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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Cecilia del Valle estrena «Canela»: «Sentí que debía ser un final en tránsito»

El jueves 14 de mayo se estrena en línea en la novedosa plataforma Puentes de cine el documental Canela, de la realizadora rosarina Cecilia del Valle, que retrata la vida de una mujer trans sexagenaria.

La realizadora acompaña la vida de la arquitecta Canela Grandi en sus distintos espacios privados: la casa, la familia, la actividad laboral, su analista, su médico cirujano, una fugaz búsqueda religiosa y hasta algún ex amor reencontrado. No hace falta voz en off, subrayados ni monólogos: es la propia cotidianidad de Canela la que le va descubriendo (a ella y al espectador) conflictos y temores. Esas situaciones, que aparecen como episodios, van definiendo la decisión trascendente de una intervención quirúrgica para cambiar de sexo.

Canela también indaga en un tópico no frecuentado por el cine: las nuevas identidades sexuales y sus complejidades y especificidades: en este caso, se trata de un profesional con una vida consolidada, que confronta con su vida pasada a los sesenta años.

Cecilia del Valle dialogó con GPS audiovisual sobre Canela.

-¿Cuál fue el punto de partida del documental?

Fue a partir de una charla que dio ella sobre urbanismo, que es el anclaje que suele hacer entre la arquitectura y su vida. Como disparador, o como imagen generadora, ella solía decir una frase: proteger las raíces en la helada hasta que sea tiempo de despertar. Me pareció que es lo que hizo en su vida, y que había plasmado y apropiado ese tipo de arquitectura –la arquitectura orgánica-, como una forma de ser en el mundo. Eso me parecía muy interesante. Y por supuesto, haber hecho un cambio de género en una vida llena de mandatos como la que había tenido ella: en una empresa constructora, siendo arquitecta, teniendo tres hijos, con su mujer de toda la vida.

Había una gran historia en este nuevo periplo. Cuando comencé a registrarla ya se había hecho el cambio de género. Por ende, estaba con nuevos dilemas, nuevas preguntas. Ya estaba más grande y aun tenía algunas resistencias del entorno, pero de otra índole. Estaba bueno registrar eso: no el momento del cambio de género sino el después. De decidirse a ser transexual después de cierta edad y de haber transitado muchos años la masculinidad. Fueron los disparadores.

-¿Cómo fue integrarse a la vida de Canela pensando en una película?

-Es un documental que hice durante seis años: registré y acopié mucho material. El resultado fue decantando, a partir de lo que iba teniendo y de lo que le iba sucediendo en su vida. Hasta que hubo un punto de giro, un momento en que me pareció que era de lo que iba a tratar la película. Fue como encontrar el eje narrativo, un faro, y tuvo que ver con esa inquietud de ella sobre la operación, si había que intervenirse el cuerpo quirúrgicamente para ser esa persona que ella se imaginaba. Había una inquietud de ella, siempre muy proveedora y muy cuidadora, de sentir dudas al respecto de si iba a ser cuidada como ella había cuidado. Allí irrumpe en su vida un viejo amor, que si bien no le propone respuestas, al menos se amiga con las preguntas.

-¿En qué consistió el trabajo de preproducción?

-Tuvimos muchas charlas con ella y con sus hijos (tiene tres hijes pero la hija mujer se fue a vivir a España). Fue como sembrar la confianza que después permitió hacer un trabajo de tanta intimidad. Ese acopio fue sin registro: solamente escribiendo, encontrándonos, compartiendo facturas y mate, un vino. Trabajé primero con la coguionista, Romina Tamburello: lo hicimos juntas, lo presentamos al INCAA, y seguimos trabajando mucho en montaje, en laboratorios y en residencias. Allí empecé a escuchar lo que la película tenía para decirme. Tenía que ver mucho con lo que le estaba sucediendo en ese momento. Así nació la historia, que es un paréntesis de toda su vida.

-¿Qué elementos aparecieron en el rodaje que no estaban previstos en la estructura de la película?

-¡Millones! Hay muchos momentos de la película que son genuinos. En algunos casos, tratamos de configurar nuevamente algo que ella nos relataba, pero en otros la registraba y me quedaba con lo que consideraba que era edificante en este retrato.

También hubo cuestiones que tienen que ver con ella. Ella conoce a Angie -una chica trans que es bombero zapadora-, haciéndose el proceso de hormonización con el doctor Bertone, en Rosario, y empieza a darle otro tipo de información. Está como más conectada con otras mujeres trans. Ella es evangelista, y la lleva a este un lugar con Laura -especie de referente religiosa dentro del LGTBIQ- y empieza un periplo en donde suceden muchas cosas.

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-¿Cómo fue el trabajo de entrar en todos los ámbitos privados de Canela (hijos, psicóloga, médicos, oficina, congregación religiosa) y que todos “actuaran”, sin forzar ninguna situación?

Con la confianza, los años y cierta afinidad con muchas cuestiones, nos transformamos en amigas. Fue configurando un escenario muy cómodo para estar en algunas situaciones en las que ella me anticipaba que iba a estar.

Mi trabajo de estar en sus ámbitos privados se fue aceitando con los años, con esa cercanía que empiezan a tener los que son parte del documental, con la cámara y el equipo técnico. Eso generó un espacio de confianza y amorosidad hacia el proyecto. Fue complejo porque me generaba muchas dudas estar en algunos lugares privados, íntimos. Pero a la vez creo que encontré un tono que no es invasivo.

Por el contrario, ¿qué otros espacios privados no pudieron abordar?

-En algún momento tuve la idea de registrarla a ella en un bar, en la noche. Por anécdotas que me había contado. Pero ese anecdotario fue cambiando mucho: ella ya no sale tanto, tiene una vida mucho mas casera, y había cambiado mucho el vínculo con los hijos (de esa primera resistencia que habían tenido porque eran adolescentes), y empezaron a acercarse a la idea. No sé si quedó algún espacio particular que ella haya dicho que no, o que yo haya querido registrar y no pude.

-¿Cómo decidiste el final de la película, en el esquema previo al rodaje o después, en el montaje?

-Se fue dando junto con la montajista. Trabajé con una y después de rodar hubo otras. En realidad, cuando Valeria irrumpe en la vida de Canela (o hay un reencuentro con ese viejo amor), empieza a aparecer esto de ser aceptada como ella es, y de volver a sentir algo incondicional, que la corre un poco de la idea de la intervención.

No tengo muy claro cómo decidí el final porque fue muy complejo. En algún momento tuvo una voz que después le saqué. Fui probando. En los comienzos, la estructura tuvo un tipo de formato de entrevistas. Se fue reconfigurando de a poco, con la montajista y con los distintos laboratorios que fue haciendo. El final sentí que era ése: un final en tránsito.

-¿Qué vio de sí misma Canela en la película que no había advertido antes?

Lo que apareció con la terapeuta en la película tiene que ver con sentir realmente quiénes están a su lado  quiénes estarían en el caso de que ella dé un paso tan importante. Si es que necesita dar ese paso, si no hay otras cosas que tiene que ver con la operación, que no es la genitalidad. Lo que la estaba aquejando tenía que ver con el miedo a la soledad. Todes los del equipo de rodaje irrumpíamos en su vida, estábamos todo el tiempo hablando de cine. Pero cuando eso se corría había silencio. Si bien se relaciona con gente joven porque da clases en la universidad (aunque después se jubila), es ese momento de su vida calculo que se hace preguntas, hace un balance. Y tiene miedos.

Norberto Chab

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