Celia Argüello Rena es la protagonista de Un bolso lleno de carteras, el documental de Leonardo Petralia que está en su segunda semana de exhibición. Bailarina, coreógrafa y dramaturga, se propuso trabajar artísticamente con la basura que su madre acumula de manera compulsiva… Al embarcarse en la creación de una nueva obra, madre e hija se involucran en una experiencia que transformará sus vidas. La película se presenta diariamente a las 19 hs. en el Centro Cultural San Martín, en el marco del Ciclo Espacio Documental.
–Proyecto Diógenes, que es una propuesta performática, fue el disparador de Un bolso lleno de carteras. ¿Creías que uno de los pasos del proyecto era el largometraje? ¿O la propuesta te sorprendió?
Un poco y un poco. Cuando empezamos a desarrollar la primera acción performática, tuvimos la intuición de registrar lo que hacíamos con la mejor calidad posible. Para eso contamos con Tibu, el hermano de Juan Pablo Gómez, que es DF y hace cámara. A partir de ahí, Juan Pablo se conectó con Leo (Leonardo Petralia) y Nadia (Jacky), quienes finalmente nos hicieron la propuesta del largometraje. Ahí sí nos sorprendimos, porque no teníamos idea de cómo llevarlo adelante.
-¿Qué creés que vieron Nadia y Leonardo Petralia para llevar adelante el proyecto?
Nadia vio el registro que veníamos haciendo –informal y caótico- y se entusiasmó. Tenía la posibilidad de aplicar a un subsidio y le pareció que podía ser posible. Ahí empezamos a plantear la posibilidad del guion con Juan Pablo. Entonces entró en escena ¡Y todo se fue acumulando naturalmente! (Risas).
-¿Te veías a vos misma como la protagonista?
¡Nooo! Ni siquiera ahora lo veo así. Porque es un proceso colectivo, por más que el documental se centre en mi relación con mi madre. Protagonista es el proyecto, porque es más grande que una película y es singular. La película da cuenta de eso. Pero hay otras cosas que no llega a dimensionar y que tiene que ver con el día a día: mover cosas, hacer kilómetros, tener un montón de reuniones. Todo lo que hace al Proyecto Diógenes.
-¿Cuál fue la respuesta inicial de tu mamá cuando le propusiste participar?
Nunca se negó, por suerte. Ella alienta mucho mi quehacer artístico y entendía cuál era el juego. Simultáneamente, estaba haciendo un movimiento de apertura a su proceso, y el proyecto la podía ayudar. Ahora, a la distancia, es más conciente de eso.
-La película contiene, entre otros sentidos, la resignificación del vínculo entre una hija y su madre. ¿Hay un antes y un después en ese vínculo?
Sí. Atravesar estos procesos fuertes necesariamente trae transformaciones. Todes las personas que participamos en el proyecto nos transformamos. Y también Noemí, dentro de ese cúmulo de transformaciones que está atravesando. Era un tema oculto entre nosotras dos, y a partir del proyecto empezamos a desarmar esa trama o ese nido que se había construido entre ambas.
-¿Qué te generó verte en las salas, en pantalla grande y con público?
La primera vez que vi el primer corte fue en 2019. Pero en ese momento estaba muy tomada por otros temas: recién habíamos recuperado la casa, había algunos movimientos con mi familia. No sé qué vi en ese momento. Pero ahora lo empecé a ver más formalmente, como artista. Y me interesa más la composición, cómo se va narrando la trama, la temporalidad de algunas escenas.
-¿Qué viste de vos en la película que no habías advertido antes?
Ahhh (silencio prolongado). Juan Pablo siempre cuenta que vio muchas veces la película como para entender qué nos había pasado con todo eso. Yo no lo necesité, porque no sé si es fuerte seguir viéndolo. En la última escena entendí que nos habían pasado un montón de cosas. Pude ver cómo, a través del arte y con la comunidad con la que hago este proyecto, abrí un tema muy personal que había vivido con mucha intimidad. El proyecto me habilitó para ver el problema desde otro ángulo. No me animo a decir “sanador”, porque nunca se sabe las capas que hay detrás de esto, pero al menos fue transformador.
Julia Montesoro