El jueves 18 de junio se estrena en la Sala de Cine Virtual de Puentes de Cine (de la Asociación de Directores de Cine PCI) el documental Retrato incompleto de la canción infinita, de Roly Rauwolf, sobre el músico y compositor Daniel Melero.
Se trata del rescate de uno de los músicos más trascendentes del rock argentino, referente de otros músicos, quien supo mantenerse alejado de la sobreexposición.
El documental recupera imágenes de distintos momentos de su trayectoria, desde el under hasta la actualidad (incluyendo dos entrevistas con el realizador). El montaje, rico en flashbacks, articula un monólogo del protagonista más conceptual que evocativo, una suerte de declaración de principios. También hay buenos momentos musicales, recortes de diversos recitales.
Roly Rauwolf dialogó con GPS audiovisual sobre Retrato incompleto de la canción infinita y su admirado Daniel Melero.
-¿Quién era Daniel Melero para vos antes del documental y quién es a partir de la película terminada?
Melero siempre fue un referente. En 1988 llegó a mí un casete de Silencio, y desde ahí seguí su trayectoria musical. También me pasaba que después lo escuchaba en alguna entrevista, o lo leía, y todo lo que decía me dejaba pensando. Me cuestionaba, y eso me gustaba. Posdocumental, me sigue pasando lo mismo. Amplificado tal vez. Y sigue siendo generoso y sigue siendo un misterio.
-¿Cuál fue el puntapié inicial para hacer una película sobre él?
Fue en 2012. Estábamos con Lorena Muñoz haciendo un programa para el canal Encuentro sobre música. Uno de esos capítulos estaba dedicado a Shaman y los hombres en llamas, que era como la banda nueva, que estaba forjando su camino. Ese disco estaba producido por Melero. Propuse entrevistarlo para el programa, pero me preparé para hacer una entrevista más completa. Fui a ver hasta dónde daba la situación. La primera pregunta tuvo que ver con la producción del disco de Shaman. Es lo que quedó en el programa. Después siguió una entrevista de dos horas. Ese fue el inicio.
-¿La película se armó a partir de tener todos los archivos a disposición? ¿O fue un puzle donde se fueron acomodando las piezas a medida que iban apareciendo?
Se armó teniendo un 70 por ciento del material. Fue un proceso largo: pensá que la primera entrevista fue en 2012. Y recién en 2016 siento que me pongo a darle forma a la película, a como seguir ciertas líneas narrativas. Y así llegar a las formas finales. Fue terminada en el 2019, cuando se estrenó en el BAFICI. Cuando quedó seleccionada faltaban cosas, pero fue el empujón final para llegar. Y llegamos.
-Una característica de la película es que los registros son prácticamente todos en ambientes cerrados. ¿Había una intención de remarcar su condición de “artista de estudio”? ¿Era lo que había?
El hábitat del músico es básicamente ése: la sala de ensayo, el estudio de grabación, los bares donde tocan. Son más comunes los lugares cerrados que un estadio abierto. Pero noté eso también, y por eso grabamos esas escenas con los drones, buscando un espacio abierto, para que la película respire. Por ahí en el medio difumina un poco, pero al principio y al final están.
-Otro rasgo del documental es que hay un solo narrador y es el propio Melero (en las entrevistas o en archivos). Es un autorretrato, pero no autobiográfico sino apelando a lo “conceptual” (palabra a la que alude recurrentemente). Es decir, a sus definiciones sobre temas relacionados con la música. ¿Siempre estuvo pensado así el documental?
Originalmente, no. Después de que hice esa entrevista de 2012, tuve una primera idea más convencional. El primer boceto de guion contaba con otras entrevistas. Era más “talking heads”. Pero de a poco se fue imponiendo la otra línea. Fue cuando en 2016 me puse a armar el documental. Ahí me di cuenta que debía ser un monologo. El desafío era que funcionara. Que estuviera toda la película contada desde ese lugar.
-La película se estrenó hace un año, en el BAFICI. ¿Qué te devolvió el público que no habías advertido?
Yo no me había dado cuenta, creí que un documental sobre Daniel Melero era algo que me gustaba solo a mí. El es un vector, una columna del rock nacional. Tiene mucha historia, mucha trayectoria. Y sinuosa, como dice él (risas). Pero la gente me agradeció que existiera el documental. Y además le gustó. Eso para mí fue un lindo premio.
-Al final, en los créditos, dice “primera etapa”. ¿Es verdad entonces lo que postula el título, que es “incompleta” e “infinita”?
¡Totalmente! El documental asume desde el vamos que es incompleto. Asume la contradicción. Porque hay discos de los que no hablamos; discos fundamentales, como Travesti, o rupturales, como Operación escuchar. Y también pasó (y sigue pasando) que cuando movés algo se empiezan a agitar las cosas. Y empezaron a aparecer muchos archivos, y esas son cosas que ayudan a completar esa historia. O a seguir incompletándola. Por eso siempre va a seguir siendo infinita.
Norberto Chab