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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Pablo Echarri protagoniza la obra teatral «Druk»: «Hace tiempo que me divorcié del ego más profundo, mi vida es más valiosa que la fama»

Pablo Echarri protagoniza junto a Juan Gil Navarro, Osqui Guzmán y Carlos Portaluppi la obra teatral Druk, basada en la película de Thomas Vinterberg ganadora del Premio Oscar, que se presenta de miércoles a domingo en el Teatro Metropolitan y que se consolidó como uno de los grandes sucesos de la cartelera porteña desde su estreno, el 12 de marzo.

En la obra, un grupo de docentes decide poner a prueba una curiosa teoría que afirma que los humanos nacemos con un déficit de alcohol del 0,5% y que, entonces, para funcionar de manera óptima es necesario compensar bebiendo esa cantidad todos los días.

Druk es la adaptación teatral de Thomas Vinterberg y Claus Flygare de la película ganadora del premio Oscar Another Round, con dirección de Javier Daulte y producción general de Pablo Kompel y Ricardo Hornos.

-A casi tres meses del estreno de Druk, que se presenta cuatro días por semana a sala llena, ¿qué te decidió a ponerle el cuerpo y apostar por esta obra?

Lo primero fue la aparición de (Pablo) Kompel (NR. productor teatral), después de unos cuantos años que no trabajábamos juntos, con un equipo que se conocía desde El hijo de puta del sombrero (NR. Estrenada en 2012) y que también significaba trabajar de la mano de Javier Daulte. Hacía tantos años que no tenía contacto con ellos que me dio mucha ilusión esa propuesta inicial.

Después, claramente el hecho de que lo que me ofrecieran fuese un texto escrito por Thomas Vinterberg, uno de mis directores y autores favoritos. Antes de ser la película ganadora del Oscar, Druk se creó como una obra de teatro. Y además es la primera adaptación que se hace en el mundo.

La obra cuenta la historia de cuatro amigos profesores de colegio que descubren que un filósofo sostiene que el ser humano podría nacer con un déficit de 0.5% de alcohol en la sangre. Y se proponen, para poder tener una vida más musical, más alegre y más llevadera, equilibrar ese déficit de manera externa, adosando ese 0.5% todo el tiempo. Parece una propuesta que todo el mundo entiende de qué se trata: el vino sobre la mesa siempre ha sido un gran acompañante; de todos los amigos y las amigas que se juntan y que buscan en algún momento entrar en la conversación, contarse cosas de su vida, liberar un poco sus corazones.

Pero el argumento es solo un disparador. Lo maravilloso de Vinterberg fue que utilizó ese disparador absolutamente creíble para iniciar un camino que se presenta como un juego de pura diversión, pero que llega a un hondo dramatismo.

Cuando leí el texto me encantó, pero tenía mucha incertidumbre. No sabía cómo podía trasladar el lenguaje del cine a un espectáculo teatral, con otra cadencia y con cuatro personajes en escena, teniendo en cuenta que la película tiene cambios de locaciones, de exteriores y de más personajes.

Daulte logró una adaptación extraordinaria y una síntesis teatral fantástica. Nosotros vemos cómo el público se sumerge en una historia de pura diversión, de estos cuatro borrachines amigos que están atravesando, a partir de sus 50 años, crisis de todos los colores. Y que buscan en ese disparador de 0,5% la posibilidad de recuperar un poco del brillo que han perdido con los años.

El consigue un nivel profundo de identificación y de diversión con el público, ya que lo utiliza. Hay algo de cierta ruptura con la cuarta pared que surge en un momento determinado y genera un estado de fascinación, en la medida que los cuatro amigos van avanzando en esta recuperación de lo perdido, entendiendo también que el alcohol no les va a devolver nada. Y que son ellos los que tienen que encontrarse con ellos mismos.

-¿Qué te interpeló de los temas esenciales que aborda la obra?

Lo principal, que es llegar a los 50 años. Uno irrefrenablemente a esa edad mira hacia atrás. En mi caso hay mucho camino recorrido, muchos sueños cumplidos, objetivos que fueron puestos en proyección y que se llevaron a cabo.

Uno a los 30 no está preparado para saber si se equivocó, si este camino elegido es el que verdaderamente quiere. Todavía hay energía para gastar. No hay mucha certeza del final. A los 40 no se pregunta si el sueño ha sido cumplido: todavía hay un poco más de hilo en el carretel. A los 50 inexorablemente uno hace una retrospectiva y observa si se cumplió eso que buscaba de joven. Y si no fue así, si tiene posibilidades de hacerlo. También ve cuánta culpa y responsabilidad tiene de aquello de lo que se alejó. A los 50 claramente ya no estás en la mitad de su vida sino un poco más cerca del final, con la necesidad de dosificar la energía. Uno siempre tiene la posibilidad de echarle la culpa a los demás, pero al revisar hacia atrás (y Druk propone eso) empieza a ver cuáles son los errores cometidos. Por lo menos para darle un nuevo camino a este segmento de tiempo que tenemos por delante.

-¿El paso del tiempo te puso alguna vez frente a una crisis existencial?

Fui sensible a los mojones del paso del tiempo. Podría decir que en cada década uno termina haciendo algún tipo de resumen y de retrospectiva. A veces con más conciencia del camino recorrido, como a los 50. Yo descubrí que he tenido una vida extraordinaria desde el comienzo en Villa Dominico, hasta cuando empecé a transitar mis primeros pasos solos, cuando empecé a vivir solo a los 23 años.

He cumplido sueños en lo profesional, en el oficio. También el de tener una familia maravillosa, que disfruto día a día, con una esposa única y unos hijos maravillosos. Tengo a mi vieja conmigo; a mis amigos, con los que he construido mucho. Mis retrospectivas, cada 10 años, han sido bastante positivas.  

Al no haber dejado tantas cuentas pendientes, podía centrarme en lo mal hecho y de tratar de resolverlo en tiempo y forma. De ser consecuente con ese deseo de poder resolverlo para poder aprovechar el tiempo que queda hacia adelante. Además, hace 18 años que gestiono política sectorial. He podido cumplir el sueño de la producción, de estar en los medios -el cine, el teatro, y la televisión-, con la misma importancia. Me he podido expresar políticamente y sentar posición, que era lo que yo necesitaba en un momento determinado de mi vida. Y no he muerto en el intento.

Cada vez que hago estas estas retrospectivas, el haber es mucho más grande que el debe. Me da la posibilidad de corregir esos debes que existen, ¿eh?, pero tengo la expectativa de tener una vida cada vez mejor y cada vez conformarme con menos.

Los logros, el éxito, el beneplácito del éxito se va rápido. En esta mirada retrospectiva que uno hace (y que se hacen en Druk) la conclusión es que cada vez se necesita menos para poder ser feliz.

-¿Revisaste o replanteaste el costo de la fama, del peso de cada opinión tuya, del deseo de subirte a un escenario o colocarte frente a una cámara?

El replanteo que vino en algún momento de mi vida, sobre todo en momentos muy negativos, fue el beneficio de la exposición. Me planteé si era el camino que quería tomar. En un momento sufrí algunas pérdidas, un poco dolorosas, y me pregunté si valía la pena la elección. Lo digo objetivamente por los tiempos más complicados, sobre todo el año 2002, cuando sufrí el secuestro de mi papá. Fue el summun del costo a pagar por ser famoso. Todo lo demás había sido muy positivo. A veces que la prensa del corazón te siga, te corra y esté atenta a tus movimientos puede ser algo molesto. Como las guardias en la puerta de tu casa, en momentos de mucha popularidad. Hasta ahí, es un costo que uno está dispuesto a pagar. Pero que te arranquen del seno de tu hogar a tu propio padre ya no es un precio tan justo.

Ahí tuve una disyuntiva grande. Me pregunté durante años si había valido la pena. Después tuve la posibilidad de sanar heridas y darme cuenta que inclusive ese hecho doloroso y cruel también habían construido este hombre que soy hoy.

Lo que sí a esta altura, a los 55, tengo muy buen acuerdo con la vida y me parece que todo ha sido verdadera ganancia. Hasta ese hecho desafortunado tuvo un final feliz.

-Usás la palabra retrospectiva y pienso qué te ocurriría si se te dedicara una retrospectiva de tu obra.

Es innecesaria. Hace tiempo que me divorcié del ego más profundo, de verme en la marquesina o de contar las películas, los éxitos o la cantidad de contenido hecho. Mi vida es más valiosa que el mero hecho de estar en la tele, en el teatro o en la televisión.

También creo que mucho de lo muy bueno que hice fue fuera de ese marco: mi familia y otra es la fusión de SAGAI. Los casi 19 años de la existencia de SAGAI compitieron muy cabeza a cabeza con mi carrera artística. Por el valor que existe dentro de un colectivo diezmado y castigado. Ni hablar de este momento, en el que estamos siendo perseguidos, aprisionados y silenciados, por todo lo que sabemos: el ataque a la cultura en general, pero a los actores en particular.

-Si tuvieras que subir a escena a contar quien sos, ¿por dónde empezás?

Me considero un laburante. Este oficio es como el del zapatero, el plomero… he hecho algunos trabajos mucho más trascendentes que otros, pero mi oficio me sigue dando de comer y sigo respetando los compromisos laborales.

Doy absolutamente todo cuando tengo la posibilidad y cuando tengo que subirme al escenario o colocarme delante de la cámara. También cuando estoy detrás de la cámara como productor. Soy muy conciente de los compromisos del oficio: tener la letra sabida, llegar temprano, cumplir con las labores por las que fui contratado, generar un buen clima de trabajo, ser generoso con mis compañeros y construir desde ahí y no desde otro lado. A los 55 años y más de 30 de carrera, esto es lo que sostiene el oficio. Y también sé que hay otros artistas por los que vale más la pena homenajear con una retrospectiva.

-Tu lugar de productor es el menos conocido, pero hace dos años presentaste en Mar del Plata un documental sobre la vida de China Zorrilla, dirigido por Alejandro Maci. ¿En qué etapa se encuentra el proyecto?

Estamos en la etapa de la corrección de color y otras correcciones técnicas. Seguramente se estrenará antes de los próximos dos meses. Fue un trabajo arduo, como también lo fue abrir una productora en un momento donde la producción independiente se derrumbaba. Si bien Argentina recuperará el lugar de brillo que tuvo, me tocó vivir, tal vez, el peor de los momentos. Una vez que termine el documental, frenaré con la producción, hasta ver la posibilidad de un momento mucho más auspicioso.

O sea, la realidad actual es la peor de todas, porque somos perseguidos, vilipendiados y totalmente segregados. Pero el sector audiovisual ya venía en franca decadencia. Ya se filmaban películas en tres semanas. Y decidí no ser parte de algunos proyectos porque me daba cuenta que así no se podía conseguir un estándar aceptable de factura técnica y artística. Nadie puede filmar algo atractivo en tres semanas. Hace un tiempo que preferí no subirme a ciertos proyectos que no me iban a representar. Luego vino la llegada de este Gobierno que atentó contra el Instituto de Cine.

-Hace seis años se estrenaron tus últimas tres películas: la entrañable comedia dramática El kiosko, No soy tu mami, de Marcos Carnevale y el drama El silencio del cazador, de Martín Desalvo. ¿Ningún proyecto estuvo dando vueltas para verte nuevamente en pantalla grande?

No fue una toma de posición, sino que hubo un factor determinante como la insuficiencia en las inversiones en los últimos años. Las películas de los últimos años cada vez contaban con menos presupuesto y, por ende, con menos tiempo de realización. Me llegaban propuestas de películas realizadas en tres semanas de rodaje, cuatro como mucho. Aun películas como El silencio del cazador o El kiosco tuvieron entre cinco semanas y pico o seis. Todavía era un número lógico, razonable para poder generar un contenido de cierta dignidad en factura visual y artística.

Después, lo que tuvo que ver con el impulso cinematográfico en la Argentina empezó a tener las dificultades de un fondo cinematográfico cada vez más exiguo, más pequeño. Eso hacía que divididos en tanta cantidad de películas, a cada una les tocaba un fondo bastante pequeño. Entonces se filmaban en muy pocas semanas. Soy de la idea de que así, nada muy interesante se puede filmar. Sobre todo, guiones que son creados para más semanas, que luego son reformados con el afán de que entren en menos tiempo. Ahí se ve la dificultad concreta de poder llegar a un contenido acabado y digno para ser mostrado. A partir de eso decidí no participar más en ninguna de las películas que me venían ofreciendo con esas características. En cambio, estoy trabajando hace más de seis años en SAGAI para tratar de revertir esa situación. Buscamos conseguir las herramientas necesarias para volver a tener mejores posibilidades de filmar para salir a competir con mejores contenidos en el mundo.

-A lo que se sumó la situación de desfinanciamiento del cine en la que estamos hoy.

¡Claro! A esa situación de una lenta caída, pero constante a lo largo de los años, se sumó a la llegada de un gobierno ultraconservador que vio al sector cultural -y al audiovisual en particular-, como un enemigo a combatir. Empezó a poner foco en las películas que supuestamente no veía nadie. Sin entender que el espíritu de la Ley de Cine, es acompañar a los creadores y a los talentos incipientes y no colocar los fondos al servicio de los que más gente meten en las salas.

Qué necesidad tiene una película con una espalda financiera sólida, con posibilidades de promoción y por ende de lograr taquilla, de recibir un subsidio del Instituto antes que otras. Este gobierno de ultraderecha vino a cambiar el paradigma de dejar de apoyar a los creadores incipientes, a los nuevos, a los talentos jóvenes para colocar los fondos (el día que los coloque) para apoyar a las películas que más recaudan.

¿Qué evaluación hacés frente a esta circunstancia?

Hablar con este Gobierno es como hablar con la pared. No tenemos posibilidad de generar un diálogo o la intención de la comprensión de que esta Ley de Cine nació para impulsar a los talentos creadores, a los nuevos, a los buenos, a los que deben ser impulsados.

Estamos esperando es que se agote este modelo para luego nosotros volver, encontrar una síntesis mucho más representativa de lo que debe ser una Ley de Cine y lo que debe ser un Instituto tal como funciona en el resto del mundo: el impulso de los grandes talentos ya instalado y también el impulso de los talentos noveles, de los talentos que aún no son conocidos. Para que ellos también puedan llegar a ser tomados por las plataformas y por las grandes casas productoras. Las grandes casas productoras tomarán estos nuevos talentos en la medida que vean que funcionan; que expongan sus óperas primas, sus cortometrajes, sus películas iniciáticas. Es un tiempo de lucha, de no aflojar, y también de no salir a negociar nada con estos gobiernos de ultraderecha que lo que buscan es la destrucción del sector.

Julia Montesoro

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