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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Leonardo Petralia estrena «Un bolso lleno de carteras» el viernes 3: «Me interesa reflejar el cruce entre el arte y la vida real»

Un bolso lleno de carteras es la ópera prima de Leonardo Petralia, que se estrena el viernes 3 de junio en el Centro Cultural San Martín. La protagonista es Celia Argüello Rena, bailarina, coreógrafa y dramaturga, que se propone trabajar artísticamente con la basura que su madre acumula de manera compulsiva. Al embarcarse en la creación de una nueva obra, madre e hija se involucran en una experiencia que transformará sus vidas.

“La película es el punto exacto en el que se entrecruzan la vida y el arte generando lo impensado”, subraya el director, Leonardo Petralia.

-¿Qué propone Un bolso lleno de carteras?

En un registro documental, me interesó reflejar el cruce entre la búsqueda artística de Celia Argüello Rena, quien desarrolló el Proyecto Diógenes, con su vida personal. El proyecto se propuso trabajar con el síndrome de los acumuladores compulsivos y trata básicamente su historia personal con el síndrome, porque su madre, Noemí, es acumuladora. Sentí que a través de su trabajo se podía indagar el arte como posibilidad de sanación. Lo planteé como un diálogo entre lo artístico y el síndrome. Fue la premisa, el punto de partida.

-¿De todos los tópicos con que contabas para hacer el documental, como el vínculo entre la hija y su madre, el proyecto artístico Diógenes o la compulsión a acumular, qué fue lo que más te impactó?

El primer acercamiento que tuve a las obras del Proyecto Diógenes –en la que Celia trabaja con Juan Pablo Gómez como su socio creativo- fue como espectador. Fui a ver su primera obra, Diógenes al sol y me pareció alucinante. Es una casa completamente llena de cosas y había una serie de bichos hechos de desperdicios que andaban rodando. La dueña de casa te invitaba a recorrer ese mundo particular. Empecé a indagar qué había detrás de esa puesta. Entonces los conocí y charando con ellos me enteré del origen de la búsqueda, que tiene que ver con lo personal de Celia. Fue muy valiente tomar el síndrome de la madre para una aproximación a lo artístico.

-¿Cómo fue el vínculo con ambas para que se involucraran en tu propia experiencia artística?

La vida privada no es un tema de exposición para nadie, y para Celia tampoco fue fácil. El proyecto requería mucho de su parte. Rescato su valentía y la búsqueda artística. Con respecto a la mamá, nos regimos por lo que no se podía hacer en base a lo que nos iba diciendo. Buscamos estrategias para registrar cosas de maneras informales (como la handycam); estrategias de abordaje para acceder a la esencia de las cosas sin perturbarlas. En mí hubo un doble cuidado: por un lado no debía ser invasivo, dañino, perjudicial para la salud de Noemí. Por otro lado, no quería que se modificara la realidad en la búsqueda.

-¿Qué las entusiasmó a ellas del proyecto para participar?

Celia y Juan Pablo tenían ganas de hacer una película sobre el trabajo que están haciendo porque sentían que era una obra importante en sus vidas, sobre todo por la energía que estaban poniendo. Pero en el fondo tiene que ver con llegar al origen de sus obras, que son bastante crípticas con respecto al síndrome. Allí no se cuenta el origen: nadie sabía que la madre de Celia acumulaba. La película viene a cerrar el círculo de lo que no se narraba. Creo que el interés de ambos estuvo puesto allí.

Con respecto a la madre siempre tuvo como una afición con lo artístico. Creo que le picó por ahí. Se describe como playful, una persona lúdica. Participar en la película le debe haber resultado divertido.

Un bolso lleno de carteras tiene una estética cruda, despojada de esteticismos. ¿Cuáles fueron tus referencias?

Tuve muy presente el documental Crumb (NR.: de Terry Zwigoff, 1994), sobre el ilustrador Robert Crumb y sus hermanos. Allí el arte está sobrevolando: son tres hermanos –dos de ellos con problemas de salud mental- y a cada uno el arte los ayudó a sobrellevar ciertas dificultades de la vida. La temática está muy relacionada y la estética de la película es bastante directa, con el registro de cámara en mano. Pero lo fui adaptando sin vergüenza y de hecho fue cambiando: en la mitad de la película hay entrevistas y se va desarmando la estructura narrativa.

-¿Cómo trabajaron el proyecto con Nadia Jacky, la productora, quien además es tu pareja?

Desarrollamos el trabajo en conjunto, desde el desarrollo de proyecto y el guion. Después, cada uno tomó su propio rol: ella estuvo a cargo de la producción y yo me aboqué a la dirección.

-En una película sobre la necesidad de acumular compulsivamente, ¿en qué parte te identificás? ¿En qué te reconocés?

Hay un textual de un psicólogo que aparece en la película que dice que todos acumulamos algo, en un sentido más amplio: en lo material, el conocimiento o lo que fuese. Me sentí identificado estando en la casa de Noemí. Lo que sucede aparece como algo anormal, desbordado, fuera de la realidad. Sin embargo, empecé a entender ciertos funcionamientos de las cosas. Se entienden las lógicas y te empezás a sentir reflejado. Si quitara ciertos velos de control que nos autoimponemos, no sé si mi casa estaría tan lejos de eso. Noemí es alguien que soltó ciertas riendas y a la vez se puso a jugar: hay algo lúdico en ella. Además, en la casa noté algo maravilloso: sentí que había zonas que comunicaban, que existe una comunicación a través de los objetos.

Por otra parte, con el montajista Andrés Tambornino observamos que fui muy conciso con las escenas durante las jornadas que se filmaron: ahí no acumulé (Risas).

-¿La película destrabó otro nivel de entendimiento entre Celia y Noemí?

A partir del trabajo artístico se estableció un canal de diálogo entre las dos, sobre un tema que nunca pudieron hablar: era un bloque que no se movía. Con la película se empezó a transformar, a generar la posibilidad de charlarlo.

Julia Montesoro

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