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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Eduardo Montes-Bradley anuncia las películas que se presentan en Foco Montes-Bradley desde el 1 de agosto

Desde el domingo 1 de agosto estará disponible una nueva serie de largometrajes correspondientes al ciclo FOCO MONTES-BRADLEY, muestra retrospectiva del cineasta, ensayista y documentalista Eduardo Montes-Bradley, con la coordinación integral de la multiplataforma GPS Audiovisual.

Entre las novedades se incluye el relanzamiento de Deliciosas perversiones polimorfas (2004), retrato de Alberto Laiseca y la producción estadounidense Lankes: grabador yankee en Virginia (2013), inédita en la Argentina.

· Deliciosas perversiones polimorfas (2004)

Retrato de Alberto Laiseca, una figura literaria de culto de Buenos Aires mejor conocida por su metafísica ficticia. La película explora la relación del escritor con su padre, un médico de familia rural que vive en la provincia de Córdoba. Las referencias a Edgar A. Poe, William Shakespeare y la inminente llegada del Anticristo son una constante en todo momento.

· Lankes: grabador yankee en Virginia (Lankes: Yankee Printmaker in Virginia) – 2017

Julius John Lankes fue uno de los precursores del revival del grabado en madera a principios de siglo en los EE.UU. Fue fundamentalmente un iconoclasta afiliado al movimiento progresista en la década de los años veinte, lo que habrá de costarle caro con la llegada de las listas negras durante el macartismo. Lankes fue el contrapunto visual en la obra literaria de Robert Frost, Sherwood Anderson y Roar Bradford.

FOCO MONTES-BRADLEY es una mirada parcial a los trabajos que el cineasta realizó en Argentina, Estados Unidos, Alemania y Brasil entre 1999 y 2020. Cada dos meses incorporará producciones inéditas para la Argentina y reestrenos, que estarán disponibles durante 60 días en forma gratuita y exclusiva en la plataforma Vimeo de GPS Audiovisual.

-¿Qué representa Alberto Laiseca para vos y por qué te interesó llegar a él?

Yo había abrevado en algunos de los cánones de la literatura argentina y en cierto momento empecé a cuestionarme qué es lo que había en la marginalidad de esos cánones. Entonces lo descubrí: era definitivamente una figura no canónica, que emanaba del costado del camino. Una figura de culto, si se quiere. Por un lado tenía algunos aspectos literarios fascinantes; por otro, a título personal, me parecía un hombre profundamente sufrido y autodestructivo. Un poco en el estereotipo del intelectual europeo del principio del siglo, ¿no? Esa idea del altillo, el cigarrillo, el dolor… esto de andar cortándose la oreja.

En algún momento lo cuestioné: ¿es parte de una postura? ¿El resultado de una tradición cultural? ¿O de una máquina de destruir intelectuales del Río la Plata? Pero entendí que no hay otro Laiseca. Como a mí me interesa hacer documentales que cuenten historias que no fueron contadas, me di cuenta que ésta debía contarla él.

-Cuando tenés enfrente a una figura de la literatura, ¿te dejás envolver por él, sos su fan incondicional, o buscás la fricción, la disonancia?

Nunca me llevé bien con ser un fan de nadie. Lamentablemente ni de mí mismo, lo cual sería un poco saludable (risas). Pero no soy fan de nadie y siempre me entero tarde de todo. Un día, en un vuelo a la Argentina, saludé al capitán del equipo que había ganado el Mundial de 1978 y me lo confundí con un tenista. “¡Cómo lo voy a reconocer sin la raqueta!”, le dije.

No veo televisión, no tengo esas referencias y en cuanto a la literatura, prefiero no leerlos antes de entrevistarlos.

Laiseca me resultaba profundamente ajeno. Me preguntaba para quién escribe, porque no era para mí, evidentemente. No tenía ninguna admiración literaria por él. Me parecía absolutamente formidable que fuera capaz de ser el narrador de sus cuentos de terror en un programa nocturno de televisión.

-¿Qué encontraste y qué descubriste de él?

Nunca conocí a nadie que fumara tanto. Mi experiencia de haber pasado varios días con él en el pequeño departamento que tenía en la zona de Primera Junta debe haber impregnado mis pulmones con humo por el resto de mi vida (Risas).

Tenía un nivel de locura formidable: todos sus libros estaban forrados en papel blanco porque decía que era para protegerlos del antiser y de la nada. Y me interesó muchísimo la relación muy enferma que tenía con su padre, que me reveló desde la primera conversación que tuvimos. Como es la relación de la mayor parte de los argentinos con nuestros padres.

-¿Y qué va a encontrar y descubrir el espectador?

Un Laiseca niño. Un Laiseca huérfano. Un Laiseca con unos quilombos familiares muy peculiares.

-Foco Montes Bradley incorpora diversas etapas de tu actividad como realizador y productor. Entre Lankes: grabador yankee en Virginia y Deliciosas perversiones polimorfas hay 13 años de distancia. ¿Qué te atrae del retrato íntimo de las personas? En este caso, de un intelectual y un artista.

En general, el punto de partida son las épocas que protagonizaron. Tengo una fascinación con los viajes y las épocas. Me doy cuenta de eso mucho tiempo después. A Laiseca lo vi como una especie de exilado interior, un tipo que salió de una postal pintoresca de los años 60 y que no podía abandonar ese lugar.

En el caso de Lankes, me interesó frecuentarlo porque él representaba lo que en Estados Unidos se conoce como el renacimiento del grabado en la década del 20. Es el apogeo del grabado en Japón, la Unión Soviética, América Latina, España, Portugal, como una manera de protesta dentro del arte.

Me interesaba el estudio de ese período del grabado como una forma de arte conocido como Arts and Crafts (artes y oficios), que tiene su apogeo en un pueblo llamado Aurora -al norte de Nueva York-, hacia donde fui buscando los pasos de Lankes. Y a partir de allí, entender cómo desaparece como producto de la persecución de los rojos. Lankes es una víctima del macartismo.

Además tenía vínculos con la literatura: había sido el ilustrador de uno de los poetas más importantes de Estados Unidos, Robert Frost.

-¿Cómo apareció Lankes en tu vida?

Por error. Buscaba grabadores del siglo XX que hubieran diseñado (o dibujado o concebido) imágenes de la Universidad de Virginia y de la arquitectura jeffersoniana. Un día me encontré con una serie de pinturas o de grabados que se llamaban “La serie de Virginia”, donde había de todo menos de la Universidad de Virginia. Me pregunté quién era este tipo que se atrevía a diseñar el estado de Virginia sin incluir la Universidad. Me di cuenta que era un anarco individualista, que intencionalmente dejó afuera a Jeffesron en la universidad de Virginia, para pintar una realidad que tuviera como límites el proletariado rural. Es un ejemplo muy interesante de una generación que lucha contra el progreso de la de la sociedad industrial. En un esfuerzo por aferrarse a la cuestión agraria, es muy curioso pero se convierten en progresistas antiprogresistas. Es lo que nos pasa cuando como progresistas que nos oponemos al robot. Allí había una contradicción natural en todos eso me interesa. En la película se ve mucho de sus miedos respecto al avance de la tecnología y el progreso y cómo sufre por eso.

Julia Montesoro

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