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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Miguel Kohan y Rubén Fleita, director y protagonista de «El despenador»: «Los rituales y las ceremonias nos contagiaron espiritualmente»

El Despenador, dirigida por Miguel Kohan y protagonizada por Rubén Fleita, se estrena el jueves 11 en el Cine Gaumont, con funciones diarias a las 13.40 hs y 20.40 hs.

Se trata de una producción de Vertiente Cine y Dida Films, con el apoyo de la Comisión de Filmaciones de Jujuy, que trata sobre Raymundo, un antropólogo que investiga a El Despenador, un personaje andino cuyo oficio es terminar con la vida de las personas enfermas que no se mueren utilizando la técnica de un abrazo certero, evitando así contagiar la muerte por el aliento, una creencia arraigada en una zona de La Puna en Jujuy.

Durante el viaje se involucra en celebraciones, rituales religiosos, entrevistas, y observaciones vinculadas al personaje surgiendo interrogantes de un duelo reciente no resuelto. Mientras se pregunta por los motivos que lo llevan a realizar ésta investigación en una zona desértica, árida y a 4 mil metros sobre el nivel del mar, descubre que el destino al viajar nunca es un lugar sino una nueva manera de ver las cosas.

-¿Cómo decidiste que Rubén sería Raymundo, el antropólogo que investiga al despenador?

Miguel. El encuentro con Rubén tuvo ribetes casi milagrosos, porque lo conocí en un casting que hicimos en Jujuy. El fue la primera persona de ese casting. Hubo una conexión inmediata y me di cuenta enseguida que era el indicado para ese rol. ¡Así que el primero que llegó se quedó con el protagónico de la película! (Risas).

-¿Qué encontraste en él para tomar esa decisión?

Miguel. Por un lado fue su forma de expresarse, su gestualidad. Yo imaginaba que el antropólogo tenía que ser un personaje muy discreto en su forma de hablar, muy pausado. Esas pequeñas características me cautivaron rápidamente: Rubén tiene ese hablar pausado, de voz baja, pero lleno de intensidad. Y a pesar de esa voz y de ese tono, yo sentí que transmitía hondamente el aspecto que tenía el personaje que debían encarnar.

-¿Qué sabían del despenador cuando comenzó el proyecto?

Miguel. Apenas me enteré de su presencia en la Puna y en la zona andina me cautivó. Pero cuando me puse a investigar noté que no había demasiado: algunas referencias de Vargas Llosa, algún escritor peruano. No hay mucho más que eso. Eso nos llevó a un nuevo desafío, mientras hacíamos la previa de la película: investigar e imaginar de qué se trataba este personaje. Y eso nos dio un plus de motivación.

Rubén. Era una sorpresa y un enigma, porque no tenía muchos datos hasta que nos empezamos a encontrar con Miguel. Unos años antes del proyecto había tenido una conversación con él, un poco casual, a través de Roy (Easdale, productor audiovisual), quien estaba a cargo de la sede regional de la ENERC. Ya en ese primer momento me cautivó la historia y empecé a indagar individualmente. Cuando asumí el rol para la película empecé a investigar como un antropólogo. La experiencia es fascinante.

-Ustedes trabajaron juntos en celebraciones y festividades de distintas localidades de Jujuy. ¿Qué incorporaron, qué les llamó la atención?

Rubén. Jujuy tiene algo magnífico que es una mutación de muchas creencias cruzadas, entre lo que se palpita diariamente como religión. Se mantienen creencias casi milenarias y están muy latentes los ritos y ceremonias. Cada encuentro era una nueva sorpresa. Miguel lo fue absorbiendo de una manera muy inteligente. Hay cosas que estaban pautadas de la investigación, pero otras cosas que fueron emergentes en el paso.

Algo para rescatar de Miguel –más allá de que es un excelente director y muy respetuoso de todo lo que fue encontrando-, es que decidió no rodar la película con los tiempos del cine, sino de la investigación. Visitó la región mucho tiempo antes de empezar a filmar y la conoce desde otras profundidades. Por eso la recepción de la gente y lo que surgió a partir de esta fusión fue desde un lugar de mucho respeto. Eso nos abrió puertas que de otra manera no hubiesen sido abiertas. Generó mucha reciprocidad y entrega. El tiempo que tuvo en sus visitas previas a Jujuy le otorgó una mirada más íntima.

Miguel. Participar de las ceremonias y hacer juntos esos viajes para saber qué hace un antropólogo en un lugar -en medio de un ritual, por ejemplo-, nos sirvió mucho para construir nuestra relación profesional. Nosotros seguíamos con muchos interrogantes y nos generaban muchas preguntas. Y cuando volvíamos al hotel hablábamos (y hablábamos y hablábamos) de todas las cosas que veíamos. Eso nos nutrió profesionalmente, en un sentido muy positivo para encontrar al antropólogo: yo desde mi punto de vista de la dirección y él desde su punto como actor.

Y algo más: estos rituales y estas ceremonias nos sorprendieron -y acá me atrevo a incluirlo-, desde su carga emotiva también. Estamos muy sorprendidos de poder participar de esos lugares tan íntimos, que nos contagió de una profundidad espiritual y que a los dos nos vino bárbaro.

-¿Cuánto de Rubén hay en el personaje del antropólogo?

Rubén. La construcción fue muy finita. Lo hablamos al abordar el personaje de Raymundo porque tenía que partir con mucha naturalidad. Creo que se desdibujó quién era Rubén y quién era Raymundo, pero en esa fusión de entrega traté de ser lo más cauto posible y que sea la película la que cobre notoriedad. Busqué no interferir, para que el personaje y la construcción de este antropólogo simplemente acompañe ese descubrir de tantas cosas. Yo creo que Raymundo se dejó llevar por esta historia magnífica y simplemente cumplió con lo que tenía que hacer un antropólogo: ser medido, tratar de ver no solamente el paisaje sino todo lo que lo rodeaba. Para que el entorno cobre la notoriedad que el rodaje necesitaba.

-Miguel, ¿y vos en qué medida fuiste permeable a las sugerencias de Rubén? ¿Fue tu hoja de ruta?

Miguel. ¡Sí! (Risas). Con Rubén, además de construir al antropólogo nos construimos un vínculo. Era la primera vez que trabajábamos juntos y a medida que íbamos desarrollando el recorrido, teníamos un ida y vuelta en las coincidencias y en las no coincidencias también. Y desde ese cruce, en el que a veces teníamos distintas opiniones, pudimos armar un trabajo honesto y franco.

Julia Montesoro

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