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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Pablo Schembri estrena «Zombies en el cañaveral»: «Pocos artistas sufrieron tanto la censura como Isabel Sarli»

Zombies en el cañaveral, estrenada el jueves 11 en Cine.ar, había encendido las salas en el Festival Internacional de Mar del Plata 2019 y siguió esa línea en el Buenos Aires Rojo Sangre, donde obtuvo cuatro premios. La ópera prima del tucumano Pablo Schembri es un curioso documental del género fantástico, un juego de prestidigitación en el que cada escena tiene un sentido explícito y otro oculto. Además, la película permitió ver frente a una cámara por última vez a Isabel Sarli.

-¿Dónde estaban los zombies en el cañaveral en tu infancia tucumana?

El paisaje del cañaveral nos es afín a todos los tucumanos. Si bien es un cultivo que ya no se utiliza tanto y se ve cada vez menos, está en la memoria colectiva. Ese es el germen de la historia. En el 65 ocurrió el Tucumanazo, una revuelta popular en respuesta al cierre de los ingenios por parte del entonces presidente Juan Carlos Onganía.

En la misma época, un señor llamado George Romero estrena una película que se llamó La noche de los muertos vivos, en la que retrata personajes que vuelven a la vida. Mucho tiempo después, Romero admitió que esa imagen representaba a los soldados que volvían de Vietnam, que no querían ser olvidados. Mezclando estas dos historias nació Zombies en el cañaveral.

-¿Cómo fue tu aproximación al cine de género? ¿Qué ocurría en Tucumán con esa corriente de películas?

Me pasó algo muy particular: en la década del 80, en la que yo crecí, llegaba el cine gracias al VHS. Pero antes que eso, en mi primera infancia, en casa había libros de cine. Allí se mostraba un montón de películas, a las que por vivir lejos de Buenos Aires no podía acceder. O sea que mi primera aproximación fue a través de libros, y me las tenía que ingeniar para imaginarme la película. Clásicos como Freaks, de Tod Browning, me los debía imaginar a partir de fotografías. Seguramente eso sirvió para que mi imaginación fuera más prolífica y enrevesada.

-Zombies en el cañaveral te llevó casi una década desde su primera versión hasta el estreno. ¿Cuál era el proyecto inicial, qué se fueron modificando en el curso de los años?

El proyecto nace con la idea original, pero lo primero que se filmó en 2010 fue el tráiler. En 2012 ganamos el Gleyzer y pudimos empezar a proyectar como largometraje. Ya en 2018, después de pasar por cuestiones burocráticas y mucho papeleo, tuvimos la posibilidad de rehacer el tráiler. Decidí no hacerlo de nuevo y quedarme con el original. Contaba con una suerte de espontaneidad y una cierta cantidad de errores de principiante que me gustaban mucho. Y a la vez, representan lo que los dos protagonistas de la película (Ofelio y Manucho) hicieron: una película sin tener ninguna clase de experiencia, más allá de ser cinéfilos.

-Como un tributo al cine de clase B.

Hay ciertas puestas de cámara o tipos de plano que son los que utilizaba Romero. Mantiene tanto el espíritu de clase B que es una producción acotada, con recursos limitados.

-¿Es una película de género o es una película política? ¿Te interesaba remarcar específicamente aspectos como la dictadura de Juan Carlos Onganía o la censura?

Quisiera decirte que es una mezcla de las dos. Pero no estaría siendo del todo claro: si algún fan acérrimo del género de zombies se acerca a la película en búsqueda de escenas de miedo o de zombies, no la va a encontrar. Va a encontrar una película que se acerca en parte a la historia de Tucumán, de Argentina y de América Latina. Se acerca más a la cuestión de documental político, porque hay una cierta rigurosidad en las fechas y en el material de archivo.

-¿Por qué te interesaba dar cuenta de esos hechos, esos momentos?

Está en el nacimiento del proyecto, que tiene que ver con mezclar en una misma narrativa la historia de mi provincia y el gusto personal por el cine de género, de zombies, clase B. Ahí es donde trato de hacer confluir esos dos conceptos y hablar de Tucumán de una forma desdramatizada, sin contar directamente la historia de la gente que trabajaba en los ingenios, en la zafra.

-¿Por qué pensaste en Isabel Sarli para enriquecer el documental?

Porque hay muy pocos artistas que sufrieron tanto la persecución de la censura. Tanto de la dictadura de Onganía como la posterior. Nos contó un momento tremendo que ejemplifica bastante su cine: luego de ser cortadas, las películas terminaban durando 40, 45 minutos. Ella lo padeció tanto en lo artístico como en lo personal.

-¿Cómo accediste a ella?

No fue fácil: tenía problemas de salud. Fue un trabajo de paciencia. Nos dieron el OK cinco, seis años después de que se iniciaron las tratativas.

-¿Qué creés que la convenció para participar en una película de zombies?

Su participación tiene netamente que ver con la historia de la censura en la Argentina y desde luego, desde su experiencia personal. No tiene un acercamiento directo con la película: no habla de zombies. Lamentablemente es un símbolo, porque para el arte sufrió las consecuencias de la persecución.

-A punto tal que muchas de las películas tenían un doble final.

-Muchas de esas películas las tuvo que filmar en México o Brasil. Pero la estrenaba en su propio país y siempre tenía problemas. Solamente por los afiches (ni siquiera) por el contenido, a Armando Bo lo llamaban a declarar o lo metían preso.

-Si te preguntan por las influencias y tenés que marcar con una cruz uno de los tres casilleros, ¿dónde ponés la cruz: en La noche de los muertos vivos, en The walking dead o en La era del ñandú?

(Risas). No es una consideración personal: La noche de los muertos vivos es la primera película moderna de terror que marca una inflexión en el género. Tanto es así que lo hecho en ese momento por Romero sigue funcionando en The walking dead hasta hoy. Tiene una modernidad asombrosa y es de fines de los 60. Hasta incorpora un personaje afroamericano. Con respecto a La era del ñandú, es el falso documental más famoso de nuestro país. Ahí también hay una referencia inmediata.

Julia Montesoro

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