El domingo 23 de agosto, fecha en que se conmemora el nacimiento de Aimé Painé -la primera mujer mapuche en llevar el canto de su pueblo y su cosmovisión al mundo-, Contar estrena la miniserie Aimé, una ficción biográfica sobre su vida dirigida por Aymará Rovera, protagonizada por Charo Bogarín y realizada íntegramente en la Patagonia.
Aimé, orgullosa de sus orígenes, activa militante de los grupos indigenistas, con la vestimenta de sus ancestras, fue la voz reivindicadora en los años 70 y 80 y la primera en cantar en su lengua el mapudungun en los escenarios, dio a conocer la cultura y la historia de su pueblo.
Rovera recupera retazos de la infancia de la protagonista (el momento en que su padre tiene que toma una decisión drástica y dolorosa para darle un destino mejor a la niña, su educación en un internado de monjas) y la contrapone con los momentos finales de su vida. Esos momentos quedan desdoblados entre lo terrenal y lo onírico.
Aymará Rovera fue entrevistada por GPS audiovisual por el estreno de su primera experiencia como realizadora.
-¿Qué sabías de Aimé Painé antes de empezar el proyecto?
Nada. Increíblemente. Viviendo en Neuquén, nacida y criada aquí, estando muy presente en Río Negro, nunca había escuchado hablar de ella.
-¿Cuál fue el motivo fundamental por el cual entendiste que te debías el proyecto de Aimé?
Leí una nota sobre su vida, de la infancia a la adultez. Lo primero que vi fue que allí había una heroína cultural. Era una mujer que falleció muy joven, en el mejor momento de su profesión. No sé si decirle artista, porque era una cantora de denuncia: todo el tiempo denunciaba, en cada presentación. Y era también patagónica. Me gustaba esa búsqueda que había hecho de sí misma de estar en Buenos Aires y empezar a viajar al Sur.
-Te entusiasmó la idea de encarnarlo como personaje.
Sí. Estaba trabajando mucho como actriz de cine, pero pensé que quería hacer este personaje en un proyecto propio. Investigué y decidí escribir un guion, porque era muy difícil transmitirle esto a un guionista. Empecé a viajar a la Patagonia. Allí me di cuenta de que podía codirigir. Y al mismo tiempo, me fui alejando del personaje: físicamente no me parecía a Aimé, me resultaba difícil cantar, un montón de cosas…Una cree como actriz que lo va a lograr (ríe). Hasta que ve las limitaciones. El proyecto ganó el concurso de INCAA por Patagonia. Unos días antes del rodaje estaba convencida de que no lo quería hacer. Pero ya habíamos ganado el crédito y teníamos que grabar sí o sí.
-¿Cómo apareció Charo Bogarín, si no estaba en el proyecto inicial?
Mágicamente. Faltaban cuatro días para empezar a rodar y estaba en Neuquén buscando locaciones. Y en la calle me encontré con un cartel publicitario de Tonolec. Me conmocionó: ¡esa mujer tenía que ser Aimé! Era muy parecida, canta igual, y hace el mismo trabajo de rescate de la música y la cultura de los pueblos originarios, solo que en el norte del país. Me encontré con ella para proponérselo y me dijo que sí. Que en cuatro días terminaba la gira y se ponía a disposición.
-Pasaste de ser la protagonista a dirigir cuatro días antes de empezar a filmar.
No fue sencillo. Me había puesto un asistente de dirección, pero siempre supe que era la directora. Porque estuve en el proceso del guion, en la producción general, había armado el equipo, las puestas de cámara, el trabajo con el elenco (ríe). Por suerte Mónica Lairana –actriz y directora-, que fue tan compañera mía durante este proceso, me animó a dar el salto: “Tenés tanto miedo que no te animás, pero la película la tenés en tu cabeza y nadie más lo puede hacer”, me dijo. Y eso me dio un impulso fuerte. A eso se le sumó el pedido de Charo: “yo acepto el trabajo, pero quiero que estés al frente de todo, que seas mis ojos”. Entonces di el salto.
-Estaba claro que no tenías que actuar.
Muchos actores lo pueden hacer, pero esto era una biografía. Era demasiado difícil. Además debía doblar las canciones en mapudungun (el idioma de los mapuches). Cuando menos faltaba, más me daba cuenta de que no lo quería hacer. Hasta había empezado a buscar otras actrices. Un mes antes sentía un gran estrés, pero ya estaba todo cerrado. Me sentía muy frustrada, porque tenía claro que la serie iba a quedar en nada. Pero estoy segura de que Aimé me puso ese afiche de Tonolec frente mío. ¡Era una gigantografía! Me estaba marcando que Charo era la persona indicada.
-¿Qué buscabas en Charo? ¿Qué le pediste?
Que encuentre algo del alma y el corazón de Aimé. Que tenga el respeto que se merece del pueblo mapuche que la quiere y la respeta muchísimo. Era un personaje muy valioso. Me encantaba que cuando la escuchaba cantar tenía un tono de voz muy parecido además y cantaba en la lengua. Charo es muy generosa y profesional: durante esos cuatro días de su gira previos al rodaje, durante la noche aprendía por fonética las cuatro canciones que iba a cantar en la película. Casi no dormía. Cuando volvió para filmar, compartimos la habitación del hotel porque no teníamos plata para pagarle a la protagonista (ya que estaba asignado que la protagonista era yo. Todas las noches practicaba conmigo. El día que grabó hizo las canciones tal cual. ¡Imaginate lo que yo lloraba cada vez que ella cantaba! Era como si Aimé la hubiese mandado. ¡Sentíamos la presencia de Aimé! Cuando había mucho viento (kurruf, en la lengua) decíamos “Acá esta Aimé”, porque ella hablaba mucho del viento patagónico.
-¿Cuándo y cómo definiste que sería una miniserie y no una película?
La escribí pensando en una película. La presenté como serie porque no había concursos de Patagonia para cine. Pero tiene la estructura de una película. Como serie, se exhibió solamente en el Canal 10 de Neuquén, más algunas presentaciones puntuales por el Día de la Mujer Indígena. Pero no está estrenada comercialmente. Entonces decidí presentar la serie ahora y seguramente en noviembre presentar la película en Cine.ar.
-Independientemente de la historia dramática que se cuenta, hay paisajes bellísimos. Particularmente uno tomado desde una vista aérea, donde está ella, al borde de un precipicio, una imagen de una gran potencia simbólica. ¿Qué buscaste allí?
Mi infancia la viví en la región. Y aunque soy de Neuquén, siempre íbamos en familia a Los Gigantes de El Chocón, en Río Negro. Allí pasaba una represa de la que hoy queda un lago artificial. Es un lugar mágico. Siempre pensé que ahí tiene que estar el alma de Aimé. Me pareció interesante construir sobre dos planos distintos: en ese lugar, donde aparece la Macha –la mujer mapuche que la quiere soltar- y en la camilla del hospital, donde aparece Yerutí (Loren Acuña), la mujer que la quiere dejar en la Tierra. Cada una con sus dialectos, con Aimé en coma, entre el Cielo y la Tierra.
Busqué lugares que tuvieran que ver con los estados anímicos, con la poesía visual. Tuve mucha claridad con lo que quería. Escribía y armaba el montaje en la misma escritura. También filmamos en el bosque de Las Araucarias en Aluminé. Es un lugar milenario, donde los árboles parecen abrazarte. Quería ese contacto por la cercanía que tiene con la comunidad mapuche. La araucaria tiene como fruto un piñón del que se extrae leche y harina. Los mapuches durante muchos años se alimentaron de eso. Aimé siempre hablaba de estar cerca de algo tan milenario, una forma de sentir algo ancestral de su pueblo originario.
-¿Qué aprendizaje te dejó la dirección?
Pude entender que el arte no es lineal. Que aunque la producción quiera todo perfecto, pasan cosas que cambian los planes. Yo tenía mucho miedo porque era mi primera vez. Y varios estaban muy enojados conmigo por la decisión que había tomado: decían que me estaba autoboicoteando. Pero yo agradecí haber sido tan honesta con mi corazón: no podía haber hecho nunca ese papel. Me encontré en un lugar más relajada, con muchísima más responsabilidad: un equipo, treinta actores, dirigir niñas, no actores. Es un antes y un después. Y eso que hubo dificultades. Por un lado me tenía poca fe. Por otro, hubo tomas en las que no me dejaban acomodar la cámara como yo quería. ¡Hasta hubo un asistente que me decía que yo no sabía nada! Pero ahora me cuesta bastante volver a actuar (ríe).
-Con la serie terminada, ¿cumpliste un ciclo como directora? ¿O por el contrario, creés que es el comienzo de una nueva etapa?
Me estoy preparando mucho. Tengo escrito un largo que presenté en el concurso Raymundo Gleizer sobre un femicidio que pasó en la Patagonia. Hace un año y medio que lo estoy escribiendo. Y voy a seguir actuando. Además, estoy armando una pequeña productora audiovisual. Este es un momento en que la creatividad tiene que estar más presente que nunca.
Julia Montesoro