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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Majo Staffolani estrena «Román»: «Hacer tambalear nuestras decisiones sexuales fue un acto de valentía»

Majo Staffolani dirige Román, un relato acerca del autodescubrimiento de un hombre que llegando a la segunda mitad de su vida se mira con frustraciones y vacíos sentimentales y decide no perder más el tiempo. El cuerpo manda y dispone, y el encuentro fugaz con otro hombre, veinte años menor, lo transporta a un estado de conmoción amorosa al que se entrega sin conflictos ni etiquetas.

Protagonizada por Carlo Argento, Gastón Cocchiarale, Gabriela Izcovich y Lara Crespo, Román se estrena en Cine.ar TV el jueves 8 y a partir del viernes 9 se la puede ver en Cine.ar Play.

-Qué paradoja: Román se presentó en más de 70 festivales del mundo en forma presencial, en este mismo momento se puede ver en salas de lugares tan distantes como México y Japón. Y en Argentina se estrena en Cine.ar. ¿Cómo lo asumís?

Es un doble placer: que se estrene en casa y que sea en esta plataforma argentina. Era muy necesario. Obviamente me da un poco de nostalgia la idea de no estrenar en el cine, de no poder abrazarme con la gente ni tener una devolución cara a cara. Pero como misionera lo entiendo desde otro lado: qué bueno que mis amigues y mi familia de Misiones también la puedan ver. Y completar la idea de un cine más federal: si no fuera por esta plataforma no habría este acceso a las películas.

-Con Román atravesaste distintas etapas: escribiste una película, dirigiste otra, montaste otra y a finalmente, vas a exhibirla al público. ¿Qué cosas permanecen en el espíritu de la película a lo largo de esas etapas?

Es cierto que una peli es la que escribimos, otra la que filmamos, otra la que editamos y después hay una cuarta etapa, más romántica: la película que nos devuelve el público según su entorno, o su condición social, o según lo que piensan y lo que sienten. Lo que se mantiene como espíritu es la libertad de haber filmado una película independiente. Esa libertad se instauró desde el primer momento, con la certeza de decir “wow, la película que estoy imaginando es muy probable que sea la película que se ve”. Supe siempre que ese era el guion que iba a haber. Ese espíritu de libertad, que se suscitó detrás de cámara y también se puede percibir absolutamente en el delante y narrativamente hablando, se mantiene.

-Una de tus grandes determinaciones fue haber pensado en una película hecha casi íntegramente por mujeres. Y además, contando una historia de amor que le ocurren a los hombres. La historia del cine está escrita siempre en la dirección opuesta. Ya sabemos que las mujeres siempre tenemos que dar una explicación de más, una justificación de más. ¿Cuáles fueron los obstáculos que debiste atravesar al tomar esta decisión?

Felizmente, ninguno. Esta decisión, que fue tomada a conciencia, no fue un acto fortuito de decir “ay, mirá qué casualidad que tenemos una directora de arte, de sonido”: fue algo buscado, intencional. Creíamos, inclusive con mis compañeros varones con quienes vengo trabajando hace diez años (Alan y Joaquín, los productores ejecutivos, uno es director de sonido y otro de fotografía), que era necesario dejarlos de lado justamente para empezar a entender que las mujeres deben tener otra participación por fuera del área de arte, vestuario o peinado. Suena maravilloso en el concepto, pero llevarlo a la acción a veces es lo que más cuesta. Inclusive a las mujeres. Hay que hacer un mea culpa ahí, ¿no? Pero sin ánimos de confrontar ni mucho menos, es momento de que empecemos a hacer ese lugar.

-¿Y cuál fue tu evaluación final a la hora de pensar en ese lugar ganado?

El vínculo fluyó de una manera increíble. La gente que estuvo en el set puede decir que entre todas se miraban a los ojos y entendían lo que estaba sucediendo. Tuvimos que filmar en tiempos realmente muy cortos, y se necesitó una dinámica de mucha concentración y mucho orden. Cuando hay un plan de rodaje donde en un mismo día tenés, literalmente, diecisiete escenas, tiene que primar el clima de concentración, de sororidad y de conexión, porque si no, no fluye. Indudablemente, lo que sucede climáticamente en el detrás de cámara, afecta transversalmente al delante, no es indivisible.

-Vos ya habías hecho una experiencia parecida con Colmena.

Sí. Ahí éramos un equipo de cincuenta y cincuenta, pero fue una experiencia maravillosa también, realizada en muy pocos días. En esa nos pusimos a prueba, nos quitamos los miedos y dijimos “¿che, esto se va a poder lograr de forma independiente?”. Cuando nos dimos cuenta de que sí, hicimos una muy buena segunda versión en todos los aspectos, tanto en el recorrido como también en el aspecto técnico.

-Filmaron con luz prácticamente natural, ese es otro aspecto que hace a la historia que están contando. No hay artificios ahí.

¡Tenés razón! Me acuerdo de haber leído una crítica que decía que la directora de fotografía (Mariana Bomba) iba decidiendo teñir al personaje con luminosidad a medida que se iba liberando. Nada más cierto que eso. Es cierto que usamos muy poca puesta lumínica. Fue una decisión entre ella y yo, consensuada, de usar la luz natural.

-¿Qué historia plantea esta película que permita ser comprendida y valorada por todos los públicos, por encima de lo que inicialmente puede ser entendida como una historia de amor entre dos hombres?

Más allá de que la película pertenezca con mucha honra y orgullo al colectivo LGTB, en Román pasó algo que no me imaginé al principio. Vi mucha gente de todas las edades (joven, de cuarenta o de ochenta años), que sintió empatía. Esa es la cuarta etapa, la de la devolución del público. Ahí me di cuenta que esta película plantea sobre todo que a los cincuenta años (la mayoría de la gente lo debe pensar) la vida de la pareja y el trabajo están resueltas. Empezar a tambalear con nuestras decisiones sexuales me pareció un acto de valentía. Como replantear que el trabajo que tengo desde hace dieciocho años no es el que me apasiona, o que la persona con la que duermo hace veinticinco no sea la que realmente me hace feliz. Esos son replanteos que comúnmente se asocian a los 20 años, y acá llegan a los cincuenta. Por eso Román maneja un lenguaje universal y logra una empatía sin rango etario.

-La película recorrió más de setenta festivales en los cinco continentes, y ahí también se completó un proceso, además de que vos pudiste compartir sala y ver la película en México, un país atávicamente machista. ¿Qué devolvía la gente en esos casos?

México es terriblemente machista. Matan a una mujer cada cinco horas, imaginate la situación. Es un país que amo y respeto muchísimo. Mis producciones siempre fueron recibidas de una manera muy cálida. Pero es cierto que hay mucho por trabajar y por erradicar. El público de México es muy diverso: pensemos que tienen cuarenta millones de habitantes solo en Ciudad de México, que quizás no que viven ahí pero que recorren todos los días. Así como es una sociedad machista, también intenta despertar estos nuevos pensamientos, con cosas de las que ya están cansados y quieren erradicar. Felizmente me tocó un público muy receptivo, pero que también se ha cuestionado cosas en la mismísima sala de cine, lo cual para mí fue una locura. Por ejemplo, en México he recibido devoluciones cálidas como también “¿por qué le lleva veinticinco años? ¿por qué tienen cuerpos tan diversos entre sí?”. Yo pensaba que esas preguntas que me hacían nunca iban a estar sobre la mesa. Y estuvieron. Y si estuvieron significa que todavía hay que seguir hablando sobre eso.

-La película tiene algo que también es intencionado, y es que rompe con estos estereotipos de cuerpos hegemónicos y de diferencias de edad, incluso hasta de estatura entre los personajes de Gastón y Carlo. En ese sentido, también vos te planteaste eso deliberadamente.

Sí, yo tiendo mucho a desobedecer. No sé si estrictamente lo hice por eso, pero es verdad que me dijeron “che Majo, no están empatados en altura. No vas a lograr que se produzca una relación donde pueda existir una seducción real. Tienen cuerpos muy diversos”. Literalmente. Mirá qué dañina que es la cultura hegemónica, qué absurda, siniestra y horrible, que un hombre no puede seducir a otro porque no tenga los labios carnosos o abdominales marcados, o porque no cumplan con esa regla. Claro que fue una intención buscada. Fue lo único que me fijé a la hora de elegir. Gastón y Carlo son dos pedazos de actores que superaron mis expectativas, pero ya sabía que iban a ser ese Lucas y ese Román. Me era indiferente sus cuerpos y su fisonomía.

-En esta historia hay otro desafío, que es haberles propuesto a ambos un trabajo físico y de entrega emocional de gran intensidad. ¿En qué consistió el trabajo con ellos y que además se permitieran romper con ciertos formalismos?

Donde más me gusta intervenir es en la dirección de actores. Allí es donde más disfruto y más útil me siento. Con ellos dialogué absolutamente todo. Hubo numerosas escenas con Carlo en las que con el guion en la mano marcamos por qué emociones iba atravesando. Está en todas las escenas salvo una. Logró pasearnos por un sinfín de emociones. No es para espoilear la película, pero cuando él sale del primer encuentro amoroso con Lucas, esboza una sonrisa muy sutil que nunca le habíamos visto antes. Eso solo lo puede hacer un gran actor. Era la escena clave  -la única que tiene nueve tomas, el resto se hizo en una o en dos-, porque partía la película.

-Finalmente, Majo, el personaje de Lucas le dice a Román que hay que disfrutar el momento y no programar tanto. ¿Cuántas cosas creés que nos perdemos por vivir planeando el futuro?

 La mismísima vida. Nos perdemos la vida entera pensando en el futuro. Creo que esta pandemia viene a reforzar esto. Yo siempre fui muy “ahora o nunca”, desde muy chica, y espero seguir siendo así muchos años más y no doblegarme nunca. Por eso las pelis tienen esto, donde todo el tiempo diferentes personajes le van planteando esto de diferentes maneras y con otras palabras a Román, esto de “es ahora, tenés que disfrutar”. Si algo deja esta pandemia (no la estoy romantizando) es que tenemos este instante y nada más. Hay que dejar de pensar tanto en el futuro y proyectarnos en un muy buen presente inmediato. Tratar de vivir el hoy de la manera más intensa posible y de la forma más feliz también. El futuro nunca llega.

Julia Montesoro

La entrevista completa es de GPS Audiovisual Radio y se puede escuchar en este enlace.

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