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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Federico Marcello estrena «De acá a la China»: «Es una ficción metida en un ámbito documental»

El jueves 7 se estrena comercialmente la comedia dramática De acá a la China, ópera prima de Federico Marcello, quien también es el guionista y protagonista. Se exhibe en el Centro Cultural de la Cooperación los jueves 7, 14, 21 y 28 de marzo a las 21 y en el Malba los sábados 9 y 23, a la medianoche.  

Rodada en las ciudades de Shanghái y Xiamen, casi sin participación de actores profesionales, narra la historia de Facundo, quien decide viajar a China para abrir un supermercado de productos argentinos, a manera de represalia por el auge de los supermercados chinos que contribuyó al cierre del viejo almacén de barrio que tenía su padre. A su llegada se reencuentra con un viejo amigo, Pablito. Juntos emprenderán el camino del emigrante.

La simbología porteña está presente: Maradona y la Mano de Dios, el combo dulce de leche-fernet, Gilda, el banderín de Platense y el relato de un partido mítico contra “Los externos” –una batalla perdida de antemano, una metáfora precisa de ese viaje a ninguna parte- en plena jornada de pesca (¿del calamar?).

Esos “externos” (que no son sino los locales, “externos” para los argentinos) desconocen las conductas del porteño arquetípico: Facundo y Pablito trabajan duramente, son explotados sin quejarse, cumplen las normas, pagan sin chistar aun sabiendo que los ningunean, relegan el amor y el sexo, no piensan en la trampa, la piolada o el exceso como recurso “salvador”.

Aun así, siempre son extranjeros.

Federico Marcello dialogó con GPS audiovisual sobre De acá a la China, un film impregnado de melancolía y ternura.

-¿Cuál era tu relación con el cine antes de pensar en escribir, filmar y protagonizar De acá a la China?

Mi mayor acercamiento es la escritura de los guiones. Previamente a la película había hecho dos documentales. El primero, filmado íntegramente en el Africa, es sobre el apartheid, viendo cuáles fueron las consecuencias del sistema segregacionista. Y el segundo documental fue en Israel-Palestina, sobre palestinos e israelíes que trabajan en forma conjunta buscando un camino hacia la paz a través del diálogo. Está en posproducción. El tercer proyecto cinmatográfico es éste.

-¿Cuál fue el puntapié inicial para hacer la película? ¿En qué consistía el proyecto inicial y qué diferencias hay con el resultado final?

Con Pablito Zapata y Julián Arenson habíamos hecho los dos documentales anteriores. Nuestra intención era hacer un tercero que hablase sobre los chinos que viven en la Argentina. Para ello había que viajar a Fujian, la provincia de donde viene el 85% de los chinos que viven aquí. Tratar de entender quiénes son, de dónde vienen, por qué llegan a nuestro país y por qué abren supermercados. A partir de esa premisa inicial comencé a desarrollar el guión. Ahí surgió la idea de un argentino que va a China a vengarse, abriendo un supermercado argentino. Y desde esa premisa ficcional comienzo a darle forma a una historia que se devora al documental. El documental -la idea inicial del proyecto-, termina solapado debajo de la ficción. El resultado es una ficción metida en un ámbito documental.

-El viaje a China estaba desde el comienzo. ¿Con qué información contabas, qué historia pensabas desarrollar allí, qué encontraste y qué tuviste que modificar?

Con el proyecto del documental que se convirtió en ficción viajamos y nos movimos como para buscar equipos de gente. Originalmente teníamos el contacto de un fotógrafo español. Cuando lo consultamos, sabía dónde alquilar luces, y además conocía actores y locaciones. Teníamos la preproducción avanzada. Sin embargo, el mismo día que llegamos a China recibimos un mail del español contándonos que por problemas en su visado tenía que volver a España. Quedamos con nada. Tuvimos que empezar la búsqueda de cero. Nos ayudó muchísimo haber llegado justo el día que se casaba Eugenio Donatello, un pibe que habíamos conocido por internet. Es un argentino que se casaba con una china y nos invitó a su casamiento. A partir de allí conocimos un montón de chinos que empezaron a colaborar desinteresadamente, dándonos una mano con absolutamente todo. El primer mes y medio dormimos en una ONG que recibía estudiantes de otras partes de China. Algunos de esos chicos hablaban en inglés, y eso nos sirvió como un gran puente de traducción para conectarnos con el exterior.

El mes y medio siguiente -la etapa de rodaje- vinieron Hu Xiao Song y Chen Mo, una pareja de chinos que habían vivido en la Argentina – a quienes contactamos por medio de amigos de amigos de amigos- y que desinteresadamente nos acompañaron en la etapas del rodaje y nos ayudaron mucho con la traducciones.

-¿Cómo compatibilizaste tu guión –hecho en la Argentina- con lo que iba ocurriendo en China?

Adaptándolo en función de las cosas que íbamos consiguiendo. Habíamos hecho una investigación bastante puntillosa del lugar antes del viaje, y fuimos con el guión desarrollado de principio al fin: 90 páginas completamente cerradas. Pero a medida que conocíamos a un personaje que estaba dispuesto a participar, modificábamos la escena en función de él. Fue el caso de Momo: originalmente era el vecino con el que íbamos a pegar buena onda, pero resultó ser un excelente cantante y hubo que modificar las escenas.  

-¿Cuánto tiempo pasó desde el primer guión hasta la concreción de la película y cómo fueron sucediendo esas etapas?

Desde que nos propusimos hacerlo pasaron cinco años. Tuvimos mucho tiempo de posproducción. Sobre todo porque lo hicimos en forma independiente, y teníamos que hacerlo paralelamente a nuestra vida cotidiana. Eso implicaba también laburar más de la cuenta para poder pagar las cosas que implicaba la posproducción, tanto de montaje como de derechos autorales. Después nos propusimos mandarlo a festivales. Ganamos un premio en un festival de Indonesia por la paz y la tolerancia. Y obtuvimos el segundo puesto Cine a la Vista!, un festival realizado en San Martín de los Andes donde el jurado son chicos menores de 16 años, que tuvieron una devolución muy genuina.

-Es una película de actores no profesionales. ¿Cómo se fueron integrando al proyecto? ¿Cómo convenciste a tu propia familia y cómo fue filmarlos a ellos?

Apoyaron muchísimo el proyecto, y decidí integrarlos desde otro lado. Fue una alegría poder compartir con todos ellos la experiencia común.

-¿Qué conocías del elenco chino antes de filmar?

A partir de Eugenio Donatello -quien trabaja como gestor-, muchos chinos nos fueron abriendo las puertas de su mundo. Cuando los invitábamos a participar tenían una predisposición excelente, más allá de no conocer el auge de los supermercados chinos en la Argentina. De las 400 personas con las que hablamos, una sola sabía de este fenómeno.

-La película tiene un registro melancólico, casi triste. Como una alegoría del inmigrante en cualquier lugar del mundo. El propósito inicial de “venganza” deja paso al sentimiento de desarraigo y la falta de adaptación. ¿Es válido asociarlo a tus ancestros llegando a Buenos Aires?

No quería dejar de retratar cierta nostalgia que tiene el porteño, y seguro que eso está vinculado con esos ancestros que tuvieron dejar su lugar de nacimiento para venir a hacer una nueva vida acá. Es como un círculo que se reinicia: alguien que tiene que abandonar su lugar para empezar una vida de cero en otro nuevo y trata de integrarse ahí.

-Con la película terminada, ¿cómo fueron tus pasos para lograr que se exhiba? ¿Cuáles fueron las dificultades para conseguir el estreno comercial? ¿Cómo llegaste al mismo?

Lo primero que hicimos al terminarla fue enviarla a más de quince festivales. Luego decidimos hacer algo diferente: ploteamos la camioneta que tengo, conseguimos un proyector, dos parlantes y una tela y con Pablito Zapata nos fuimos durante dos meses a recorrer todo el país. Hicimos cincuenta funciones en cincuenta pueblos y ciudades distintas, la gran mayoría al aire libre. Llegamos a unos 4.500 espectadores. El boca a boca corrió a tal punto que gente de Córdoba era enviada por alguien que la había visto en Puerto Madryn.

Después de la gira buscamos un distribuidor. Mientras, hicimos otro tipo de evento: armamos Noches de Chine en clubes de barrio. Constaba de una conductora china, que hablaba de la película y entrevistaba a algún chino para contar sobre cómo fue su experiencia de integración en nuestro país. Después, la conductora bailaba un tango y después veíamos la película.

-De la devolución que recibiste del público, ¿qué cosas escuchaste que no esperabas o que no habías advertido de la película?

Los comentarios generalizados ponían el foco en lo divertida y al mismo tiempo lo emotiva que es. Pero en varios puntos del país se acercaron varias personas a decirme que no iban a supermercados chinos por rechazo. Y que la película les generaba un sentimiento de empatía con el chino, que las ayudaba a romper con los prejuicios.

-Finalmente, ¿ahora te considerás un cineasta? ¿Un actor? ¿Un guionista?

Hoy creo que me considero un guionista que cada tanto decide hacer y vivir una experiencia distinta a través del cine, haciendo este tipo de proyectos, tratando de ir por el camino alternativo.

Norberto Chab

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