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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Aníbal Corcho Garisto estrena «Martín García»: «Está pensada para adolescentes de los 90 y de ahora; las relaciones familiares siguen siendo las mismas»

Director, guionista y productor, Aníbal Corcho Garisto estrena el jueves 26 su primera ficción, Martín García, una incursión al universo adolescente rodada en la isla que da nombre a la película. Se trata de una producción de Lumen Cine, protagonizada por Ignacio Quesada, Mora Recalde, Thelma Fardín y Rafael Ferro.

Trata sobre un joven artista que debe mudarse con su madre a una isla donde solo viven cien habitantes. Su imaginación, la armonía con la naturaleza y el amor serán las claves para encontrar su identidad mientras atraviesa el arduo camino hacia la adultez.

-Después de tus trabajos anteriores como documentalista, ¿cómo surgió la idea de emprender una ficción?

No sé si hay un límite entre documental y ficción. Pero es cierto que básicamente arranca de una historia real, así que tiene mucho de documental. Alguna vez un amigo mío me comentó que un adolescente estaba viviendo solo en la isla Martín García. Enseguida me quedó rondando una pregunta: ¿qué hace alli? Tiempo después, viajé a conocer la isla. Quería escribir una ficción, pero era muy ajeno escribir sobre un lugar sin conocerlo. Mi primer viaje fue en diciembre del 2015, con la coguionista Vanina Sierra. Queríamos ver qué nos decía el lugar, sobre qué podíamos trabajar o escribir. Volví fascinado. Me convertí en un fan, por los lugares y por todo tipo de cosas fantásticas que podían transcurrir allí. Eso me impulsó a escribir esta historia.

-¿El resultado final se puede ver como una comedia romántica?

Sí. Y como toda comedia, también es un drama. Creo que es una película que habla de crecer. De este límite que hay entre la adolescencia y la adultez, entre ser un chico y un adulto. En que uno, siendo adolescente, se anima a decirle a la madre. Y viceversa. Sin spoilear nada, la película arranca con el protagonista diciendo: “no le pude decir a mi mamá que no quiero ir”.

-Una actitud muy de adolescente, de sentir que es un viaje al medio de la nada y además sin Internet. ¿Esos elementos reales te dieron vuelta a la hora de hacer el guion?

Sí. Algo que me dio el lugar y que aprendí después es que la isla es un límite, así como la adolescencia es un límite. La isla es un límite geográfico con Uruguay, el país vecino. El agua que la rodea pertenece a Uruguay, pero la isla es argentina. Me parecía interesante jugar con eso y que se viese reflejado en la adolescencia del protagonista. No solo era maravilloso como locación, sino que allí había algo que le sumaba a la historia que queríamos contar.

-¿La isla Martín García estaba en tu proyecto inicial? ¿Por qué en una isla?

Siempre fue la isla. Siempre pensamos que la película iba a suceder en la isla y que el personaje iba a recorrerla. Y que el personaje era alguien palermitano -o de Villa Crespo-: full redes, full celular. Llega a un lugar donde no hay celular, no hay buena señal de 4G. Esa oposición me parecía muy interesante desde la mirada adolescente. Allí es donde digo que la película tiene una base documental: nosotros entrevistamos entre 20 y 30 adolescentes, de entre 14 y 18 años, antes de empezar el rodaje. Todos nos respondían cosas diferentes de las preguntas que nosotros hacíamos, pero una fue común: el celular es la extensión de mi mano. No pueden vivir sin el celular.

Entonces había que llevar de golpe al protagonista a un lugar donde hay más especies de pájaros (hay 230 ó 240) que personas (solo viven 110 habitantes). Me parecía muy interesante esa conexión del protagonista con la isla. Así se conecta consigo mismo.

Amigos documentalistas que vieron la película, me dijeron que había un registro documental, en tanto tenemos al personaje recorriendo el lugar con el sonido de ambiente y sus protagonistas, que son los pájaros y el río.

-Hablabas de los límites reales que impone la isla. ¿Cuáles fueron los límites que te puso la isla como realizador, las dificultades que tuviste que atravesar?

El primero es el guion: tenía las locaciones de la isla y las cambié cuando decidimos que la madre la iba a interpretar Mora Recalde. También cambié cuando supe que Germán sería Nacho Quesada. Ajusté la historia al empezar a trabajar esa relación de madre e hijo. Pero básicamente la isla me dio más de lo que le di yo, porque tomé muchas cosas de ahí.

Las limitaciones concretas fueron que no es un lugar preparado para recibir a 40 personas durante un mes. Aumentamos la población un 50%. No hay un lugar donde se pueda hospedar toda la gente. Hay un solo lugar para comer. Paramos en un lugar donde la mitad del equipo técnico se tenía que ir a bañar a otro lado, donde si llovía no podamos tomar un taxi. Teníamos sombrillas o paraguas y había que salir. El sol además pega fuerte. Nos distraíamos bajando series o algo para ver. En el rodaje porque no teníamos señal, no había wifi, se cortaba la luz seis horas por día, por momento no había agua.

El equipo vivió en la isla. Ese equipo también se encontró consigo mismo. No es todo color de rosa: podían generarse rispideces o fortalecer el grupo. Me saco el sombrero con todos los intérpretes, con todo el equipo técnico.

-Claro, al mismo tiempo, eso también habrá fortalecido tu historia. ¿Cómo convertir esos obstáculos en elementos a favor de la historia?

Antes de que empezara el rodaje junté a todas y todos. Era de noche. Les conté por qué quería hacer la película, por qué era importante hacerla, por qué eran igualmente importantes Nacho, Mora, Rafa, Martín, José, Telma y hasta el eléctrico. Les agradecí a todos porque estaban haciendo un esfuerzo. Inclusive económico. La película es de todos, porque se la pusieron al hombro.

-Después de toda esta experiencia, ¿es la película que querías hacer?

La película transmite un montón de cosas que quería transmitir. Refleja ese adolescente que fui en los 90. Con esa relación. Es esa relación del Aníbal Garisto adolescente con Catalina y con Bruno, que son mis viejos.

Compartí los primeros armados con mi grupo de amigos. Me dijeron que hay mucho de nosotros. Cuando me preguntan si está pensado en adolescentes de ahora o de los 90, no sé. Aunque hay cosas que cambiaron, las relaciones familiares siguen siendo las mismas. El desafío es pensar con la cabeza adolescente y que eso se perciba.

-¿Martín García viene a buscar ese público?

Di clases en escuelas secundarias y cuando preguntaba qué películas argentinas vieron, chicas y chicos de 16 y 17 años me respondían que no vieron ninguna. Es un público difícil. Hay un género yanqui -el coming of age- que habla de crecer, que está como muy preestablecido en un montón de comedias. Por ahí acá no hay mucho de eso, pero vale la pena intentarlo.

Julia Montesoro

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