Javier Van de Couter y Laura Huberman son dos de los integrantes de la trilogía creativa de Tesis sobre una domesticación, que tiene su estreno argentino en el marco del BAFICI, el viernes 4 a las 21.05 en el Cine Teatro Alvear.
Van de Couter es el director; Huberman, la coproductora y Sosa Villada, autora de la novela homónima en la que se basa la película y además su protagonista. Los tres estuvieron a cargo de la adaptación cinematográfica de una producción rupturista, que trata sobre una actriz travesti prestigiosa, adinerada y recién casada, que decide adoptar un hijo. Con la utopía familiar, el sueño parece completo. Esta tesis construye una nueva narrativa que incluye el goce, el glamour, la ambición y la contradicción: ¿cuál es el costo de sostener esta nueva realidad?
Tesis sobre una domesticación se presentará además el domingo 6 a las 14.30 hs. en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín y el martes 8 a las 21.10 hs. en la Sala 1 – Cacodelphia, antes de su estreno comercial, programado para la primera semana de mayo.

-¿Qué encontraron en el libro Tesis sobre una domesticación para llevarlo a la pantalla grande?
Javier: En principio Camila Sosa Villalda, la autora del libro, había sido la protagonista de mi primera película, Mía. Había allí un encuentro creativo, que luego siguió en el teatro o escribiendo algunas cosas. Estaba pendiente de lo que pasaría con su próxima novela, que es esta.
Lo que encontré fue una película. De hecho, había un fallido que repetía sin saberlo… Cuando leí la novela y le decía a Camila lo que había pensado, le comentaba “la película esto, la película aquello”. Fue ella quien entendió que yo hablaba como si fuese una película. Entonces le pregunté si aceptaba una película. Y me dijo que sí, si la protagonizaba. Con Laura ya habíamos trabajando en Implosión. Había visto sus cortos, pero también somos amigos. Fue muy orgánico el modo en que terminamos trabajando los tres.
Lo que vi fue esa protagonista, esa actriz, que guía el relato. Es una actriz, una mujer trans, que está en un lugar de privilegio. Tiene una jerarquía artística, dinero, poder; es un personaje distópico dentro de la realidad de de muchas personas trans, que se permitía ser políticamente incorrecta.
Laura: Que se permitía tener alguna crisis existencial, a no estar solo sobreviviendo, que es hacia donde van tantas historias y narrativas trans.
-¿De qué manera afrontaron las tensiones propias de la adaptación?
Javier: Una de las condiciones para que termine dirigiendo esta película fue decirle a Camila que la íbamos a adaptar y llevar a una versión cinematográfica. Pero que ella debía participar y escribir el guion con nosotros. La actriz, que es el personaje central, está construida por las manos de una travesti para contar a otra travesti. Eso me parecía fundamental para estar alineados en ese paso de la literatura al cine.
Así y todo, creo que no traicioné la esencia de la novela. Ni siquiera al personaje, porque además Camila es la protagonista. Ese personaje está en sus entrañas. Y adopta un punto de vista único, lo cual organiza el relato cinematográfico de una manera diferente a la narrativa que tiene la novela. En la novela hay otros puntos de vista: aquí hay uno solo y es el de la protagonista.
Para nosotros fue importante no explorar tanto el pasado de ese personaje, porque ahí había un pasado doloroso. Queríamos que se percibiera desde un lugar de poder, como una persona que vive en un último piso donde tiene una vista urbana increíble. Incluso es políticamente incorrecta con otras personas trans.
Si nosotros mostrábamos el pasado de ese personaje estábamos justificando ciertas cuestiones. Nos parecía que eso tenía que ir hacia el final, de una manera cinematográfica: una imagen puede condensar lo que en una novela capaz son varios capítulos.
Laura: ¡Tal cual! También me parece que el cine da otras cosas como las actuaciones, las miradas de los actores, los silencios, el fuera de campo. Javi es experto en esto y en dejar algunas cosas sin contar. Esto, en la literatura, es un poco más difícil o distinto.
En la novela está la voz de la narradora, las voces de los otros personajes. Algo muy interesante, que trabajamos mucho en el guion, es que los personajes no tienen nombre: son roles que ocupan en relación a otros. Está la madre, la actriz, el abogado, el esposo y la esposa, la madre y el padre de ella, la amiga. Esto vuelve la puesta en una escena teatral; como que son personajes armando una vida ficticia.
-¿Qué cuenta la historia?
Javier: La película cuenta la historia de una actriz, de una mujer, que está en una tensión permanente a partir de que conoce al abogado con quien se casa y se revela que es gay. También hay ahí una particularidad vincular, pero a partir de que ese encuentro se produce una tensión permanente entre lo que suponemos que es la domesticación y lo que va dejando atrás por esa domesticación.
Esa tensión es muy interesante porque propone muchas capas. Como en la novela, hay un desarrollo y una construcción para el erotismo, para cuando entra el hijo, para el tema de la adopción. Por las cosas que por formar una familia le pone un poco en frente a este personaje que no estaba quizá dispuesto a ir en esa dirección. Ese es un conflicto interno permanente en el personaje. Es uno de los grandes temas que está dentro la película.
Laura: A qué costo implica para esta mujer entrar en esa familia, casarse con ese abogado, el lugar de privilegio, el dinero que siempre es medio como una trampa. Es medio como una trampa, una jaula. De hecho, el departamento de ellos, lo digo sin spoilear, tiene algo de eso pensado desde la puesta en escena. Es como una especie de jaula de cristal, donde ella tiene mucho privilegio y comodidad, pero también está encerrada. Con todo lo que eso implica: hay muchas cosas que tiene que dejar de lado. Va a tener que hacer ese duelo o entrar en contradicción con eso.
-De la obra literaria al lenguaje audiovisual, ¿cuáles fueron las complejidades que atravesaron (tanto en la producción como en la dirección)?
Javier: En principio hubo que dejar afuera un montón de cosas que eran bellísimas. Por otro lado, no queríamos competir con esa potencia literaria, sino transformarla. Eso fue también complejo. También hubo qu tomar decisiones en relación al final de la novela.
Laura: Pasamos por muchísimas versiones. Fueron dos años; uno de ellos pandémico. Primero nos encontramos por zoom, después nos juntamos en Córdoba y en Buenos Aires. Hubo que acompañarse con los personajes y repensar muchísimo. La estructura también costó: es una novela de estructura muy difícil para llevar al cine, por la complejidad de tantas voces.
-La película explora temas como el deseo, la identidad y la familia queer en un contexto de discursos homofóbicos oficiales. ¿Hay una intencionalidad política o es solo un recurso narrativo?
Javier: Cuando empezamos a pensarla no teníamos claro que iba a estrenarse en este contexto. A veces sucede: cuando se estrenó Mía, que también pone en el centro de la escena un personaje trans, todavía no estaba la Ley de Identidad de Género. Siento que la peli viene a abrir esa discusión y ese diálogo incomodo. Hay una cierta sensación de incomodidad, frente a esa familia y frente a esa personaja, a esa actriz.
La película es política. Pero por sobre todo, por el momento histórico en el que se está estrenando. Incluso más allá de lo cinematográfico, porque hay un gesto en la película más o menos conciente de nuestro lado que hoy, con el diario del lunes, uno pueda pensar «Qué loco que se estrene». Está en peligro que se estrene este tipo de temáticas y tipo de cine. Esa tensión entre lo que está sucediendo y lo que el cine propone genera ese gesto político que tiene la peli.
Laura: El ataque a la cultura y a un cine más diverso de miradas autorales y demás tiene que ver con esto, con este rasgo político que es poder pensarse, cuestionar y denunciar. Nos quieren hacer defender el cine desde un lado mercantilista cuando en realidad, el cine lo que hace es despabilar sociedades, pensar civilizaciones. Este gobierno no está dispuesto que nos pensemos, que nos cuestionemos, que nos repreguntemos. Más allá del contexto de hoy, una travesti, en el lugar donde está la actriz en la película, ya es político. Es repensar un montón de cosas de la sociedad, de cuáles son las realidades actuales y del pasado histórico que viven esos colectivos. Es política más allá de hoy y de este gobierno con todo el odio, la violencia y la homofobia. Y también con el ataque a la cultura y al cine argentino.
-En ese contexto, aparecen propuestas como las de ustedes y de otros colegas de ustedes que están dispuestos a dar batalla de alguna manera a través del cine.
Javier: Sí, sí. Yo estoy convencido de eso desde hace tiempo, por eso te comento lo de Mía, que aparte toma un momento político muy fuerte. Fue cuando Monseñor (Antonio) Quarracino dijo que todas las travestis y los homosexuales tenían que irse a vivir a una isla para no dañar a la sociedad. Esa fue la premisa de esa película. Estaba basada en un personaje real.
El gesto político viene con la idea de poner en el centro de la escena ciertos conflictos, cierta narrativa. Me gusta pensar en ese arco que hay entre una película y la otra. Entre un personaje que estaba mirado con más compasión, desde que son vulneradas. Acá nos proponemos girar la cámara y verla desde otro lugar. ¿Qué nos pasa cuando vemos a esos personajes que pensamos desde el estigma, viéndolas ocupar un lugar que muchas personas extraordinarias no conseguirían ni por asomo?
Desde la vida de una actriz -de esta actriz- también es interesante dentro del marco político. Desde el primer momento iba a ser una película con esa propuesta. Pero además, lo que está sucediendo nos da la oportunidad de decir que esto existe y está pasando. Esto está 50 años adelante (o más) de lo que este Gobierno puede percibir de las disidencias.
-¿En la propuesta decidieron acentuar la luminosidad del personaje?
Javier: Más que lo luminoso del personaje, lo que se destaca es su poder. Ese poder es dérmico. Sucede cuando ves que avanza con potencia, que es un personaje físico, que se permite gozar, tener una crisis existencial. En ese aspecto lo pensamos así.
Está acompañado por el trabajo escenográfico de Mariela Rípodas, que construyó un skyline de vista urbana para dar una sensación de pecera. Eso no está en la novela así, pero la imagen permite dar sensación de poder, de clase social elevada. Incluso está en la decisión de sacar algunos pasados para potenciar el momento del presente de ese personaje que hoy es poderoso.
Laura: No es un personaje que no sufre, pero es un tipo de sufrimiento distinto. Hay una imagen que está en la novela y que charlamos mucho para incorporar en el guion: que una actriz es un animal que va perdiendo sangre. Hay algo de los vínculos familiares, de los lazos que ella tiene con su trabajo, con el hijo, con el marido, con la madre, que es como si le fuesen arrancando pedacitos de piel. Buscamos correr el sufrimiento de otras narrativas -más condescendiente y paternalista, de ataques de la sociedad- a algo que tiene que ver más con una crisis personal existencial, de las contradicciones que todos tenemos con los vínculos.
Julia Montesoro