En los primeros meses del año se estrenaron en plataformas las series La jauría (segunda temporada), rodada en Chile y Señorita 89, rodada en México. En ambos casos, la showrunner y codirectora es Lucía Puenzo. Casi al mismo tiempo, en la primera semana de julio, en el Festival de Taormina se estrenó Tell it like a woman, largometraje compuesto por siete cuentos –cada uno dirigido por una realizadora diferente-, cuyo denominador común es la representación de protagonistas femeninas. Allí, Puenzo dirigió el episodio Lagonegro, protagonizado por Eva Longoria.
En los últimos dos años, las oportunidades laborales de Puenzo se multiplicaron en el extranjero. Aun así, se alinearon las agendas y Puenzo volverá a filmar en la Argentina en agosto próximo.
-La jauría es una serie en la que están muy presentes tópicos recurrentes de tu obra, como la misoginia, la cosificación de la mujer, el abuso en sus diversos matices, las infancias y adolescencias abandonadas o descuidadas. ¿Buscás deliberadamente esa continuidad temática?
En los últimos años, cada vez me ocurre más que las propuestas no son ideas propias, sino que vienen de otras u otros. Fue el caso de La jauría. Pero luego, durante el proceso de escritura, se transforman. Suele ocurrir que me traen una idea o incluso un primer guion y se va modificando. En este caso, el proyecto era prioritariamente un escuadrón de policías mujeres especialistas en crímenes de género. Pero a la par de las policías, se ganaron su lugar en la serie las chicas jóvenes, que en la primera temporada son estudiantes de una escuela secundaria y en la segunda, un grupo de universitarias y de otras mujeres que se salieron del sistema. Digamos que están en los márgenes. Esas chicas muy jóvenes podrían ser acordes a las protagonistas de mis novelas o mis películas, es verdad.
-En esa misma línea está Señorita 89, un thriller político que rodaste en México y que también explora los abusos. ¿Qué te interesó de este proyecto?
Estábamos filmando la temporada 2 de La Jauría y empezamos a hablar con Angela Poblete, que es la cabeza de Fábula de TV y plataformas. Pensaban en un thriller político en los 80 en México, coincidentes con el surgimiento de Televisa. Todos los latinoamericanos sabemos los que son los multimedios con sus bajadas: conformaron pueblos, formaron países. Televisa fue el más bestial de todos. En la historia de los Azcárraga está la historia del México de las últimas seis o siete décadas. De hecho, estamos escribiendo esa historia ahora. En ese momento se apuntaba más específicamente al universo de la belleza: a sus estereotipos, a cómo se consumía a las mujeres en esos años. Cambiamos la propuesta original para que quienes cuenten esta historia sea un grupo de chicas de distintos estados de México, como una historia coral contada por un grupo de chicas muy jovencitas que son elegidas para hacer tres meses de entrenamiento para competir en este certamen.
-Rodaste La jauría en Chile y Señorita 89 en México. ¿Hay algún secreto para lograr un tono fuertemente local y trascender al resto del continente?
Son historias que podrían ocurrir en cualquier parte. Todavía me acuerdo de crecer frente a un televisor viendo a un conductor que hacía 45 puntos de rating que le cortaba una pollerita a una chica muy joven. Yo como niña y todos, en todas las casas, nos reíamos. Estaba totalmente normalizado y nadie se escandalizaba. Y fue hace solo 20 años. Cualquiera de esas series podría haber ocurrido acá: conocemos esta historia. Escribir diálogos “a lo mexicano” se aprende: más que nada hay que entender el tono local. Podemos escribir con muchos localismos. Lo siento muy cercano, no me es ajeno.
Pero por fuera del guion, como latinoamericanos atravesamos los mismos surcos: en lo político, lo cultural, en cómo nos formamos como mujeres.
-De alguna manera seguiste la saga con el rodaje de Dive, la película protagonizada por Karla Souza.
Se trata de una historia real de abusos de un entrenador intocable en el mundo del deporte mexicano con clavadistas olímpicas. Se manejó tan a puertas cerradas que no pudieron sacarlo del mundo del deporte. Entonces las chicas se juntaron para contar esta historia y surgieron las denuncias por decenas. Ellas mismas nos abrieron las puertas: ayudaron a escribir el guion y a buscar las locaciones. La filmamos sin que nadie se enterara. Ahora mismo estoy haciendo la mezcla de sonido. Se estrena en octubre y va a recorrer el circuito de festivales. Tras el estreno, Amazon la compró para el mundo entero.
-Desde que incursionaste en el mundo de las plataformas casi no pasás por las salas.
Dive es mi primera película después del nacimiento de mi hija Nina –que tiene cinco años y medio- y la pandemia, pero es cierto que va a estar poco tiempo en salas. Todavía nos estamos acostumbrando a esta nueva modalidad. Ahora estamos haciendo otra película que será independiente, como Wakolda. Y que hará el recorrido comercial como antes de las plataformas.
-La pregunta que a nadie se le ocurriría hacer: ¿qué distancias encontrás entre una película y una serie?
No hago diferencias entre el amor, el tiempo, la dedicación y la energía que le dedico. Y en las series tengo el mismo equipo con el que hago mis películas: casi todas las cabezas me acompañan cuando viajo. La hacemos con el mismo compromiso, dedicación, pensamos la puesta de la misma forma, ensayamos con la misma energía. No hay diferencias.
Por suerte me dejan escribir las series, elegir los autores, el elenco y los restantes directores. Edito todo en Buenos Aires y puedo mandar los cortes a los directores de los diferentes países. Soy la que prende y la que apaga la luz (ríe). Desde ese lugar, tengo la misma sensación autoral que en una película. Obviamente, es un deporte más largo, una maratón que te lleva dos años de vida. Ahora mismo comienzo a filmar mi película en cinco meses clavado, mientras que en una serie son cuatro meses de rodaje, con una posproducción de un año de trabajo. Hay que estar preparado para tolerarlo.
Sí hay diferencia en los equipos. Estamos haciendo series cada vez más grandes. En la última que hice el equipo técnico era de 450 personas. Son buques grandes de mover y si no tenemos equipos sólidos que nos conozcamos mucho no hay manera de llevarlas.
-¿En qué quedó el vínculo con la productora Gaumont?
Tengo dos proyectos a desarrollar. Uno de ellos es Futuro incierto, una serie con Paramount que tiene que ver con el universo de la inteligencia artificial de los androides y genoides de la Patagonia. Lo estoy desarrollando con Leo D’Agostino y César Sodero.
El otro es la increíble vida de Tina Modotti, una revolucionaria. Es una actriz hollywoodense que llega desde Italia a los veintipico de años y se convierte en una grandísima fotógrafa y fotoperiodista que quedó menospreciada.
–Los invisibles, que nació como un cortometraje, se convirtió en tu última novela. ¿Cómo sabés cuándo un texto tiene destino de audiovisual o de letra escrita?
Desde el primer momento me pasa que sé si es un cuento, una película, una serie o un corto. Hay algo que está en el ADN del material y que puedo reconocer. Además el proceso de escritura es completamente distinto. Yo escribo literatura sin saber la estructura. Si no, no puedo escribir. En un guion, funciono radicalmente a la inversa: me cuesta mucho escribir escena por escena si no tengo idea de cuál es la estructura dramática y hacia dónde voy. Aun en las series, que son más digresivas y más rizomáticas que una película. Tengo que saber todo, trabajar mucho con el universo del personaje, con su arco. En la literatura me gusta no saber absolutamente nada: que el juego sea de oración en oración. ¡Ni siquiera quiero saber el capítulo siguiente!
Con Los invisibles pasó que primero fue un corto, después se transformó en una novela y ahora estoy escribiendo un guion. Estaba en ese ejercicio cuando la interrumpí por otro proyecto.
-¿Algo así como el proyecto interrumpido de Losing in Clementine, con Jessica Chastaing?
En algún momento fue un proyecto de una productora. Pero Jessica Chastaing se fue a hacer una serie en HBO. Quedamos muy amigas, pero cada una fue en otra dirección. A veces aparecen proyectos con mucha fuerza que parecen posibles, pero ocurren con cierto equipo y cierta actriz. Si se van en otra dirección, el proyecto se disuelve. Pero a la vez aparecen otros más próximos. Todo parece indicar que voy a hacer una película. Y volver a filmar en Buenos Aires.
-¿Alguno de los proyectos que estaba dando vueltas?
Sí: es Los impactados. Comenzamos a filmar a mediados de agosto. ¡Por fin una película en Buenos Aires! Con el mismo equipo con el que rodamos XXY y Wakolda: Lorena Ventimiglia, artista plástica que también es directora de arte, Leo y Sodero. Tiene que ver con los que sobreviven a los impactos de rayos. Es la historia de una chica que se despierta después de un impacto masivo en la cabeza. Independiente y con la vieja usanza de las coproducciones.
-¿Quiénes son sus protagonistas?
Mariana di Girolamo, Germán Palacios y Guille Pfening: todos amigos de otros proyectos. Más un grupo de chicos jóvenes surgidos de la escuela de Nora Moseinco. Estamos buscando una casa en la costa atlántica para rodar una semana
-¿Buscando la casa en el mar, como en XXY?
Tengo las mismas recurrencias, vuelvo a los mismos surcos: otra vez escribiendo la misma historia, una y otra vez (Risas). Lo más insólito es que estamos considerando volver a la misma casa donde filmamos XXY. Es una vuelta al primer cine que hice en 2007. Somos los mismos pero más viejos, con canas y con hijos grandes. Pero es muy divertido.
-¿Cómo te integraste al proyecto colectivo Tell it like a woman?
Me convocó un grupo de directoras mujeres que tienen una ONG, que entre otras cosas está trabajando para cambiar la narrativa de las películas hechas por mujeres. La consigna fue hacer el corto que quisiéramos con la actriz que quisiéramos. Lagonegro, el nombre de mi corto, es el lugar de donde vienen mis abuelos. Yo había escrito un cuento sobre la maternidad, sobre elegir no ser madre. Con Eva Longoria teníamos ambas hijos chiquitos, en ese entonces de un año y medio, dos. Elegir ser madre grandes era un tema personal para nosotras. Lo escribimos juntas y salimos dos días antes de que cerraran las fronteras. Filmamos a una hora de Roma y estrenamos dos años después. Fue tan importante el lanzamiento que se evalúa la posibilidad de hacer lo mismo con directoras latinoamericanas.
-¿Te entusiasma saber que cada proyecto implica un viaje?
Es que yo crecí así. Viajando con mis hermanos. Conocimos el oficio desde chicos de esa manera. Y me divierte esta idea de familia viajera, con mi marido (NR.: Sergio Bizzio) y el equipo de trabajo. Y también está nuestra hija Nina, que a los 5 años ya hace la pizarra.
Julia Montesoro