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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Carlos Sorín, homenajeado en el Festival Tucumán Cine: «La clave del cine es que debe tocar la sensibilidad del espectador»

Carlos Sorín fue reconocido con un homenaje y una retrospectiva en el Festival Latinoamericano Tucumán Cine Gerardo Vallejo, que organizó el Ente Cultural de Tucumán y que concluyó el domingo 31.

Tras el estreno de Los cuadernos de Tomy en plataformas, el realizador y productor está abocado a otros proyectos que tienen que ver con el metaverso.

-¿Cómo te caen los homenajes y las retrospectivas, como este tributo de Tucumán Cine?

Me aterran (Risas). Siempre me acuerdo de una frase de Federico Luppi: le habían hecho un homenaje en el Festival de La Habana, y en un momento me miró y me dijo: “cuando empiezan con los homenajes es porque piensan que vos ya estás fuera de carrera”. Y creo que tenía razón: uno ya está en los 100 metros finales.

-Cuando recibís un homenaje de estas características, ¿pensás en lo que hiciste o en lo que está por venir?

Pienso en irme lo más rápido posible (Risas). No pienso en lo que hice: generalmente no vuelvo a ver mis películas. Rara vez veo alguna escena, si la encuentro de casualidad en un canal. Hace tres años hicieron una exhibición de La película del rey restaurada y pensé que sería una tortura. Pero al haber tomado una distancia de más de treinta años, noté que había momentos interesantes. Si es una película más cercana trato de no verla. ¡Ni a los preestrenos voy! Me escapo. Antes que nada, porque soy un espectador condicionado, que conoce el tema desde adentro. Durante el proceso de guion o de edición suelo hacer un simulacro y me pongo en el lugar del espectador que la ve por primera vez. Pero una vez que se estrena y la veo, un pequeño error –insignificante, que pasa inadvertido- para mi es una catástrofe. Es una visión psicótica, lo reconozco.

-¿Qué creés que percibe el público de tu obra, como si ésta tuviera un hilo que unifica las distintas películas a lo largo de más de 35 años?

La clave del cine es que debe tocar algún tipo de sensibilidad que tiene que ver con lo emotivo, con los recuerdos. Supongo que algunas películas que hice tocan eso. Trato de no ser especulativo: no lo provoco, surge fluidamente. Yo hubiese preferido no ser así. Me hubiera gustado que mis películas fuesen más frías, más intelectuales. Pero no puedo ir contra mí mismo. Trato siempre de encontrarle una vía emotiva con el espectador.

Me sorprendí cuando películas como Historias mínimas o El perro, a las que fui siguiendo a través de muchos países con idiosincrasias y públicos distintos, tuvieron un denominador común en las reacciones. Con lo cual supongo que algunas temáticas son universales y tienen que ver con la condición humana. Hay algo común que las unifica.

-Esos universos sensibles que creás en tu obra es lo que percibe el espectador.

La ficción lo permite: allí uno tiene las herramientas. Sin embargo, mi cine es una ficción muy corrida hacia la realidad: en muchas películas trabajé con gente que son igual a los personajes, o en lugares reales sin intervenir. Trato de destruir lo cinematográfico. En esta corrida, cada vez que empiezo un tema me informo mucho. Lo que proviene de la realidad suele ser mucho más interesante de lo que sale de la mente de uno. Pero el cine es una mentira desde el vamos, es una batalla perdida.

-Hace 35 años -en 1986-, recibiste el León de Plata en Venecia a la mejor ópera prima por La película del rey. ¿Por dónde pasaban tus objetivos en ese momento y hacia dónde fue virando tu carrera?

Fue una sorpresa. Incluso antes de estrenar, cuando empecé a mostrar la película (en la era analógica estaban los campeones a doble banda para mostrar). Primero a los amigos, que la recibían con afecto; luego, amplié el público para ver qué estaba pasando. No estaba buscado y me descolocó. ¿Y sabés qué pasó? Me la creí. Y la segunda película fue un desastre, como consecuencia de la arrogancia que me dio el éxito. ¡Y nada menos que con Daniel Day Lewis! A partir de ahí fui más cauto. Empecé a entender que cada película, haya tenido éxito o no la anterior, es como una ópera prima. Hay una cuota de temor que está ahí. Y está bien que exista.

-Además, tu cine no apela precisamente a fórmulas que te den ciertas seguridades.

No. Y no reniego de ese cine: tiene que existir, es una fuente de trabajo. Pero mis películas (no quiero llamarlas “de autor”, suena pretencioso, digamos que son independientes, artesanales, personales), implican un riesgo. Con el riesgo surgen los temores. En todas mis películas tuve muchísimo temor. Durante todo el proceso, desde el guion hasta la edición. No tanto en la filmación, porque allí hay que actuar la seguridad. Aprendí que el temor es instrumentalmente positivo si lo sabés manejar. Me gusta el riesgo. Me gustan los directores cuya película siguiente es una sorpresa total.

-Después de tu experiencia en plataformas con El cuaderno de Tomy, estrenada a fines de 2020, ¿aparecieron otros planes en desarrollo?

Estoy en la idea general de un guion que tiene que ver con el metaverso, un tema que me apasiona y que se viene con fuerza. A partir de la pandemia se acentuaron dos cosas: el triunfo de las plataformas sobre las formas tradicionales de ver cine y el triunfo de las series. No es que vayan a desaparecer los cines ni tampoco las películas unitarias, pero las series están ganando y por lejos. No es un fenómeno nuevo: en el siglo XIX una serie eran los folletines por entrega en los periódicos. En el siglo pasado llegó el radioteatro: cuando yo era chico, todos los días a las seis de la tarde escuchaba Tarzán, con Oscar Rovito y Bárbara Mujica. Después surgió el teleteatro. La plataforma es el diseño ideal para la serie, porque el espectador tiene el dominio total. Y además cuesta barato.

Pero las series no tienen autor. En aquellas de varias temporadas, hay diferentes guionistas y directores, y la autoría está distribuida. Como el viejo Hollywood, cuando los dueños de las películas eran los sellos. Ahora la autoría es de la plataforma.  

-Tal vez no haya series “de autor” para pensarlas a partir de la búsqueda del éxito.

Todas tienen que ver con el éxito. Los ejecutivos de las plataformas piensan en el público. Están pendientes de cuántos televisores llegaron hasta el final. Hay un sistema muy controlado. Y como manejan cifras enormes, te sumergen en una avalancha de películas y series.

-Los algoritmos son los nuevos críticos cinematográficos.

…Y condicionan el gusto del público. Yo me formé como espectador en los años 70, 80, cuando estaban los grandes maestros. Y veo que Jules and Jim hoy no funcionaría. Mis películas tampoco, sin duda. Ahora los estrenos son globales. El fenómeno tiene una fuerza arrolladora. Es el futuro. Hasta que instale el metaverso. Actualmente estoy trabajando en una ficción sobre el tema.

-¿Es tu próximo proyecto?

El presente está allí. Me he comprado los Oculus. La próxima entrevista nos podremos encontrar en el metaverso (Risas).

Julia Montesoro

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