como el cine argentino es muy importante para el BAFICI.

El BAFICI es un lugar de pluralidad de ideas, de posibilidad, discusión, variedad y de acceso. La diversidad y el acceso son dos factores fundamentales en las políticas culturales. El BAFICI permite el acceso a un precio muy barato. O sea, aumenta la cantidad de gente que puede acceder a películas y a películas muy distintas entre sí. ¡Eso es diversidad! Esos son valores de política cultural. Eso mismo escribí yo en mi texto introductorio del catálogo del 25º BAFICI, texto que parece que tampoco habían leído a la hora de hablar del “sospechoso silencio”. Ese texto estaba publicado cinco días antes de la aparición de la nota.

Para mí ese tipo de actitudes es incomprensible. ¡Qué sé yo! Me parecen dañinas, de gente que no está haciendo un festival. Nosotros ahora tenemos que ocuparnos de llevar adelante este festival de la mejor manera posible. Espero que sea un éxito para todas las películas que confiaron en el BAFICI y para estrenar.

-Ocurre además en el momento del lanzamiento del BAFICI, que históricamente es la gran vidriera del cine independiente. Y que pasa a ser la gran referencia ente los festivales argentinos mientras se debate el futuro de Mar del Plata. Esto no invalida que se puedan escuchar las críticas y los cuestionamientos.

¡Siempre! ¿Sabés la cantidad de errores que nosotros vemos mientras están sucediendo y tratamos de solucionarlo? A veces no se puede. Hoy declararon que una película duraba 109 minutos y mandaron una copia de 133. Cosas nimias. Pero va a ocurrir que cuando la gente salga de esa película, que dura 24 minutos más y no llegue bien a la otra, va a acusar al BAFICI. Alguien llenó mal un formulario, alguien de otro país. De esas tenés mil más o menos graves, más o menos ideológicas.

Hay un montón de cosas que pueden pasar en un festival.

Ahora que decís lo del festival de Mar del Plata, pienso en las declaraciones de (Guillermo) Montenegro… ¡ni siquiera entiendo qué quiso provocar! Capaz que es un error de expresión, pero tal como lo dijo no tiene ningún sentido: “el Festival de Mar del Plata de Netflix”. ¡No! En todo caso, Netflix puede ser un auspiciante, así como L’Oréal es un auspiciante histórico de la Berlinale. Decir “de Netflix” suena a “estética de Netflix”. El auspicio tiene que entenderse como auspicio y no como una “hegemonía sobre”. Porque además hablaría de una hegemonía estética.

Vamos a tratar de pensar de manera súper bien intencionada: no creo que haya querido decir eso.

-El sábado 20 habrá una mesa en la que –según la comunicación oficial- se buscará analizar, pensar y generar preguntas sobre la situación actual del cine argentino. Con la presencia de directores de la Competencia Argentina. ¿Sobre qué ejes va a girar ese encuentro, en el que serás moderador?

Lo dice el resumen: producción, distribución y exhibición. Tenemos que hablar de las tres esferas de la economía cinematográfica. Porque podemos seguir aumentando la producción de películas argentinas, pero ¿cómo hacemos para distribuir y que llegue a todo el público que queremos llegar? Te diría que la mayoría de las películas argentinas, que al menos damos en el BAFICI, todas merecen más público. ¡Todas merecen ser un éxito y no solo en el BAFICI! Entonces eso también hay que pensar.

Julia Montesoro

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