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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Jeanine Meerapfel, en una retrospectiva online y gratuita en el Goethe: «Siempre tuve la sensación de que por ser mujer debía hacer el doble»

Cuatro películas esenciales de la realizadora Jeanine Meerapfel pueden verse en Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay a través de la plataforma Goethe on Demand del Goethe-Institut en español y en forma gratuita. Se trata de Desembarcos, que se exhibe hasta el domingo 14 de agosto; La Amiga, a partir del lunes 5 hasta el domingo 11 de septiembre; Amigomío, y a partir del lunes 10 hasta el domingo 16 de octubre y El amigo alemán, a partir del lunes 7 hasta el domingo 13 de noviembre.

Es una magnífica oportunidad para descubrir parte de la obra de esta extraordinaria realizadora argentino-germana, primera mujer en presidir la Academia de Arte de Berlín en más de 300 años de historia.

-¿Cómo te caen los tributos, los homenajes y las retrospectivas?

De vez en cuando te hacen sentir vieja (sonríe). En serio, ¡me caen muy bien! Me alegra que las películas tengan una vida más allá de su corta vida en el cine. Es on demand, pero es mejor que nada. No hay nada como verlas juntos sentados en el cine: tuve la oportunidad de ver algunas retrospectivas, tanto en La Habana como en Berlín, y me maravillé al reencontrar las películas y ver las reacciones del público que no las conocía.

-¿Qué sensación te recorre cuando revisás tu obra? Sobre todo, aquellas películas rodadas en la Argentina, en los primeros años de la democracia.

Son películas muy importantes para mí. Se las debía a mi país. Me siento muy orgullosa de poder haberlas hecho, de haber tenido la fuerza de hacerlas y de que sigan existiendo. Y que sigan conservando su valor cuando las ve ahora un público que no las conocía. Es una sensación muy hermosa, de que una no hizo el esfuerzo para que termine en la nada.

-La retrospectiva consiste en solo cuatro películas de tu filmografía de tu etapa argentina. ¿Qué ves en cada una de ellas?

Desembarco es una película pobre. Está hecha con nada, a pulmón, con unos chicos que estaban teniendo unas lecciones de documental, y la vez querían documentar lo que estaban viviendo. Y al mismo tiempo vemos las grandes manifestaciones de las madres en las calles. Tiene el registro documental de que cuenta algo en ese momento.

Algo parecido pasa con las películas de ficcion. La amiga fue la primera película que tocó el tema de las Madres de Plaza de Mayo en la Argentina. Cuando la ves te das cuenta que tras la historia de las Madres también describe una gran amistad entre Cipe (Lincovsky) y Liv Ullman. Es interesante porque todos tenemos ese tipo de amistades complejas, en las que se mete la política o las grandes tragedias personales. Y que de vez en cuando nos desgarra y desgarra la amistad. Hasta que se puede llegar a recuperarla. La película tiene esa fuerza.

Amigomío la hicimos después, con un compañero. Tiene una historia distinta, más dulce. Se trata de un padre y su hijo atravesando Latinoamérica en busca de un lugar donde vivir. También le tengo un gran cariño, porque fue horriblemente difícil hacerla. Se rodó en la Puna a 4 mil metros de altura. Todos los técnicos estaban enfermos, desechos por la altura. Yo estaba ahí con un gran camarógrafo, Víctor González.

La última de esta serie es El amigo alemán. Allí está la maravillosa Celeste Cid y el gran Max Riedelt en una historia de amor compleja. Se nota de dónde vienen estos dos seres, cómo la historia de sus padres los ha marcado para toda su vida y cómo eso les hace imposible amarse. Va y viene de Berlín a la Patagonia. No creo que mucha gente la haya visto.

-Uno de los ejes de tu filmografía sea la preservación de la memoria, la búsqueda de pasado. No como ejercicio de nostalgia sino como aprendizaje para el presente. ¿Cómo afloró en vos esa inquietud?

Me imagino que tiene que ver con la biografía de uno mismo: el hecho de que mis padres tuvieran que emigrar de Alemania hacia la Argentina durante la Segunda Guerra Mundial por ser judíos. Y que la Argentina los acogió, y que yo pude nacer y vivir en esa Argentina y no tener hambre, y crecer sin hambre y sin miedo. Esas raíces te predisponen a preguntarte qué pasó acá, por qué mis padres tienen ese acento extraño, por qué me llamo Meerapfel que no es un nombre castelleano, de dónde salió. Uno se pregunta una serie de cosas y tiene la necesidad de explorar la historia, de comprenderla, de saber de dónde viene para saber un poco mejor hacia dónde quiere ir. Eso se convirtió un poco en el eje de mi trabajo. Además del hecho de ser mujer, una cosa muy fuerte en mi filmografía. Por lo general, las grandes personajes en mis películas son mujeres.

-Mujer y cineasta en un tiempo donde no era común una mujer detrás de cámaras al frente de un equipo. ¿Cómo lo vivías?

Es raro. Pero desde un principio, cuando hice mi primer largometraje de ficción, que se llamó Malou, filmando en España un periodista me preguntó exactamente eso. Le dije: “no tengo idea de qué me estás hablando, porque me tratan de igual a igual”. En un estudio nunca sentí las diferencias. Había respeto, amor, admiración. Esas diferencias las sentí afuera: en la lucha por conseguir los dineros, que las películas se hagan, se vean. Ahí es donde me di cuenta que la gente reaccionaba hacia mí, como hacia tantas otras mujeres en ese momento. Como diciendo: “ay, qué quiere ésta de vuelta”. Siempre estaba la sensación de que tenía que ser dos veces mejor que todos los demás para poder estar. Hubo un momento en que la mala onda hacia las mujeres cineastas fue tan grande que en el Festival de Berlín me abuchearon una película que se llamó Los enamorados. A los cinco minutos la abucheó toda la sala. No sé qué pasó, pero no tuvo ninguna chance. Eran los años 80: tanto a Margarethe von Trotta, como a mí y a otras mujeres nos abucheaban todas las películas. Eso existió.

-Presidís la Academia de Arte de Berlín. ¿Qué actividades priorizás?

Estuve peleando mucho para que no se haga demasiado hincapié en el hecho de ser mujer. Pensaba que si mis colegas me eligieron por eso se equivocaron: me tienen que elegir por ser quien soy. Creo que conseguí sentir que eso es así. De la misma manera que conseguí que la Academia (donde solo se hablaba alemán) ahora se hable inglés y otros idiomas.

La actividad (que es honorífica) es muy interesante. Estuve trabajando arduamente para fundar la alianza europea de las academias. Somos 66 academias de toda Europa que nos juntamos para reivindicar los derechos de los artistas donde son puestos en cuestión o son perseguidos. Estoy contenta de que se haya logrado. Tengo tres años en la academia.

-En la última edición del Festival de Mar del Plata presentaste Una mujer, retrato de la vida de tu madre y de sus sucesivas emigraciones. ¿Está puesto el foco en tu calidad de inmigrante o Alemania es definitivamente tu lugar de arraigo?

Mi patria es la Argentina, pero vivo en Alemania. Una mujer es un ensayo audiovisual que mostré por primera vez en el país y la gente la abrazó. Se notaba la alegría de volver a estar sentados juntos. Trata sobre todo de cómo se cuenta la memoria. Tiene mucha emoción. A mis amigos, amigas y amigues argentinos les llena de emoción. Vamos a estrenarla en noviembre, con la distribuidora Cinetren y la productora Oh My Gómez! Allí estaré de nuevo.

-El ciclo permitirá conocer parte de tu obra, pensada originalmente para ser exhibida en salas. ¿Tenés posición tomada con respecto a las plataformas? Digamos lo positivo primero: en esta tremenda época de pandemia, de inseguridades, de tener que quedarse en casa, las plataformas fueron de gran ayuda. Primero para estar en contacto –como podemos estar nosotras ahora- pero también para ver películas que de otra forma no hubiéramos podido ver. Las plataformas nos han dado la posibilidad de que el arte sobreviva. El hecho de que estas películas puedan verse en cuatro países me parece muy bien. Pero no quita que deba seguir vivo el contacto directo con nosotros al vivir juntos el cine, el teatro, la música. Esas son experiencias que tienen que hacerse comunalmente. Yo sigo peleando por que los cines no mueran, por que sean los que muestren nuestras películas. Por compartir la experiencia de quedarte a charlar después de la proyección, tomando algo con la gente.

Julia Montesoro

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