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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Virna Molina estrena «La bruja de Hitler» con Ernesto Ardito: «Recreamos la realidad como un cuento antiguo para poder narrar lo abominable»

El jueves 8 se estrena la esperada ficción La bruja de Hitler, codirigida, escrita y producida por Virna Molina y Ernesto Ardito. Esperada porque no es usual en la obra de ambos directores una ficción; porque en su estreno mundial obtuvo el premio a la mejor dirección en el Festival de Calcuta y luego siguió su recorrido por festivales; porque instala la idea de que el nazismo no está desactivado, sino simplemente que toma otras formas.

La bruja de Hitler se presenta en las salas Cinépolis Recoleta, Cinépolis Avellaneda y Showcase Haedo.

La bruja de Hitler instala la inquietante idea de que el nazismo no está desactivado. ¿La película va en esa dirección deliberadamente o se les reveló luego?

Fue un concepto que surgió desde el principio. Podría decir que fue uno de los motores: ¿Por qué hacer una película sobre el nazismo después de tantas películas y de tanto tiempo transcurrido? Porque sentíamos en el momento que empezamos a concebir la historia que algo de todo ese proceso se estaba repitiendo. Podíamos percibirlo en pequeñas acciones, situaciones bastante cotidianas de la sociedad, que eran como réplicas de lo que había sucedido en la Alemania previa al nazismo y a la Guerra en particular.

Hay un montón de cuestiones que se repetían en ese 2017-2018, cuando estábamos viviendo el principio del proyecto. Desgraciadamente, con el paso del tiempo esas intuiciones se fueron afianzando. No es solo en Argentina: en el mundo se está viviendo un ascenso bastante irracional de discursos de odio, de violencia y totalitaristas. Estamos en la antesala de un momento bastante oscuro.

La bruja de Hitler es eso: poder hablar de lo que nos está pasando pero yendo al pasado y a un tiempo casi fantástico, en términos de locación, de escenario, de personajes.

-¿Hacer una ficción sobre la ideología del nazismo instalada en nuestra sociedad es otra forma de hacer documentales, en tanto se trata de documentar una realidad?

No, pero desde siempre las grandes ficciones que me atravesaron como espectadora tuvieron una conexión muy fuerte con la realidad. Lo que permite la ficción es volar en términos de escenarios, actuaciones, personajes. No está atada a tener que ser documentalmente cierto todo. Pero teníamos el basamento y la esencia de la historia real que le daba sustancia a la ficción. En nuestro caso siempre tomamos esa lógica. Quizás con Sinfonía para Ana era mucho más, porque estaba basada en una novela sobre hechos que habían ocurrido apenas modificados.

La bruja tiene una fuerte investigación documental y después nosotros nos dimos licencia para recrearlo en forma de un cuento antiguo. Pero hay una fuerte raíz con la verdad, con lo que somos, con lo que nos pasa como sociedad.

-Entre otros aspectos inquietantes, La bruja de Hitler tiene un montaje frenético, repitiendo algunos tópicos como los saltos en la línea de tiempo, las corridas, los cielos oscuros, las miradas de voyeur, el interior del bosque. ¿Cómo lo fueron logrando?

Fue un proceso de construcción largo. Nosotros no somos de los directores que en el papel tenemos todo decidido. No somos así quizás por nuestro origen como documentalistas. Nos gusta ir construyendo en el proceso de materializar la historia, llevarla desde esa imaginación hasta el resultado. Si bien había nortes claros e imágenes muy fuertes que teníamos y que queríamos plasmar, con situaciones y escenas bien concretas, también sabíamos que en el rodaje iban a pasar muchísimas cosas y las podríamos incorporar.

No íbamos a rechazar lo que les estuviera pasando a los actores y actrices, sino que lo sumaríamos al relato. Por otro lado, en el montaje íbamos a tener el rearmado final del relato. Para nosotros el montaje es esencial.

-¿Qué representa el montaje, por qué es esencial?

Es la parte final y contundente del armado del relato. Y es el cine puro. Lo demás puede ser teatro, pueden ser otras artes. Pero el montaje existe solamente en el cine. Ahí es cuando tenés determinadas piezas que las pensaste en guion y que crecieron un montón en el rodaje. Y cuando ya las tenés en esa instancia crecen más, porque lo podés cinematografizar más de alguna manera (usando una palabra extraña). Llevándolo a un plano completamente onírico, que es lo que más me fascina, porque es el plano de los sueños, de las pesadillas, donde verdaderamente acontece la ficción. Donde sabés que lo que está ocurriendo es una fantasía, pero no deja de aterrarte porque la encontrás absolutamente cierta.

-Una de las protagonistas es una niña de 11 años. ¿Cómo les transmitían desde la dirección ese plano onírico de la pesadilla en la que está inmersa esa familia?

Emma era un poquito más grande cuando lo filmó, aunque el personaje sí tiene esa edad. ¡Es todo mentira! Eso es lo fantástico del cine. Lo fascinante de los niños que actúan es que para ellos fue un juego. Obviamente no tenían por qué entender el final de toda la escena. Uno le planteaba determinadas cuestiones, como “tu personaje se queda sin voz” o “siente que se ahoga”. Y entonces jugaban a intentar recrear eso. Pero cortaba la cámara y enseguida aparecía la risa. Es diferente a los actores más grandes que interpretaban otras cosas, trabajando con determinados textos.

Los adultos tenían otra carga mucho mayor porque sabían del contexto histórico, de la historia de esos personajes. Cosas que obviamente los niños no. Una cosa es que vos juegues a que hay monstruos y otra cosa es que vos sepas que esos monstruos acontecieron y acontecen, y son ciertos y están. Entonces, eso se vuelve casi imposible de digerir. O abominable. Como yo digo, ¿cómo narrar lo abominable? Racionalmente, seguro que no.

-La película tuvo su estreno mundial en el Festival de Calcuta, donde fue premiada. ¿Qué lectura hizo allí el público de una historia que tiene un componente local porque transcurre en Bariloche, con esta familia?

El nazismo es un tema universal para el ser humano. Fue uno de los momentos más horrorosos de la Humanidad, si no el que más, donde acontecieron situaciones en las que siempre luchamos para que nunca más se repitan. Eso atravesó todas las barreras culturales y las distancias. Lo más aterrador es que esos personajes totalitaristas que gobiernan en muchas partes del mundo tienen como modelo y referente a Hitler.

En la India hubo dos cuestiones: por un lado se acercó mucha gente -sobre todo, mujeres- que me decían que eso estaba pasando allí y sobre todo, a ellas. “Nosotros hemos tenido gobernantes que han aplicado políticas de exterminio racial en este país, entonces no es algo ajeno sino muy cotidiano, terrible”, me contaban.

Por otro, había gente también de otros países del mundo que me contaban que en su país tuvieron un dictador que ponía a Hitler como ejemplo a los chicos de los colegios. Y hasta se vestían de la misma manera. ¡Y estamos hablando de los países del Medio Oriente!

Hay algo que parece perdido en el tiempo. Pero desgraciadamente sigue. Y lo peor de todo, como lo planteamos en la película, es que las raíces, la base de lo que construye esa situación histórica que fue el nazismo, no se desarmaron.

Julia Montesoro

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