Productora fundamental del último medio siglo del cine argentino, Lita Stantic recibió el Premio a la Trayectoria en el BAFICI, el Festival de Cine independiente de Buenos Aires, que concluyó el domingo 13.
«Muchas veces pasamos momentos bastante complicados, pero seguimos adelante. Así que, la verdad, ¡viva el cine argentino!», expresó en el momento de recibir el reconocimiento de manos del productor Matías Mosteirín, reflejando el estado de ánimo de la audiencia que la envolvió con un fervoroso aplauso.

-¿Qué significado tiene recibir un Premio a la Trayectoria? ¿Qué ves cuando miras el espejo retrovisor?
Que pasaron muchos años… Son 57, si cuento mi etapa como jefa de producción y diez menos como productora. Es muy agradable que se reconozca la trayectoria. Y lo que veo mirando atrás es que he tenido suerte. Porque tuve la posibilidad de encontrarme con directores muy talentosos y estoy muy contenta de las películas en las que participé.
-Al recibir el premio mencionaste que en todo ese tiempo atravesaste por distintas etapas, situaciones más complejas y hasta dictaduras. ¿En qué momento estamos hoy?
En el momento en que es muy difícil encarar proyectos porque el apoyo del Instituto está paralizado. No es que el Instituto produce te da todo el dinero para hacer la película. Pero es un comienzo de gran ayuda, para poder después buscar recursos en otros países y generar coproducciones. Pero siempre existe la posibilidad de buscar una salida. Quizás sea haciendo películas más pequeñas. Varias se han hecho sin el apoyo del instituto. Hasta que se vuelva a encarrilar el sistema. Porque tiene que normalizarse. Por eso, aunque es un momento complicado, hay que seguir peleando.
–A tu trayectoria como productora no se le puede omitir tu única experiencia como directora, Un muro de silencio, una película absolutamente necesaria. ¿Te pasó alguna vez en todo este tiempo la necesidad de querer volver a dirigir?
No. Cuando estrené Un muro de silencio tuve un par de ideas de proyectos, pero enseguida dije no. Podría haber seguido dirigiendo, pero siento que nací para ser productora. No haber sido directora no es una pérdida ni una frustración. En realidad, me comprometí en la dirección de Un muro de silencio porque la historia estaba muy ligada a mi vida personal. Aunque no sea exactamente lo que me pasó a mí, tenía la necesidad de hacer esta película. Y me lancé a dirigirla.
-En un momento en que contar ese tipo de historias no era lo más frecuente, por la forma en que elegiste contarla y cómo desarrollarla. ¿Qué te funcionó ahí como directora?
Era conciente de que no iba a ser una película muy convocante en cuanto a espectadores, porque era bastante dura. Pero tenía necesidad de hablar sobre la imposibilidad de olvidar y dejar atrás las cosas que pasaron. La única manera de sobrevivir bien es teniéndola presente. Esa fue la idea.
Cuando se sumaron Graciela Maglie y Gabriela Massuh para desarrollar el guion, el propósito era escribir y buscar un director. Siempre comento que se lo ofrecí a Margarethe von Trotta y me dijo algo realmente muy lógico, que me convenció: “Tiene que hacerlo una directora argentina. Es muy difícil para un director de afuera entrar en este tema”. Estoy contenta de haberla hecho, de que exista…
-Tenías la claridad de que lo tuyo era la producción.
Sí, seguro. Dudé un poco, pero después me di cuenta que me sentía conforme en ese rol. Era mi lugar y estoy contenta de haber hecho eso.
-¡Por suerte! Porque le abriste la puerta a directores y directoras de las nuevas generaciones. Por citar algunos nombres, a Lucrecia Martel, Adrián Caetano, Pablo Reyero, Pablo Trapero. ¿Qué mirada aportabas a cada proyecto?
Me interesa la producción como directora opinante. Creo en un productor que se pueda involucrar desde la observación en el guion o la búsqueda de los actores. Pero estoy convencida de que la película es del director. El autor es el director.
Cada película requiere enfrentar distintas dificultades y situaciones imprevistas. Me gusta mucho citar a Un oso rojo, de Caetano, porque se empezó hacer el día que comenzó el corralito. Lo interesante fue que la semana anterior, cuando se anunció el corralito, tanto el director como el equipo pensaba que la película se iba a parar. Había problemas para retirar dinero de los bancos, se generaban disturbios en la calle, se sucedía una serie de problemas… Y dije que había que hacerla igual. Me honra mucho porque es una de las películas en las que más intervine y más me gustan. Pero evidentemente es una película de Caetano. Uno puede sugerir al director cambios en el libro, no estar de acuerdo con el elenco y discutirlo, pero la película es del director. El productor puede ayudar. Tengo como ejemplo máximo al español Elías Querejeta, que estuvo en la época de gloria del cine español. El intervenía en función de ayudar para que la película fuera mejor.
-Se puede pensar en la idea de trayectoria como alguien que ya no está activo, pero no es tu caso. ¿Qué te lleva a seguir apostando por las nuevas generaciones y nuevas propuestas?
Me cuesta mucho pensar que voy a dejar de estar cerca del cine. Últimamente he estado produciendo documentales. Y tengo un par de proyectos de ficción que todavía están como armándose. No pienso parar a pesar de mi edad. Quiero seguir, el cine es mi vida.
-¿Qué te qué te lleva a vincularte a un proyecto?
Primero, conocer algo de un director. Por lo general tienen filmado algun corto. Y fundamentalmente, que quiera contar algo que yo considere que es necesario contar. Me interesa mucho las películas que dejan algo en el espectador. Aquellas en las que cuando uno se va del cine, de alguna manera se va transformado. Me interesa mucho ese cine.
Cuando se habla de la generación del año 2000, en donde aparecieron todos estos directores que hacían su primera película, casi todos tenían un corto que era interesante.
-El tuyo es un ojo especialmente entrenado, porque de allí surge el germen de lo que serán grandes directores.
Lucrecia Martel tenía un corto que me había gustado mucho: Rey muerto. Caetano tenía varios cortos y había codirigido un largo. También hubo películas en las que me sumé cuando ya había algo filmado y no podían seguir. Fue el caso de El bonaerense. Trapero la había filmado con un equipo que todavía no había cobrado. Y había que llegar a un montaje redondo de la película. Lo mismo pasó con Diego Lerman. También tenía una película que había filmado y no podía seguir. Pero me resultaba sencillo saber que la película iba a funcionar, a pesar de ser una ópera prima.
-¿Hoy es igual? ¿Podés intuir que se viene un autor, una autora, un director o directora potente? ¿O los tiempos cambiaron por las formas de producir, de hacer cine, de contar historias?
En este momento estoy involucrada en algo que ya estaba filmado (NR. Yo y la que fui, de Constanza Niscovolos). Es una película de una alumna de Adriana Lestido, que hizo una película sobre ella muy hermosa. La ayude a terminarla en la posproducción. Se exhibió en el BAFICI y está previsto su estreno para este año. Hay que seguir a pesar de lo que está pasando. Y a pesar de los años.
Julia Montesoro