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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Cinthia Rajschmir estrena «Cortázar & Antín»: «Las cartas son un objeto cultural propio de esa época»

El próximo sábado 25 de julio, como cierre del ciclo Lecturas que atrapan, Cine.ar TV estrena el documental Cortázar & Antín: cartas iluminadas, ópera prima de Cinthia Rajschmir. Se exhibe a las 18 hs. y se repite el domingo 26 a las 6 y a las 12 hs.

Se trata de un documental surgido a partir del intercambio epistolar entre el joven cineasta Manuel Antín y el ya afamado escritor Julio Cortázar, radicado en Francia desde mediados de los años 60, que dieron lugar a tres películas (uno como realizador, el otro como escritor). Julio Cortázar quiso ser director de cine, Manuel Antín quiso ser escritor. En la amistad de estos hombres-maestros hay una especie de simbiosis mágica y afectuosa, aunque no siempre trascurra plácidamente.

Cinthia Rajschmir dialogó con GPS audiovisual acerca del estreno de Cortázar & Antín: cartas iluminadas.

-¿Qué viste en el intercambio de dos intelectuales que podía ser trasladado al formato película?

Encontré un tesoro, que fui descubriendo de a poco, a partir de la entrega de parte de Antín de un libro con cartas que Cortázar le había enviado desde París. Todo comenzó a partir de que Manuel quiso hacer una película basada en un cuento (finalmente fueron tres). A partir de allí se inicia el intercambio epistolar y se genera un vínculo entre dos librecreadores apasionados por lo que hacían, pero además apasionados en el encuentro con el otro. Hubo momentos en que todo fluía de una manera mágica y otros en los que se sacaban chispas. Las cartas transmiten el apasionamiento y a veces el encono, a partir de las diferencias que tenían en la concepción del arte, la estética y la narrativa.

Fue un tesoro desde el punto de vista humano de dos seres valientes, libres. Y también un testimonio cultural impresionante, porque aparece un Cortázar apasionado por el cine en el rol de guionista.

-¿Por quién de los dos buscabas que pasara el eje del documental?

Desde un principio busqué que pasara por el vínculo entre los dos, por el encuentro caracterizado por una admiración mutua, por ciertas diferencias y por la pasión de ambos transitando el camino de la construcción del guion de Circe.

-¿Cómo venciste el desafío de humanizar el vínculo entre dos personajes icónicos?

Creo que no tuve que vencer un desafío, solo sentirlos y pensarlos desde una perspectiva humana, que es mi punto de vista como cineasta documentalista. Las cartas de Cortázar me brindaron mucha información sobre una faceta que yo desconocía de él: su pasión por el cine y por participar en parte del proceso de realización de un film. Y también develaron cómo se fue consolidando esa amistad sostenida durante años, a pesar de las diferencias antes mencionadas. La participación de Manuel, su forma tan personal de relatar los acontecimientos, su generosidad y su sentido del humor, enriquecieron mi mirada, consolidando esa perspectiva humana con la que abordé la realización del film.

-Desarrollar la idea implicó la aceptación de Antín. ¿Temías la posibilidad de fracasar?

Demoré un año en pedirle permiso a Manuel porque tenía mucho pudor. Pero le escribí y me contestó enseguida: quedó a disposición del proyecto. ¡Yo saltaba en mi casa de la sorpresa y la alegría con esa primera respuesta!

Después fui convocando a distintos testigos de aquella época. Y todos fueron enseguida muy generosos. Aceptaron con muchísimas ganas, porque para todos esa época fue muy importante. Para Graciela Borges, porque trabajar con Manuel le significó llegar a Berlín. Para Dora Baret representó su primer protagónico. Para Ponchi Morpurgo, porque además de ser su compañera, fue la escenógrafa y vestuarista de las tres películas. Inclusive, su padre participó como músico en una de ellas. Sentí que todos participaron con mucho amor.

-¿Qué lugar jugaban en tu narración los demás entrevistados? ¿Hacia dónde querías orientar sus testimonios?

Las actrices Dora Baret y Graciela Borges, el director de fotografía Ricardo Aronovich, la escenógrafa y vestuarista Ponchi Morpurgo y María Marta Antín, hija de Ponchi y Manuel, fueron testigos de aquella época. No estoy segura de haber querido orientar sus testimonios, creo que siempre estuve abierta al asombro ante mi desconocimiento y a hilvanar las historias que fueron surgiendo.

-La película se exhibió en BAFICI 2018 y transitó por numerosos festivales, pero no se había estrenado comercialmente. Dos años después de ver la luz, ¿seguías manteniendo la expectativa por estrenarla?

Todavía tengo la expectativa de poder verla en cines. No hice una película temporal, que pierda vigencia. No fue creada con esa idea, sino con el propósito de construir un relato cinematográfico que sea un aporte cultural a distintas generaciones. De hecho, al BAFICI vino gente grande y gente muy joven. Una espectadora de 17 años nos dijo “después de esta película, quiero empezar a leer a Cortázar”. Y una persona más grande nos comentó que volvería a ver las películas de Manuel que vio cuando se estrenaron. Quise mostrar que el cine de Manuel y la literatura de Cortázar son patrimonio cultural nuestro.

-¿Había película sin las cartas? ¿Hubieras hecho una historia de Antín y de Cortázar de cualquier manera?

No lo sé. El vínculo construido a través de un intercambio epistolar propicia una poética que es muy peculiar y personalmente me resulta muy cercana. Una película sobre Antín y Cortázar sin cartas sería seguramente otra película. Las cartas son objetos centrales dentro de la narración porque evocan un contexto y una práctica cultural muy propia de un tiempo, que me interesó destacar.

Julia Montesoro

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