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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Florencia Mujica, directora de «Impuros»: «Hay que salir del lugar del silencio y el ocultamiento»

El 15 de noviembre se estrena Impuros, documental dirigido por Florencia Mujica y Daniel Najenson, que cuenta con la participación especial de Sonia Sánchez, militante antitrata y referente feminista. Se exhibirá en el Cine Gaumont y en MALBA.

Se trata de un documental filmado en Argentina e Israel, que busca echar luz a una historia silenciada de trata de mujeres en la Argentina de principios de siglo. Una agrupación de rufianes judíos-polacos, tras la fachada de una entidad de beneficencia conocida como “la Varsovia” (luego llamada Zwi Migdal), consolida una red eficaz para traficar mujeres desde Polonia e introducirlas en su amplia red de prostíbulos. Su poder y visibilidad dentro de la comunidad judía crece, hasta que son expulsados de ella. La historia de miles de mujeres se encuentra “desaparecida” y olvidada: sólo quedan sus pedidos de auxilio en cartas que se conservan en archivos en Tel Aviv. Los vínculos entre esas mujeres y las que hoy, cien años después, luchan por sus derechos, se vuelven más fuertes cada día.

GPS audiovisual entrevistó a la realizadora Florencia Mujica, quien actualmente se encuentra desarrollando proyectos documentales de diferentes problemáticas de género).

 

-¿Cuándo conociste la historia y cómo te interesaste por ella?

La idea fue de Daniel Najenson, el codirector (N.R.: realizador israelí, hijo de argentinos). Descubrió la historia cuando vino de vacaciones un verano. Caminando con un tío por la avenida Córdoba, a la altura de Agüero, éste le indicó un lugar (N.R.: Córdoba 3280), y le contó que ahí estaba la sede de la Migdal; que abajo había una sinagoga y arriba funcionaba un prostíbulo. Esa imagen le resultó absolutamente perturbadora. El dato le generó la intención de investigar. Entonces me convocó a mí, que vengo trabajando en temáticas de mujeres con perspectivas de género. Empezamos a filmar en 2015.

-¿Cuáles fueron las fuentes iniciales?

Bibliografía e investigaciones históricas. El gran hallazgo fue encontrar documentación de Ezrat Nashim (N.R.: organización fundada en los años 20 con el objetivo de ayudar a mujeres en la lucha contra la prostitución y la  trata) en el archivo de la biblioteca nacional de Israel. Era la organización que recibía pedidos de ayuda de mujeres que estaban siendo traficadas. Ese archivo –que estaba originalmente en la AMIA, pero después de una inundación decidieron trasladarlo- todavía se conserva. Ahí están las cartas de puño y letra de las mujeres pidiendo ayuda y contando de primera mano lo que estaban viviendo. Es un gran hallazgo, la única fuente directa de lo que pasaba.

-Y los medios de comunicación, que tuvieron la determinación de visibilizar el caso.

Sí. Hay mucho archivo de diarios en el documental. Otra fuente central fue el libro del comisario Julio Alsogaray (N.R.: “Trilogía de la trata de blancas”, editado en 1933), que habla de las distintas colectividades. ¡Es que todas las colectividades tenían su mafia de tratantes! La judía fue renombrada porque hubo mucho revuelo alrededor. Pero era la época de la gran inmigración, y todos los procesos migratorios implican trata de personas. La información de Alsogaray ayudó mucho en el juicio contra los tratantes de la Zwi Migdal.

-¿Cómo se decidió extrapolar una historia de más de 90 años con la aparición de Sonia Sánchez?

Sonia podía encarnar a aquellas mujeres, haciendo un juego entre el pasado y la actualidad. Ella también fue traficada y prostituida, y logró salir de eso. Escribió libros, dicta conferencias, es muy activista contra la trata y es un personaje supoerpotente. Tiene una gran capacidad para expresar y encarnar estas historias, lo que nos permitió ampliarlo hacia el presente y darle cuerpo a esas mujeres a través de su voz.

-Hay una escena en la que Sonia recorre las tumbas del sector de los “tmeim” (impuros) del cementerio de La Tablada, y mientras camina, reflexiona con voz enérgica. Es un momento altamente emotivo, porque habla caminando mientras señala las tumbas, del pasado y a la vez, de la actualidad. ¿Cómo fue filmar esa escena?

Ella no conocía la historia. La apuesta de la dirección fue que la conociera a medida que íbamos filmando. La primera vez que entró al cementerio de impuros se conmovió muchísimo. No podía creer lo que estaba viendo, con relación a lo que se quiere ocultar y a las mujeres que ni siquiera tienen identidad. Todo lo que sucede allí, ocurrió en el momento.

-Filmaron en dos cementerios de impuros: Avellaneda y La Tablada.

El de Avellaneda es un sector dentro del cementerio marroquí, que lo administra porque nadie se hace cargo. Es solo de impuros: la colectividad no les permitió enterrarlos en otros cementerios. Allí solo están los rufianes y las mujeres. Y no se puede entrar. Está cerrado y abandonado. Pudimos filmar en La Tablada. Está en una zona en la parte vieja medio abandonada, con las tumbas rotas y el pasto crecido. Curiosamente, hicimos el proceso de autorización para filmar y cuando llegamos habían cortado el pasto.

-¿Qué conclusión sacaste tras recorrer un cementerio destruido, abandonado, de tumbas anónimas?

Que hay que salir del lugar del silencio y el ocultamiento. Ya no le sirve a nadie. En la película contamos con la participación de Myrtha Schalom, escritora e investigadora, cuya abuela Raquel Liberman, según parece, está en Avellaneda. Como tantas otras mujeres abandonadas a su suerte. Ella pelea para que ese lugar sea convertido en un espacio de memoria.

-¿Qué puede proponer “Impuros” al respecto?

A mí el documental, además de la historia en sí de la Zwi Migdal, me interesó al mostrar que en la Argentina en algún momento estuvo reglamentada la prostitución. Antes, yo no tenía idea de que era legal ni de cómo funcionaba. “Impuros” puede ser un aporte y a la vez una reflexión sobre la actualidad, en relación al tráfico de mujeres y la prostitución. Es interesante traer al presente esa realidad, y a la vez cuáles son las salidas posibles a esa violencia: ¿hay que reglamentar la prostitución o abolirla? Sirve para aportar al debate actual.

-¿Qué cosas te cambiaron la mirada durante el rodaje?

Que la historia tiene que ser contada porque hay un papel muy heroico de la colectividad judía, ya que denunció algo que las demás callaron. Por eso me parece contraproducente el discurso del ocultamiento, porque justamente fue la única colectividad que lo sacó a la luz y denunció a sus propios rufianes. Además está la historia de Raquel Liberman, una heroína que en los años 30 denunció a la mafia. Hay que pasar del ocultamiento al homenaje a estas actitudes. Y contar la historia desde el reconocimiento, desde la batalla que se dio. Por más que los tipos después salieron impunes, se debe traer esos elementos históricos para las generaciones venideras.

-Otro elemento conmocionante de la película es que muestra cómo Raquel pudo sobrevivir sin haber contado su historia ni a su familia.

Los nietos se enteraron de esta historia una vez que vieron a Myrtha en un programa de televisión (“Siglo XX cambalache”), justamente porque se ocultó. Para ella también fue sanador conocer su propia historia y sentir orgullo de su abuela. Las historias de las mujeres heroínas no se cuentan. Las tumbas no tienen nombre y ni siquiera sabemos qué mujeres fueron prostituidas.

-“Impuros” revela que entre 1880 y 1910 llegaron seis mil mujeres en la Argentina para ser prostituidas. Es una cifra altísima para que la historia haya quedado ocultada.

En las familias, esta historia está. Pero silenciada. Lo normal era que los hombres iniciaran su actividad sexual en un prostíbulo. Después de los 30 se volvieron clandestinos, pero eso no resolvió la prostitución, que sigue existiendo. Un buen punto de partida para otro documental es qué le pasa a los hombres que necesitan tanto pagar por sexo. Hay que educar a los hombres y a los más jóvenes. Si legitimamos el consumo de los cuerpos de otras personas no lo vamos a resolver.

 

Norberto Chab

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