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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Elena López Riera inaugura Espanoramas el jueves 29 con «El agua»: «Viví en Argentina hace 20 años y admiro el cine de Albertina Carri»

La directora española Elena López Riera está en Buenos Aires para presentar El agua, su ópera prima, que inaugura el jueves 29 la 9ª Muestra de Cine Español en Argentina – Espanoramas, que se realizará hasta el 8 de julio en la Sala Leopoldo Lugones.

El agua se exhibe el jueves 29 a las 19.30 y se repite el sábado 1 a las 18 hs., integrando una programación compuesta por nueve películas recientes realizadas por directoras españolas y un foco en homenaje a Carlos Saura.

La programación se completa con La voluntaria, de Nely Reguera; La maternal, de Pilar Palomero; Dúo, de Meritxell Colell; Cinco lobitos, Alauda Ruiz de Azúa; La amiga de mi amiga, de Zaida Carmona; Cuerpo abierto, de Ángeles Huerta; La visita y un jardín secreto, de Irene M. Borrego y A las mujeres de España. María Lejárraga, de Laura Hojman; más Cría cuervos, Deprisa, deprisa, La caza y ¡Ay, Carmela!, todas ellas de Carlos Saura.

-¿De qué habla El agua, la película? ¿Cómo incidió tu relación con tu lugar de origen y el agua como inspiración de la película?

Me cuesta mucho resumir la película: soy muy mala haciendo resúmenes y además soy bastante dada al exceso y al barroquismo. A mí lo minimal no me va para nada (Risas). El origen es mi propia vida y mi educación. Yo vengo de ese lugar: nací ahí, crecí ahí, me paso la mitad del año ahí, mi familia está allí. Es un pueblo del sureste español y un poco el origen viene de la relación bastante tóxica que tenemos en ese lugar con el agua, con las inundaciones del río que se producen cada equis tiempo. Y también con la manera que la mitología local se ha inventado o ha construido el origen de esas catástrofes naturales, que como siempre pues recaen en los cuerpos de mujeres, a partir del interrogante de por qué el 99,9% de las mitologías, usos y costumbres y de las culpas y los miedos recaen sobre las mujeres. Mi propia educación viene de allí.

-De estigmatizar a las mujeres, aunque no se sepa qué es leyenda y qué es verdad. Justamente, de allí viene la reflexión de la convergencia entre lo ancestral y lo contemporáneo. ¿De dónde viene ese interés y cómo fue el proceso de plasmarlo primero en una historia y luego en una película?

Fue complicado y lo sigue siendo. Pero es lo que vertebra todo mi trabajo y mi vida. Supongo que tendría que ir a la terapia para ver de dónde…bueno, ya estoy yendo (Risas). Bueno, más allá de mi caso personal y de la broma, no solamente a mí me interesa muchísimo cómo escapar de la herencia. Que es la gran pregunta que me planteo con esta película. Y si es que se puede. Me creo una mujer muy leída, muy estudiada, muy viajada, bla bla bla… pero sigo siendo de mi pueblo, hija de mi madre, nieta de mi abuela… No me gusta nada la palabra universal así que voy a utilizar otra: me parece bastante extendido y generalizado ese conflicto con las cosas que hemos aprendido, con nuestra propia herencia. ¿Hasta qué punto todo se puede intelectualizar y las cosas se pueden cambiar o no? ¿Qué margen tiene cada nueva generación para cambiar las tradiciones?

Me interesa mucho cómo conviven las mitologías y el acervo cultural con la contemporaneidad. Que en el caso de un pueblo se ve de manera más concreta porque es un lugar más pequeño. Pero creo que a escala mundial todavía tenemos una herencia -sobre todo del patriarcado, que es lo que más me preocupa en el mundo y la estructura que sigue tejiendo-, de la que tenemos que deshacernos (o no). Estas cuestiones son las que me trabajan y por eso cuando los relatos contemporáneos incluyen esos relatos ancestrales, se plantean unas preguntas que me interesan mucho.

-Hay una frase recurrente que es “tener el agua dentro” que aparece en la película. ¿Qué significa eso?

No lo sé. No lo sé muy bien (Risas). Esto es con lo que me han criado, lo que me han transmitido y que de alguna manera está en esa mitología. Se contaba mucho en mi familia, aunque nunca sabes muy bien el alcance que tienen las leyendas porque la literatura oral -que me interesa mucho- va variando según la versión. No hay un texto al que puedas acudir. Cada persona, cada familia, cada generación va haciendo esos cambios.

Lo curioso es que esta imagen muy poderosa de “tener el agua dentro” no era ajena para casi ninguna mujer que acudió al casting. Nadie nos dijo que no sabía lo que era. Y era una pregunta que hacíamos a todas las mujeres que aparecían: ¿Qué es tener agua dentro? ¿Tú tienes el agua dentro? Tuvimos las respuestas más dispares, pero en un 90% surgía la angustia de no saber muy bien qué es y cómo gestionar.

Esto también me hizo pensar muchísimo, porque más allá de lo que signifique esta leyenda en concreto sí hay determinadas imágenes que por desgracia dan cuenta de esta estructura patriarcal. Y que las mujeres, vengan de donde vengan, no sienten que esa imagen es ajena. Eso me pareció también muy significativo y por eso está tan presente en la película.

También hay algo que me interesa mucho de la literatura oral y de cómo se transmiten las cosas, que a veces no son relatos estructurados con un principio y un final, como el relato clásico aristoteliano. A veces hay cosas que están ahí y te llegan como un ruido, ¿no? Y te llegan constantemente, y hay una repetición. Entiendo que puede ser molesto -en el cine, por ejemplo, se considera un error-, pero a mí me interesa muchísimo. Nunca se dice de la misma manera. Esos matices son los que me atraen.

-Enseñás literatura contemporánea en varias universidades españolas después de doctorarte con una tesis sobre el cine argentino contemporáneo. ¿Qué importancia tiene para vos este cine? ¿Quiénes son tus referentes?

Ya no enseño tanto porque ahora intento ocuparme un poco más de las películas, lo hago más de manera puntual. El cine argentino tiene que ver con que viví en Argentina hace 20 años. De hecho, no he vuelto más hasta ahora. Es una sensación bastante fuerte: ha sido una relación sentimental con la cultura argentina desde que soy muy pequeña. Es otra cosa para tratar con mi terapeuta (Risas). El llamado “Nuevo cine argentino” para mí y para toda mi generación en España fue como un modelo de cómo se hacían las películas como un sistema posible de producción, más allá del cine hegemónico.

Yo en concreto trabajé sobre Albertina Carri. La admiro muchísimo: todo su cine siempre plantea las preguntas que tiene que plantear en el momento preciso. Soy súper fan de Albertina. Y por ella hice la tesis, a decir verdad.

-El destino -o el agua- te trae nuevamente a Buenos Aires, después de dos décadas, a inaugurar Espanoramas en la Sala Lugones. ¿Cómo imaginás la recepción, después de las presentaciones y los premios internacionales obtenidos?

No lo sé. Tengo mucho miedo, la verdad. Pero es porque soy muy insegura. Buenos Aires tiene una carga simbólica muy importante en mi vida. Y más en la Sala Lugones, donde he visto tantas pelis…

-Espanoramas presenta además los títulos de otras realizadoras españolas dirigidos por mujeres contemporáneas. ¿Hay un lenguaje propio de las cineastas españolas? ¿Están cambiando las formas de hacer cine?

Es una pregunta siempre es muy complicada de responder con algo inteligente resumido. Yo, de manera íntima y personal y sin representar a nadie, espero que no haya un lenguaje sino muchos. Porque también creo que el feminismo tiene que ver con que tengamos lenguajes diferentes y el derecho a ser diferentes dentro del grupo heterogénero que son las mujeres. O los que no son hombres hetero cis. Lo que tenemos es una condición común, que es no pertenecer a ese grupo hegemónico en el poder. Contra eso hemos tenido que luchar todas. Y eso es una riqueza: que seamos diversas, que cada una tenga su punto de vista, su postura, su manera de contar y de hacer cine. Esto me parece muy buena noticia también porque significa que hay una madurez en

lenguaje.

Julia Montesoro

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