El 21º Festival de Cine Alemán trae lo nuevo de la filmografía germana: a partir del jueves 16, en el complejo Cinépolis Recoleta, reunirá 7 películas y 13 cortos. Gustav Wilhelmi, director del festival, seleccionó un menú de preestrenos y novedades en los que se destaca la diversidad temática y estilística. Pero más allá de la propuesta, lo más importante es el regreso a una sala.
“Volver a ver la pantalla iluminada es fantástico. El Festival de Cine Alemán todos los años tiene un leit motiv. El año pasado fue Kino in haus (Cine en casa) y este año con gran alegría podemos decir Zurück ins kino; es decir, de vuelta al cine”, expresa Wilhelmi.
-¿Cómo fue la disposición de entradas teniendo en cuenta las restricciones?
La sala normalmente tiene una capacidad de 220 butacas. Por las burbujas, llegamos aproximadamente al 50%. Es lo que tenemos y debemos estar felices por poder llevarlo a cabo. Lo bueno es que hay varias funciones agotadas, con lo cual debimos adicionar una segunda sala simultáneamente.
-Es una gran noticia porque demuestra que la gente quiere volver a ver cine en el cine. En el caso del Festival de Cine Alemán, ¿hay un público específico que lo espera?
¡Sí! Con algunos ya somos casi familia. Nos vemos todos los años, una vez por año. Como cuando uno se reencuentra con la familia que vive en el interior. Y se comunican desde antes: este año comenzaron a escribirme en junio, preguntando si íbamos a tener festival, cuando todavía no sabíamos en qué formato lo íbamos a hacer.
-La película de apertura es Undine. ¿Qué verá allí el espectador?
Su director, Christian Petzold, es el más importante que tiene Alemania en la actualidad. Ya se había presentado en el festival y tuvo su estreno comercial su película anterior, Transit. Esta producción trata sobre una historia mitológica de Alemania que habla de que si un hombre engaña a una sirena, ella está obligada a matarlo, y la traslada a la actualidad. Inmediatamente después de su presentación en el festival se estrenará comercialmente y se podrá ver en todo el país.
-¿Qué aporta Cortex, otra de las producciones inéditas que se presenta?
Es la ópera prima de Moritz Bleibtreu, el Ricardo Darín alemán: casi no hay película alemana donde él no actúe. En este caso la dirigió le escribió y la actuó. Cuenta la historia de un hombre que no puede distinguir entre los sueños y la realidad.
-¿Cómo surgió la idea de hacer un foco de películas dirigidas por mujeres?
Todos los años, junto con el Instituto Goethe, programábamos como película de cierre una producción muda con acompañamiento musical. Por las restricciones propias de la pandemia, no podemos incluir un grupo musical en el frente de la sala, debajo de la pantalla. Entonces surgió la idea del Foco Goethe, al que llamamos Mujeres en camino. Se trata de una selección de tres películas curadas por Inge Stache -la encargada de la Cinemateca del Instituto-, quien eligió tres películas dirigidas por mujeres con temáticas femeninas.
-¿De qué se tratan esas tres películas?
Felicidad, de Henroka Kull, es una ficción acerca de dos mujeres que trabajan de prostitutas en un prostíbulo, con una visión humana, no sórdida. Se trata de una historia de amor.
The case you es un documental sobre el caso real de un acoso sexual sufrido por un grupo de actrices muy jóvenes convocadas para hacer un casting para una película que nunca se hizo. Es una denuncia en la que la directora Alison Kuhn reunió a un grupo de chicas y en un escenario ellas cuentan y reactúan lo que sucedió durante ese casting. El documental pone en discusión qué cosas están permitidas en nombre del arte.
Walchensee forever, de Janna Ji Wonders, es otro documental sobre la identidad y las raíces, a través de cuatro mujeres de distintas generaciones de la misma familia.
Fuera del foco, hay otra película dirigida por una mujer: Co-pilot, dirigida por Anne Zohra Berrached, una ficción romántica sobre dos estudiantes, ambientada en los años 90.
-En la programación está la infaltable cita “para toda la familia”: La caja de cristal.
Es la historia real del guionista, que contó su infancia, transcurrida en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. Vivía en una ciudad con su madre, mientras su padre estaba en el frente de guerra. Cuando los aliados comienzan a bombardear deben huir al campo, al pueblito de donde es oriunda la familia. Es la guerra vista a través de los ojos de un niño: cómo el nazismo comienza adoctrinar a los a los niños para que luchen por “el triunfo final” según Hitler.
El nazismo es una temática que Alemania siempre vuelve a revisionar. Mucha gente joven dice “yo no tengo nada que ver con esto”, pero siempre está presente y Alemania no permite que se olvide.
-El año pasado el Festival se llevó a cabo en modo virtual. ¿Cómo es tu experiencia con las plataformas como espectador?
Las plataformas nos permitieron ver cinematografías de otros países que normalmente no veríamos. Hay muchas series norteamericanas, hechas un poco como el cine, que básicamente es un cine estándar hecho con recetas, y que le bajado muchísimo el nivel a las series. Pero también hay mucho para ver de otros orígenes que si fueran películas, quizás el público no iría a ver. Pero definitivamente las plataformas nos han ayudado a sobrevivir todo este tiempo de encierro. No quisiera saber qué hubiera sido de gran parte de de la humanidad si no hubiera habido plataformas.
-¿Se evaluó la posibilidad de hacer otro festival en plataformas?
En algún momento pensamos en hacer algo combinado. Lamentablemente, nuestra organización también sufrió los embates de la pandemia. Tuvimos que decidir entre hacerlo nuevamente por streaming o volver al cine. No podíamos hacerlo de las dos maneras. Decidimos hacerlo presencial porque es donde nosotros tenemos nuestro corazón.
-Además son películas filmadas para las pantallas grandes.
-Siempre digo que cuando se apaga la luz y se ilumina la pantalla se te despierta la imaginación. Otra cosa es estar sentado frente a una pantalla en el living de tu casa, distraído entre tu perro y tu familia (risas).
Julia Montesoro