spot_img
spot_img

Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Diana Frey, productora de la histórica «Esperando la carroza»: «‘Carroceros’ me hizo llorar de emoción»

Diana Frey es la histórica productora de Esperando la carroza, aquel grotesco estrenado en 1985 y que devino, 35 años más tarde en el estreno de Carroceros, una película tributo –un hecho inusual en el cine argentino-, un documental desprendido de aquel original que desnudó las miserias de las clásicas familias de clase media venida a más. Aquella primera versión, con dirección de Alejandro Doria y guion de Jacobo Langsner, no tuvo un estreno resonante. Pero progresivamente generó una corriente simbiótica con el público, que fue descubriendo y valorizando el tridente dirección-guion-actores. En lo que va de aquel 1985 y este pandémico 2021, una nueva generación de espectadores vuelve a emocionarse con Luis Brandoni, China Zorrilla, Juan Manuel y Andrea Tenuta, Cecilia Rossetto, Enrique Pinti y muy especialmente por el consagratorio rol de Mamá Cora, interpretado por Antonio Gasalla. Con esa misma mística se presenta Carroceros.

“Cuando vi Carroceros me produjo una emoción muy grande. Sus directores Mariano Frigerio y Denise Urfeig y la productora Carolina Álvarez nos preguntaban qué hicimos”, describe conmovida Diana Frey.

-¿Y qué hicieron?

Alejandro me dio esta obra de Jacobo Langsner para leer y yo me morí cuando la leí. Era una joya. A veces uno lee un guion y no sabe qué va a pasar con el público. En este caso, la genialidad de Alejandro no fue solamente elegir esa obra sino también ese elenco. Y además hacer la adaptación. Porque él hace cómplice al público de que Mamá Cora está viva, y de que es la familia desquiciada la que no se da cuenta de que están armando un tremendo lío. Eso fue un gancho brutal, porque el público se reía porque sabía lo que ocurría y lo que ignoraban los protagonistas.

-¿Fue también la reivindicación de Doria?

Sabíamos que era algo especial porque el humor de Jacobo Langsner era único: solo él podía generar esas cosas tan divertidas. Pero para el público fue el redescubrimiento de Doria, un director tremendamente talentoso, reconocido, famoso. Sobre todo en el melodrama, que era su vena principal, no solo en sus películas sino también en televisión. Él era muy sincero: era lo que veíamos a través de sus obras. Es una especie de consejo para los realizadores jóvenes: la obra los tiene que expresar. Es lo que él hizo. Nadie sabía que tenía esa vena humorística tan fuerte, salvo quienes compartíamos la vida con él, y estábamos todo el día riéndonos de sus chistes y sus humoradas. El desarrolló ese humor en la película.

-¿Creías en la película cuando la terminaron?

Muchísimo. Pero no imaginamos que iba a perdurar en el tiempo. Estábamos seguros de que iba a gustar, a pesar de que el público tenía que entrar en la convención del tipo de humor. Además, era una película muy dolorosa: una parte se reía y otra lloraba o sufría. Pero lo bueno es que siempre había sentimiento y pasión y que el público no estaba indiferente.

Con los años empezamos a descubrir que le gustaba al público infantil. Los niños que veían la película en VHS (en los cines estaba prohibida para menores de 13 años), se reían y se divertían. Allí veían a su familia y a sus padres. Ellos –e incluso más jóvenes- son los chicos que hoy, de alguna forma, hicieron Carroceros. Ese público la empezó a ver y a recomendar.

– En el cine argentino es una novedad que haya una película tributo a otra película.

Totalmente. Cuando vi Carroceros me pregunté si me había emocionado por ser la productora de Esperando la carroza, por el compromiso que tengo. Pero no: es una película con una cuota de emoción muy grande porque vas viendo todo el proceso a lo largo de las generaciones, ves el amor de los fanáticos que recorren los mismos lugares que los personajes.

– ¿Sabías que existía este mundo de fans antes de que te convocaran para dar tu testimonio en Carroceros?

Sí, a través de internet. Hay muchos grupos de fanáticos, no solo el de Carroceros. Esta movida a mí me hizo llorar. Reconozco que es porque soy la productora y me hizo pensar: “¿qué hicimos, Alejandro?”. Pero también es cierto que es un fenómeno tan curioso que pienso que a la gente le va a interesar verlo, que se van a emocionar viendo a gente que reproduce las escenas de la película.

-¿Qué creés que impacta de esas escenas, que se siguen reproduciendo 35 años después?

Tiene mucho que ver con el sentido de lo popular que tenían tanto Jacobo como Alejandro. Su conexión con la gente, con el humor, con el género. No es un don de muchos directores. Jacobo vivía cerca de la feria de Viamonte y Callao, y se paraba en las colas para escuchar cómo y de qué hablaba la gente. Por otro lado, se quejaba de que en algunas casas de amigos ya no lo dejaban entrar, porque luego se veían reflejados en las obras de él. Alejandro enseguida pudo captar esto que proponía Jacobo y potenciarlo.

– Cuando llegó ese guion a tus manos, ¿qué percibiste como productora?

Como productora tenía una gran intuición. Lo digo sin falsa modestia, porque es una de esas cosas que no se aprenden ni se enseñan: nadie te dice cómo hacerlas. Cuando leí esa obra supe que era una genialidad. Pero lo que más me impresionó fue que no era un divertimento, sino una cosa muy seria. Estaba hablando de las miserias de las familias, de las personas, de la sociedad, de sus hipocresías, del falso amor y de las relaciones enfermizas. Me parecía de una hondura muy grande, con la virtud de que lo podían contar de una manera divertida.

-¿En algún momento tambaleó el proyecto?

Yo la quería hacer sí o sí. Entonces entrevistamos a Nini Marshall para hacer de Mamá Cora. Pero no aceptó porque no tenía ganas de exponerse en una película, ya estaba mayor. Y entonces quedamos en el aire, porque Alejandro quería encontrar un perfil particular para este personaje. Yo estaba desesperada y preocupada de que el proyecto se cayera. Y en uno de los viajes que hicimos para promocionar Darse cuenta, me bajó el ángel, como solíamos decir con Alejandro. No sé cómo ni por qué lo pensé, pero le dije: “no te enojes, pero se me acaba de ocurrir algo que quizás sea una solución, ¿y si Antonio Gasalla hace de Mamá Cora?”. La respuesta fue como un grito de Alejandro, porque él también lo vio inmediatamente. Fue como si apareciera el personaje ya con cara, ya sabíamos quién iba a hacerlo. No es que yo haya inventado la fórmula de que un hombre haga de mujer, hablo de la idea de que Antonio Gasalla haga de Mamá Cora, que es algo distinto a todo.

-Fue una idea genial que implicaba también un riesgo. ¿Lo pensaron?

Lo pudimos valorar y apreciar después de hacer la película. Nos dimos cuenta de que una de las cosas que permitía que la gente se riera es que no fuera una mujer la que representaba a esa anciana. Gasalla permitía tomar distancia con esa mujer a la que se estaba haciendo sufrir: no era una viejita a la que se estaba vapuleando sino un señor. Había algo inconsciente, era como decir “esto es un juego, no es de verdad”. Porque si no hubiese sido demasiado dramático: eran tan crueles estos tipos, tan hipócritas, tan malvados, que incluso así la película hacía llorar a una parte del público.

-¿Cuándo percibiste que sería un éxito?

Antes del estreno hicimos una función privada con quinientos espectadores y realmente la mitad reía y la mitad lloraba. No me olvido más de estar en la puerta del cine y escuchar que algunos decían “me voy a ver a mi mamá”, con sentimiento de culpa. Si no hubiera sido un hombre el que hacía de Mamá Cora, no sé si se hubiera leído tan cómicamente.

Julia Montesoro

Related Articles

GPS Audiovisual Radio

NOVEDADES