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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Eduardo Montes-Bradley anuncia las películas que se presentan en Foco Montes-Bradley desde el martes 1

Desde el martes 1 de junio estará disponible una nueva serie de largos y cortometrajes realizados en Argentina y Estados Unidos correspondientes al ciclo FOCO MONTES-BRADLEY, muestra retrospectiva del cineasta, ensayista y documentalista Eduardo Montes-Bradley, con la coordinación integral de la multiplataforma GPS Audiovisual.

Entre las novedades se incluye el preestreno exclusivo de Alice: At Home with Alice Parker, documental de 30 minutos dirigido y filmado por Eduardo Montes-Bradley, con producción de Heritage Film Project. También volverán a exhibirse Los cuentos del timonel (2001), documental sobre Osvaldo Bayer y Le mot just – Ideografía de Héctor Tizón (2004), documental sobre el poeta jujeño.

FOCO MONTES-BRADLEY es una mirada parcial a los trabajos que el cineasta realizó en Argentina, Estados Unidos, Alemania y Brasil entre 1999 y 2020. Cada dos meses incorporará producciones inéditas para la Argentina y reestrenos, que estarán disponibles durante 60 días en forma gratuita y exclusiva en la plataforma Vimeo de GPS Audiovisual.

-Tendremos el privilegio de preestrenar en forma online y gratuita tu reciente documental Alice: at home with Alice Parker. ¿De qué se trata?

Es una película por encargo de la fundación Melodious Accord, que podría interpretarse como “acordes melodiosos”, pero en realidad la palabra tiene que ver con concordancia, con acuerdo, con la paz. Con la idea de llegar a un acuerdo a través del canto.

Alice Parker es una legendaria compositora de obras corales. Nació en Estados Unidos, pero su obra llega a lugares remotos: curiosamente, recibí mensajes de lugares como Azerbaiján o Ucrania, donde también cantan las canciones que ella compuso o arregló. Lo interesante de ella es su condición de mujer pionera dentro de la dirección coral. Tiene una teoría de que la dirección coral de una mujer es distinta a la de un hombre, ya que la mujer gobierna la orquesta o las voces del coro desde otro lugar y no desde la fuerza del torso. Algo de eso se alcanza a ver en la película.

-¿Cómo fue el vínculo con ella?

Alice cumplió el año pasado 95 años. Vive en un pueblo muy pequeño en los Apalaches de Massachusetts. Los Apalaches van cambiando de nombre a lo largo de su cordillera, desde Maine hasta Georgia, y en esa región se llaman Berkshires. Es un lugar muy alejado, muy frío, muy desolado. Para colmo, cuando llegué, en medio de un invierno bastante crudeli, nos sorprendió el inicio del Covid. De alguna manera quedamos encerrados, impregnados de ese clima cultural que aflora de los Berkshires, de donde proviene Emily Dickinson, donde se inspiraron Herman Melville y Edith Wharton, además de un número muy importante de la gente de la cultura, de la política, del pensamiento anarcoliberal. Ella pertenece a esa comunidad intelectual. Y fue un gustazo: me pasé unos deliciosos días bajo cero comiendo el pan que ella misma hacía y escuchando su música.

-Además del cine y la literatura, entre otras disciplinas del arte, tenés un largo vínculo familiar, emocional y profesional con la música. ¿De dónde proviene tu relación con la música y cuánto te influye a la hora de elegir un tema para un documental?

Indefectiblemente sí, la música está en los primeros recuerdos de la infancia. Recuerdos de mi madre en el piano o mi padre ensobrando los discos del sello musical que él había creado con Iván Cosentino, que se llamaba Discos Qualiton. Y que curiosamente empieza con las obras corales. Alguna vez le pregunté a mi padre por qué grababa tantos coros. Y me contestó que era la mejor manera de poder hacer discos, porque los coros tienen muchos miembros y cada uno de ellos, muchos familiares. Entonces hacían una edición limitada (de 250 discos) y casi con seguridad estaban colocados entre todos ellos. Así empezó su empresa. Me pareció muy inteligente, porque siempre tenés que buscar la manera en que vas a solventar tu empresa cultural.

Teníamos un departamento en Cangallo y Rodríguez Peña de unos 120m2 donde alguna vez entró el Ballet Folklórico de Brasil entero después de una función. En el departamento del piso de abajo vivían Graciela Pal y Pablo Palitos. Y en el mismo edificio, Osvaldo Miranda. Vivíamos en un clima muy artístico.

Fueron las primeras influencias, que suelen ser las más importantes.

-Yendo hacia atrás, hace dos décadas (y un poco más también)  tuviste un prolífico intercambio con la literatura plasmado en la pantalla. Entre tus obras –que tendremos la posibilidad de volver a ver- se encuentra Los cuentos del timonel, estrenada hace exactamente veinte años. ¿Cómo fue tu vínculo con Osvaldo Bayer?

Fue muy afectuoso, muy cariñoso. Además, con un Osvaldo Bayer poco conocido. La película se desarrolla íntegramente en su casa en la montaña del Káiser, en una población que se llama Linz am Rhein, donde hemos pasado épocas muy agradables con él y con su esposa Marlies, frecuentando la ópera en la otra orilla de Bonn. No es el Bayer militante, anarquista, asiduo frecuentador de la Casa de las Madres de Plaza de Mayo. Este es un Bayer más burgués. Yo solía usar este rótulo para provocarlo en las charlas: no hay nada peor para un anarquista que decirle burgués. Yo le decía: “me gusta este Bayer burgués”. Y él respondía: “Usted haga lo que quiera, pero no me diga burgués”. ¡Nunca pensé que con esta imagen del Bayer burgués ganaría un Cóndor a la mejor película!

-Pocos años después surgió Le Mot Just, que requirió situarte en la geografía de la Puna, para acercarte a Héctor Tizón. ¿Cómo accedió a ser el protagonista de este documental?

Reconozco que la única persona que me dijo que no fue Juan José Saer. Tengo un relativo éxito cada vez que intenté hablar con personas habitualmente ariscas. De Tizón decían que era bastante reacio al contacto fuera de su entorno y de su literatura. Conseguí su teléfono en la misma editorial en la que trabajábamos, contacté a un sonidista veterano en Salta –el Negro Ramírez- pasé a buscarlo  en un viejo Chevrolet 400 Special y nos fuimos a Yala, donde tenía su casa Tizón. No solo nos recibió: pasamos unos días maravillosos durmiendo en la casa de él. Y pude hacer mi película.

Julia Montesoro

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