Celina Murga volvió a filmar. Aun en tiempos de antiparras, distanciamiento social y equipos de producción reducidos, en estos días está al frente de un proyecto de una serie documental. Al mismo tiempo, busca nuevos significados para su proyecto El olor del pasto recién cortado, una ficción que espera comenzar a rodar en el segundo semestre que trata sobre dos profesores universitarios, casados y con hijos, que afrontan crisis similares. Las situaciones que se suceden en cada una de las dos historias, aun siendo idénticas, los involucran de manera distinta, dando cuenta de los mandatos en los que anidan muchos de nuestros roles cotidianos.
-¿Cómo estás transitando la experiencia de volver a filmar después de un año?
¡Agradecidísima de volver a las pistas! Estoy desarrollando un proyecto de serie documental, y por otro lado filmando un teaser, que me permite realizar varias entrevistas en Buenos Aires, Necochea, Bariloche y El Bolsón. Y además, con una nueva realidad que implica filmar en jornadas no muy largas y que sería buenísimo adoptar para cuando se retome la normalidad, porque filmando en jornadas de menos de diez horas se optimiza el trabajo, la concentración y la lucidez.
-¿Qué fue lo primero que pensaste cuando estuviste nuevamente detrás de una cámara, frente a actores?
Lo primero fue disfrutar mucho el hecho de pensar con otros el encuadre, el personaje, el fondo, los colores, las texturas. Es el disfrute de la materialidad. Cuando escribís un guion pensás en la escena, pero las cosas que pasan en el rodaje tienen que ver con el contacto directo con la realidad. El personaje ya no es un personaje escrito o en la cabeza de una sino que es un actor, una mirada, un gesto. Un escritor preferiría el mundo de las ideas, pero a mí -que me considero más directora que guionista- lo inesperado me encanta. Me gusta que la realidad me sorprenda y que aparezcan cosas que no pensé. Eso enriquece cualquier idea previa. Eso fue lo más inmediato.
-Eso que solo se puede si existe una interacción directa.
Fui a ver a alguien a una entrevista. Había investigado y sabía por dónde debía llevar la charla. Pero al descubrir su casa empecé a pensar en qué contaba ese lugar sobre ese personaje. Y eso me hizo modificar la posición de la cámara. Es fundamental lo que sucede en ese momento.
-Es lo que en 2020 no pudiste desarrollar. Tiene un impacto importante poder volver sobre una persona.
En diciembre hice unos castings para El olor del pasto recién cortado. Teníamos que hacerlo en esa fecha. La situación era de muchas restricciones. Fuimos a la terraza de un bar con los actores, pero sin poder ponerle demasiado el cuerpo. Cada uno sentado en un lugar, sacándose el barbijo pero sin poder interactuar. Todo lo que pensaba hacer se hizo a medias.
-¿Cómo sigue el proyecto de El olor del pasto recién cortado?
Pasará a la segunda parte del año. Queremos tener más claro cómo filmar en este contexto nuevo. El lado positivo es que estoy reescribiendo el guion y estoy contenta con este nuevo norte. Soy de las que no deja de escribir hasta último momento.
-Se trata de un proyecto que revisa ciertos estereotipos del patriarcado y los pone en tensión a partir de dos vidas, las de un hombre y una mujer. ¿Qué te llevó a reflexionar sobre este tema?
Obviamente, estoy inmersa en esta coyuntura. Los últimos dos años fueron muy intensos respecto de la reflexión feminista y la posibilidad de mirarse a sí misma. Me interesa observar los estereotipos: siempre está bueno correrse de ellos. En todo sentido: en los vínculos y en todo tipo de escenarios posibles. Es un momento clave para repensar los estereotipos. El olor del pasto… es una misma historia contada por un protagonista hombre y después por una mujer. Me interesa mucho no quedarme con lo más obvio de los estereotipos sino ir más allá y poder encontrar no solo las diferencias sino las similitudes. Este es el gran desafío del guion: por eso me interesa seguir encontrándole matices.
Julia Montesoro
