Cristian Bernard dirigió Ecos de un crimen, su primer largometraje después de trece años, un thriller de suspenso protagonizado por Diego Peretti, Julieta Cardinali, Diego Cremonesi, Carla Quevedo y Carola Reyna. Se trata de obra inquietante llevada a cabo en una atmósfera cerrada y opresiva, en la que respetando los cánones del género, se desdibuja el límite entre la ficción y la realidad.
–Ecos de un crimen es, también, el eco de grandes películas del thriller de suspenso. Vos, además, sos un amante del cine de ese género de los años 70. ¿Cuáles fueron las grandes referencias que tuviste en cuenta para emprender esta película?
Muchísimas. Es cierto que me apasiona el cine del 70 norteamericano porque creo que fue una etapa de absoluta libertad; o por lo menos hubo un intento de que los directores, en el sistema de estudio, tuvieran cierto control sobre la obra. A la hora de Ecos de un crimen, por supuesto que Hitchcock me influenció mucho. Aunque es previo a esa década, te diría que lo repasé, lo estudié todo y me volví a leer su libro.
Pero también está Brian De Palma, una película como Perros de paja, de Sam Peckinpah (relacionado con la casa y la amenaza que viene de afuera) y otra película que no es muy recordada y que me sirvió mucho, sobre todo en cuanto a puesta, por la similitud de elementos: La muerte y la doncella, de Roman Polanski, una obra de Ariel Dorfman que me fascina. Una de las mejores películas sobre la dictadura, curiosamente hecha por un director polaco con actores norteamericanos. Tiene un marcado clima opresivo -algo que Polanski maneja en casi todas sus películas-, con la tensión latente en un grupo humano en un ambiente cerrado. Y además me interesó porque está realizada de noche y con lluvia. Me interesó el trabajo de la luz de Tonino Delli Colli, el director de fotografía.
-Cuando comenzaste a filmar la película, nos comentaste que te enamoraste del guion y del cruce de géneros que tiene.
Más allá de que Ecos… llegó a mis manos a través de dos productores mientras estaba posponiendo otra película, yo lo hice propio: no tengo necesidad de filmar algo que no siento o que no quiero. Es cierto: cuando leí el guion me enamoré. Me apasionó el cruce de géneros. Siento es que me preparé toda la vida para hacer esta película. La gente me asocia mucho a la obra que tenemos con Flavio (Nardini), con quien vamos a seguir trabajando juntos porque tenemos proyectos en común. Con él hicimos una suerte de ficción basada en El Eternauta, con Marcelo Mazzarello como protagonista, donde hicimos género fantástico. Mis primeros cortos son todos fantásticos, de ciencia ficción. Incluso, hay una Historia Breve 0 llamada Encuentros lejanos: también me metí con el género. Ecos de un crimen tiene tiene planos de ese corto.
-¿Qué cuenta Ecos de un crimen y qué diferencias tiene con otras producciones argentinas del género?
Antes que nada, es una película de género de thriller psicológico, pero no es un thriller policial: no pasa a partir de un detective, un policía o un hecho criminal que es investigado. Es la historia de un escritor que se aleja de la ciudad para irse a una casa de fin de semana con su familia, en medio de una crisis personal. No se sabe si es por un fin de semana o por varios días. En la primera noche sucede algo: alguien llama a la puerta. Ahí, la película tiene muchísimo que ver con el género de terror. Como decía Luca (Prodan), un tornado viene a arrasar su ciudad y su jardín primitivo.
A partir de ahí, la película es como una muñeca rusa, como una mamushka, que se va transformando. Pasa del thriller psicológico a la película de horror, al drama familiar y al relato fantástico. Su protagonista en el final termina habitando su propia ficción. Para mí, la película es un estado mental y un gran laberinto. En ese sentido, no es que sea tan pretencioso (pero un poco hay que serlo): siempre ayuda la referencia de la literatura de Borges, la literatura de Bioy y Cortazar. La película es casi como estar dentro de la cabeza del personaje. De hecho, la cámara es otro personaje.
–Ecos de un crimen se rodó durante una dificultad externa que fue la pandemia. ¿Cuáles fueron las complejidades propias de la filmación que hubo que atravesar?
Cuando leí el guion tuve la extraña y falsa sensación de que sería una película sencilla para hacer: eran cinco actores en una casa, lloviendo todo el día, de noche y con luz de velas y con bajas temperaturas, porque se iba a rodar en invierno. Lo que uno ve en la película es el mundo de la mentira al servicio del cine. Prácticamente, se rodó todo de día. Usamos la técnica de la noche americana. Eso nos permitió no sufrir el frío y estar concentrados en la historia. Mis películas anteriores (76-89-03 y Regresados) las filmé de noche y fueron tortuosas: no es lo mismo pedirle algo a un actor o a un técnico a las 3 de la tarde que a las 2 de la mañana. Además, la noche americana es una técnica utilizada por este cine que amamos y está en desuso. También hubo que crear una estructura sobre la casa para poder filmar de día y que las ventanas estuvieran tapadas y además, cayera la lluvia.
-¿Cómo fue el proceso de trabajo con los actores?
Yo tengo un sistema con los actores que vengo aplicando hace bastante tiempo, y hemos aplicado con Flavio también. Cuando hicimos Germán, últimas viñetas, Miguel Angel (Solá) no era un actor que decía su texto y se iba. Es lo que pasó con Diego Perettí, con Julieta (Cardinali), con Cremonesi, con Carla Quevedo. Siento que reescribí el guion con ellos mientras lo íbamos haciendo, mientras ensayábamos. Todo el tiempo surgían ideas para crear este laberinto y estas pistas que va sembrando el relato y que se recogen en el final para construir el rompecabezas. Muchas de esas ideas fueron de ellos: para mí, el trabajo con los actores, básicamente, es estar atentos, escucharlos.
El personaje de Cremonesi inicialmente era casi de cómic, esquemático. Sin embargo, Diego me dijo que había que darle profundidad, que perder un hijo no era una pavada más y que no era solamente un cuco. Ese cuco que compuso tiene momentos de una humanidad extrema.
Como el tono de ensoñación que tiene Julieta (Cardinali): parece un registro actoral de la década del 40 o 50. Uno no se da cuenta por qué esta mujer está tan calmada ante la barbarie que está sucediendo. En el lado opuesto, Carla Quevedo (para mí, es la Robert De Niro femenina porque compone un personaje que no es ella) no es la misma en escena que la que llega al set.
-Entre Regresados, tu última película (codirigida con Flavio Nardini) y Ecos de un crimen pasaron más de 13 años. ¿Hay que esperar otros 13 años para ver otra película tuya?
Ojalá que no. Proyectos tengo un montón: una película de terror llamada Bajo tus pies; una serie sobre las aventuras de José de Zer llamada Seguime Chango, seguime, con su historia relacionada con los ovnis y el mundo de lo paranormal, y otro de barras bravas con Flavio. Si fuera por mí estaría filmando la semana que viene. Pero los proyectos personales cuestan mucho. Y además, todo está cambiando hacia las plataformas.
Julia Montesoro