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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Alberto Ammann estrena «El año de la furia» en el SEMINCI: «Me gusta asumir riesgos aunque me pueda estrellar»

La Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI), que se lleva a cabo hasta el viernes 30, presenta el estreno mundial de El año de la furia. Es la producción española más argentina, ya que tiene entre sus protagonistas a Miguel Angel Solá, Joaquín Furriel, Martina Gusman y Ezequiel Tronconi. Su  director, Rafa Russo, es hijo de argentinos. Y además de todos ellos, también participa Alberto Ammann, actor cordobés radicado hace más de 15 años en España, reciente ganador de la Biznaga de Plata al Mejor Actor (con Pablo Echarri) por su coprotagónico en El silencio del cazador, de Martín Desalvo.

Estreno mundial de El día de la furia en el SEMINCI con el director, Rafa Russo (de saco negro) y una de sus protagonistas, Sara Sálamo (al centro).

El año de la furia está ambientada en Montevideo, en 1972, poco antes del golpe de estado de Juan María Bordaberry. ¿Qué sabías vos de esa historia y de ese momento de la historia latinoamericana? 

Aunque conocía el contexto argentino y latinoamericano, de Uruguay sabía bastante poco. Fue una oportunidad para estudiar esa época y meterme en lo que ocurrió en lo más profundo de esa sociedad, de esos laburantes que no tenían nada que ver con la política ni con los militares. Parte del hecho de acceder a la película fue por el tema que trataba. Preservar la memoria es una razón importante.

-Naciste en 1978 en Córdoba y tras tu nacimiento, tus padres tuvieron que exiliarse. ¿Qué representan para vos los años de la dictadura?

Mucho. Durante la dictadura, mis padres estuvieron detenidos cuatro días por una equivocación: habían ido al hospital a visitar a un amigo que se llamaba igual a una persona que estaban buscando. Estuvieron dos noches (encapuchados, con capuchas con sangre seca) junto con unos chicos de Río Cuarto o de Villa Allende. Cuando los liberaron, leyeron en el diario que estos chicos habían muerto en una confrontación con la policía. Lo cual no era cierto: estaban ahí, presos. Empezaron a darse cuenta de que la situación era muy violenta. Ellos militaban en el Movimiento Humanista (de allí se formó el Partido Humanista, en el cual mi padre fue candidato a presidente en 1989). Y decidieron irse.

-Hay algo de El año de la furia que te resuena como de tu propio origen.

Yo nací en un ámbito muy político. Desde que nací estuve correteando entre las reuniones del partido: es parte de mi vida. Pero me afectan mucho los gobiernos de facto y las dictaduras. No puedo pensar que la violencia sea utilizada como herramienta de sometimiento. Me lastima profundamente pensar en el sufrimiento de las víctimas y sus familiares. Un gran amigo de toda la vida tuvo a su madre retenida cuando estaba embarazada de él y a su padre lo desaparecieron. Viví su dolor siendo niño. Esa falta que él tenía me impactó bastante.

-Una curiosidad de El año de la furia es el elenco esencialmente argentino. ¿Cómo fue para vos la experiencia de ser el argentino anfitrión de ese rodaje?

No lo había pensado así (risas). Estaba adentro de la película antes de saber los nombres que se barajaban. Cuando me enteré que iban a estar Joaquín Furriel y Martina Gusman sentí una gran alegría. Ni hablar de Miguel Angel Solá, a quien admiro muchísimo. Lamentablemente, ¡no tengo una sola escena con él!

Cuando empecé a trabajar en España me advirtieron: “de argentino no vas a laburar”. Tuve que estar las 24 horas del día para quitarme el acento. Así empecé a trabajar con personajes españoles. Cuando me llamaron para Tesis para un homicidio, con Ricardo Darin (era mi primera película) me superentusiasmé. Hasta me escuchó Hernán Goldfrid, el director. Entonces me dijo: “¡yo quiero que tengas acento argentino!” (risas).

-A fines de agosto, en el Festival de Málaga levantaste la Biznaga de Plata al mejor actor -compartido con Pablo Echarri-, por tu protagónico en El silencio del cazador. ¿Cómo fue volver a filmar en la Argentina, en un lugar inhóspito como la selva misionera?

Maravilloso. Los rodajes me gustan, sean suaves o duros. Me apasiona filmar. Además la historia me apasionó, porque toca temas que me interesan mucho, que tienen que ver con la diferencia social, la mirada de una clase social hacia la otra. Sin olvidarnos de que quienes tienen la fuerza tienen el dinero y el poder. Fue un desafío entender a este personaje, un terrateniente que se siente dueño de la tierra y de la gente. Debí meterme en ese mundo donde es natural la cosificación de las personas,  desde allí tratar de ver a la mujer como una posesión y al niño como un perro de caza. Me gusta el trabajo por la pasión de hacerlo, sin ir a lo seguro y asumir el riesgo de que me puedo estrellar.

-Más allá de tus papeles en cine, en España sos uno de los actores más reconocidos en series, con títulos como Narcos, Apaches o Marte, para diversas plataformas. Si te dan a elegir, ¿cine o series?

Soy un enamorado del cine. Cuando iba al de la calle Colón, en Córdoba, había una pantalla muy grande (o yo lo veía así) y era un espectáculo verlo con un montón de gente desconocida, cada uno haciendo su viaje y al mismo tiempo compartiéndolo. Eso es mágico.

No es fácil poder elegir, pero soy bastante afortunado porque nunca tuve que trabajar por necesidad o por dinero. Los momentos más duros los aguanté a base de ahorro o de pedir un préstamo al banco, para no hacer algo que no estuviera en consonancia con mis ideas. Es un mambo mío, que tiene que ver con ser lo más coherente posible. Y también por respeto a la gente que trabaja: no quiero hacer una película en la que no me interesa estar.

-Cuando hace una década ganaste el Goya a la Revelación por una película desconocida en la Argentina, Celda 211, ¿pensabas en España como el lugar donde te ibas a establecer para desarrollar tu carrera?

Yo no sabía lo que me iba a pasar en España. Me fui del país en 2004 por sugerencia de mis padres, que me dieron dos mil dólares por si los necesitaba o quería volver. Había vivido desde los dos meses hasta los 4 años en Canarias y en Madrid y fui a reconectar con algo.

En Córdoba no tenía perspectiva: estudié guitarra clásica tres años, psicología dos años, un año en literatura y letras modernas. Mientras, hice cuatro años de seminarios en el Teatro Real de Córdoba. Y me encontré con Willy Ianni, el primer maestro de teatro con quien a través de sus enseñanzas descubrí en profundidad de qué va el teatro y la actuación. Pero trabajaba de noche en un pub, donde todos los fines de semana había peleas con botellas. Era un ámbito muy violento y aunque no tenía otra cosa que hacer, lo dejé. Necesitaba desconectarme de la violencia que estaba teniendo en Córdoba.

En España intenté ponerme a laburar y no me salió. Se me venció el permiso y tuve miedo de que si salía del país fuera de término me penalizarían y no podría entrar de nuevo en la Comunidad Europea. Me quedé. La decisión no fue muy razonada. Normalizar mi situación me llevó cuatro años y medio. Pero hubo mucha gente que me ayudó. Sin el sostén de esa gente que te quiere ver bien no hubiera podido avanzar.

Julia Montesoro

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