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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

José Miguel Onaindia publicó «Espía privilegiada», sobre Beatriz Guido: «Le dio al cine la primera galería de mujeres que no eran ingenuas ni malvadas»

José Miguel Onaindia publicó con Diego Sabanés el libro Espía privilegiada (editado por Eudeba), que recupera la figura y gran parte de la obra literaria y cinematográfica de Beatriz Guido, de quien se cumplieron 100 años de su nacimiento el 13 de diciembre último.

Guido es una figura clave en la renovación del cine argentino en los años 50 y 60, a partir de sus trabajos como guionista, adaptando su propia obra y la de otros autores. En el volumen, los autores recuperan algunos textos inéditos o casi inhallables: artículos escritos para revistas culturales en los años 40, cuentos que no fueron incluidos en ninguna recopilación en vida de la autora, un poema, una conferencia sobre el cine de los años 60 y una carta escrita a Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, entre otras hallazgos de la investigación.

-¿Qué te llevó a poner el foco en Beatriz Guido como figura esencial en el cruce entre cine y literatura?

Siempre me llamó la atención esas figuras que fueron tan notables y trascendentes en mi adolescencia y que cayeron en el olvido. En el caso de Beatriz, me parecía que había sido una figura particular en el mundo cultural argentino porque era una mujer que era fundamentalmente una escritora -ella siempre declaró que su oficio esencial era la escritura-. Pero nadie se había dedicado en ese pasaje del mundo de la literatura al de la escritura de guiones cinematográficos con la profesionalidad y la frecuencia que lo hizo ella.

No solamente para sus obras fundamentales que están hechas por Leopoldo Torre Nilsson, su pareja sentimental y artística, sino también para otros directores. En una labor que todo el mundo valora: la gente de cine de cualquier segmento reconoce el empeño y la capacidad que tuvo Beatriz para imponer no solamente las películas de Torre Nilsson en los festivales internacionales, sino para promover todo el cine argentino.

-Pensaba en la literatura y el cine como parte del bagaje cultural de la sociedad.

Ella culmina su vida en el cargo diplomático que le da Raúl Alfonsín en la Embajada de España haciendo un trabajo oficial de promoción cultural.

Por eso no se entiende que misma personalidad que participaba de los programas más populares de la televisión o se la consultaba sobre temas de actualidad, prácticamente no haya quedado rastro. Me llamaba la atención encontrarme con personas del ámbito cultural que generacionalmente habían convivido al menos en su infancia -y que a mí razonablemente me parecía que debían reconocer ese nombre- y que no la registraban. Era un nombre absolutamente olvidado, caído.

-El libro aborda su relación con el cine. ¿Cuál es el aporte de Beatriz Guido al cine argentino?

Le dio al cine argentino la primera galería de mujeres que no estaban dentro de las categorías de ingenua o de malvada. Esas eran las categorías femeninas que tenían las mujeres en el cine industrial o en el cine anterior. Hasta que aparecieron esas jóvenes rebeldes preocupadas por descubrir verdades, aunque muchas veces esos caminos no les eran favorables para su destino.

También impuso una galería de personajes masculinos extraordinarios como el Guastavino de Fin de fiesta, vuelvo el Pablo Alcobendas en El incendio y las vísperas. Pero en lo relacionado específicamente con el cine, también le dio una forma de mirar la realidad que no había hasta ese momento y que no tiene otro.

-Evidentemente, además, los guionistas eran casi todos hombres. Mientras las criaturas de Guido tienen ese desarrollo a partir de una fértil sociedad creativa con Torre Nilsson. ¿Hay rastros de las características de esa sociedad?

No lo podemos establecer con claridad, porque hay muchas declaraciones de ambos y algunas de ellas son contradictorias. Sí está claro que se nutrían entre ellos. Hay algunas opiniones de Torre Nilsson que decía que era tan frondosa la imaginación de Beatriz, que por cada idea podían surgir varios guiones. Y que después se concentraban en alguno de esos episodios. O sea, era una creación a cuatro manos. A veces hubo otros guionistas invitados.

En muchos casos (sobre todo en las primeras novelas) las obras son precedentes al trabajo cinematográfico. En otras, aparentemente, podrían haber nacido la obra literaria y el guion cinematográfico con cierta autonomía.

Y también hay casos como El Ojo que Espía o Piedra Libre que aparentemente son ya concebidos como guiones o como tratamientos cinematográficos por la misma Beatriz, y así están publicados en las ediciones literarias.

-¿Por qué inferís que a 100 años de su nacimiento, ni antes tampoco, sea una figura que no está debidamente reivindicada?

Hay tres razones para mí fundamentales.

En primer lugar, la razón de género. En la época en que escribía, si bien no era la única mujer, no encajaba en el canon. Se las consideraba como si todas escribieran más o menos igual. No ingresaban en el campo de la gran literatura. Hablaban de algo menor, como los temas domésticos, sentimentales, más cercanos a las novelas de amor. Y Beatriz no escribía sobre temas a los cuales el sistema consideraba razonables para una mujer, sino sobre temas muy avanzados en el momento, como la diversidad sexual. Tenía una gran audacia para tratar los temas eróticos.

Además hace un proceso muy interesante porque le quita al mundo de la literatura masculina sus temas y se los apropia. Ella escribe sobre política, corrupción social, patriarcado -aunque no lo mencione de esta forma-, prejuicios religiosos. Y hasta tiene algo que para mí es muy notable, leído con perspectiva histórica, que es la desacralización de la infancia. Construye mundos de niños perversos, que están absolutamente despojados de la inocencia con la cual en general aparecían en el resto de los relatos, no solo de mujeres sino también de hombres. La equivalencia entre ingenuidad y bondad en la infancia en Beatriz está absolutamente cortada. Esos niños a veces encarnan o hacen los actos más perversos dentro del drama de la novena.

El segundo tema es que fue muy exitosa. Fue una profesional de la escritura, de las más leídas y las más vendidas, en un momento donde eso no estaba bien observado, donde prácticamente éxito o best seller era igual a mala calidad literaria o a literatura de segundo orden.

Y el tercer motivo es que fue opositora al peronismo, desde el ángulo que lo fue el progresismo de los cuarenta. 

Julia Montesoro

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