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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Raúl Perrone anticipa un nuevo libro sobre él y un estreno: «La tecnología no sirve para nada si no se cambia la cabeza»

En 2023, Raúl Perrone cambió la dinámica de un estreno al año y su aparición en la escena indie fue a través de un libro, Mi mundo privado, una extensa entrevista de Silvina Pachelo junto con otros textos sobre su obra presentado en el último BAFICI.

Ello no significa que haya dejado de filmar: por el contrario, hay al menos tres proyectos esperando ver la luz –seguramente lo harán en 2024- y un nuevo libro que saldrá al mercado en los próximos días, anticipado por Perrone en esta entrevista con GPS Audiovisual.

La entrevista no tuvo como disparador un rodaje, una retrospectiva o un premio: simplemente, por el interés que despierta su palabra.

-A través de tus redes sociales periódicamente publicás reflexiones sobre el cine y la industria escritas a mano, casi como enseñanzas. A esta altura, ¿te gusta más dirigir o volcar tus conocimientos y experiencias?

¡A mí lo que me gusta es dirigir! Escribo porque siempre trato de dejar plasmada mi opinión sobre cosas que vengo pensando. Pero no es de ahora sino desde hace 30 años. Y siempre a mano, porque vengo del dibujo y es una manera de dejar mi firma. No me gusta escribir a máquina: me gusta hacerlo a mano, inclusive con errores de ortografía. Eso me parece que lo hace mucho más creíble. Como trato de que sea también mi cine, mi vida y mi ser. ¡Todo para mí es lo mismo! No separo al director de cine del ser humano. Yo soy mis películas, soy de esa manera y soy lo más transparente posible. Te das cuenta cuando estoy enojado o cuando estoy de buen o mal humor. ¡No careteo nada! La gente cada vez está menos acostumbrada a que uno sea una persona real.

-Una de esas frases, que debería ser el punto de partida de cualquier cineasta, es que las películas están en la calle. ¿Qué cineastas contemporáneos te interesan que sigan esa premisa?

Cada uno tiene que encontrar la manera de poder contar. Esas frases que tiro nacen de mis impulsos y mis impulsos trato no frenarlos. En algún momento puedo mandar una puteada. ¡Soy así!

Inclusive ahora aprovecho para decir que la semana que viene sale un nuevo libro sobre mí. Esta vez escrito por Hernán Sassi, de Red Editorial. Es un libro hermoso, que se llama Perrone, el corsario y la bajada es “las películas están en la calle”.

Sos la primera que lo sabe: ni yo tengo el libro.

-Tus talleres siguen siendo un espacio de afluencia de nuevas generaciones de futuros cineastas. Pero ahora te cruzás con la generación que nació con la tecnología digital. ¿Cómo congenian tus saberes con la idea de un cine en pantallas digitales?

Empecé a dar talleres hace 23 años. Cuando iba a cumplir 20 se suspendió por la pandemia. Y a mitad de año me enfermé y tuve que dejarlo. Estaba explotado: casi unos cien alumnos. ¡Cien personas los sábados dentro de un lugar haciendo dos cortos en vivo! Dos cortos en un plano secuencia, que al rato estamos viendo en una tele y discutiéndolos. Esa es la razón por la que vienen al taller: porque hacen. Yo no muestro películas, ni hablo de teoría, sino que los mando a hacer. ¡Hagan! Esa es la manera. Vienen muchos que estudian en grandes universidades de acá. Porque saben que hacen. También vienen chicos que están becados de México, Chile y Venezuela. Pero siempre, en su mayoría, han sido gente joven.

Yendo a la pregunta, de esas cien personas que vienen ahora, el 80% son pibes. Y cada vez son más chicos. A partir de los 18 años en adelante. Son pibes que han nacido con esto y han descubierto las películas a través de Mubi o las vieron en las redes. Pero siempre son jóvenes. Es una lucha: están acostumbrados a ver películas en un celular.

A veces me enojo. Y les digo que es un suicidio. Y les planteo que vienen porque quieren ser directores, autores, artistas… ¿Vos sabés lo que es hacer una película? Te estás preocupando por la fotografía, por el sonido, por la imagen. Y después uno de ello la ve en un colectivo o en un tren. ¡Es un crimen, hermano! Es como si un pintor hiciera un cuadro y en vez de exponerlo un tipo lo mire por la tele. Es muy buena la tecnología, el streaming, la plataforma. Pero por supuesto, yo estoy en contra. Porque ahora todos piensan en las plataformas.

-¿Está bien o está mal pensar en las plataformas?

Hace poco un director declaró -creo que en tu sitio-, que su película está en la plataforma porque así tiene acceso a miles de personas. Claro, pero la hiciste para que se vea en el cine. Está muy lindo lo de la plataforma, pero por qué primero no la ponen en el cine. A mí me parece que las plataformas vinieron para hacer pelota el cine. No para beneficiarlo. Está bien que se exhiban allí pero después de hacer un recorrido por salas.

Quizás ya lo hemos hablado y sea viejo, pero en pandemia estaban desesperados por ir al cine. Terminó la pandemia… y no van: hay un festival y van cuatro personas a ver una película. Así como en algunos lugares estudian para que las películas vayan nada más que a los festivales, ahora están haciendo películas para que la veas en una plataforma. Entonces les importa tres pomos la exhibición. El último cine argentino es lo peor que vi en los últimos 20 años. Todas las películas son iguales.

-Estilos y narrativas se asemejan entre sí, en nombre de conformar un producto uniforme para el gusto de un consumidor medio universal.

Sí, ¡no tengas ninguna duda! Desde los títulos son todos iguales. El 80% de las películas de adolescentes son sobre un grupo de adolescentes que van a un bosque, se pierden, alguien muere y los otros empiezan a buscar.

-En tus talleres, ¿cómo se plantean las historias? ¿Qué premisas se manejan?

Lashistorias que cuentan en mis talleres son realmente delirantes y absolutamente brillantes. Primero porque son imposibles de hacer: estamos en un lugar -la Casa de la Cultura-, que tiene cuatro o cinco lugares y de ahí no podemos salir. Y yo no hago un corto con un fondo negro con dos sillas: acá se hace hasta un dormitorio. Han venido en el tren con ramas de árboles para hacer una selva. En el taller se labura. Son dos horas donde se trabaja. Hay producción. El corto se hace en vivo, en un plano secuencia, donde no pueden repetirlo. Ellos no se ven en la semana y no ensayan. Tocan todos los temas y yo no lo censuro. Los dejo y después en el debate les doy para que tengan y guarden. ¡Pero los tenés que dejar hacer para que se den cuenta! Te puedo asegurar que esos pibes, a los dos o tres meses, tienen otra visión del cine.

-El cine se aprende viéndolo y haciéndolo.

¡Claro! Me parece que hay muchos pibes que no miran cine. Ven una película del año pasado en blanco y negro y piensan que es vieja. Actualmente (David) Lynch hace algunos capítulos de Twin Peaks en blanco y negro porque es una decisión artística. O en un formato 4:3 que muchos ahora también lo están usando y yo lo vengo usando hace un montón. Es la película cuadrada, que me gusta porque me traslada a otra época. La tecnología es interesante y hay que aprovecharla.

Hace poco dieron en México Sean eternxs y una de las chicas, estudiante de la UNAM, preguntó qué tipo de 16 milímetros había usado. No se dio cuenta de que estaba hecha en digital, solo que trabajada de una manera que parece cine. Las barreras cada vez se achican más: las cámaras y los celulares cada vez son mejores. Lo que no ha cambiado es la cabeza de la gente que utiliza eso. Lo que tiene que cambiar es la cabeza y no la tecnología. Vos podés tener la mejor cámara del mundo, pero si no tenés idea no sirve de nada. Es como el futbolista: naciste con ese don, pero después tienes que ir a practicar, evolucionar, jugar con los demás. En el cine me parece lo mismo. Hay gente que sabe mucho de cámaras, lentes y demás, pero después no sabe filmar.

-La técnica, en todo caso, al servicio de una narración. Que no falte el cuento…

¡Sí! Nos falta el cuento y todos los cuentos son iguales. Ese es el problema. Han encontrado una fórmula y la van a repetir hasta el hartazgo. Hasta que venga otra y después, otra. ¿Por qué las películas de Kaurismaki les gusta a muchos cinéfilos y a mucha gente? Porque no tiene explosivos, no tiene efectos, no tiene croma ni vuela nada por el aire. Pero va un pibe a ver eso, se embola a los dos minutos y se va del cine.

A los pibes hay que tratar de convencerlos de que empiecen a ver los clásicos y grandes películas. Hay pibes que no hace falta decirles mucho porque tienen curiosidad y ellos mismos las descubren. A veces viene uno y me dice que vio una de (Luchino) Visconti y le voló la cabeza. O El Ciudadano Kane. ¡Qué bárbaro: un pibe de 18 años que descubre a Orson Welles! A la edad en que la mayoría está con los jueguitos, Instagram y TikTok. ¡Hay una boludez galopante! Están en las redes todo el día machacándote.

-Durante la pandemia seguiste rodando. Y tenés proyectos para estrenar.

¡Sí! Hay tres películas más aguardando. Más allá de las que se conocieron, como 4lgunxs Pibxs y 4TRO V3INT3, que abrieron y cerraron el DocBA en 2020 y que hicimos en plena pandemia, a control remoto, por Zoom o Meet. Después, cuando fue el primer presencial, lo clausuré con 3Scombro5.

A fines de la pandemia empecé a filmar Combo15, que espero estrenar en 2024. Está filmada con 360º, una cámara nueva que tiene dos lentes, uno adelante y otro atrás. Es una GoPro de última generación. Hicimos toda la película en la calle.

Tuve la posibilidad de haber ido a Mar del Plata o al Bafici y decidí no ir. A mitad de año me enfermé y todavía estoy con ciertos cuidados. Así y todo sigo editando, lo cual me permite no pensar cosas que no tengo que pensar.

-Mantenerte bien, despierto y ágil.

Mantenerme bien y, sobre todo, manejar la cabeza. A veces quisiera ser un bancario.

-No te creo y no te veo.

Me refiero a cuando me agarran estas estas cosas. La cabeza no la podés parar y se nos vuelve en contra por los pensamientos. Ahí es donde digo: si pudiera nada más que lavar el auto, ir a comprar el pan y el vino y cortar el pasto quizás no tendría estos problemas. Pero uno está todo el tiempo pensando ciertas cosas y la cabeza se le virola para otro lado.

-Este es el año que se publicó un libro sobre vos, sobre tu cine: Mi mundo privado, un retrato tuyo a partir de una entrevista y una serie de artículos que reflexionan sobre tu obra, ¿te viste a vos mismo en esa obra?

A veces sí. No sé si ya lo dije alguna vez, pero no me creo mucho las cosas que escriben sobre mí. Ni las cosas malas ni las buenas. Me gusta leerlas, las analizo, pero tampoco es que me vuelvo loco. Soy bastante disperso. Nunca me creí demasiado muchas cosas. Quizás eso es lo que me mantiene al margen de otras, como la de creerme algo. Hay gente que ha hecho dos películas y están subidos de un caballo tan grande… ¡pobrecitos! Me da mucha pena. Y digo ¡qué lástima!, porque se van a caer rápido. Es todo tan efímero que me parece que hay que hacer: como hacía (Rainer Wener) Fassbinder, como hacen otros tipos, que somos muy pocos. Me parece acá se piensa en otra cosa: se piensa en pedir plata. Yo te sigo a vos todos los días: veo que uno ganó tal premio, que tal fondo va acá, que hay 150.902 festivales… ¡Me importa tan poco eso! Me parece obsceno a esta altura del partido.

Nos anticipaste la salida de tu nuevo libro. ¿De qué se trata?

Se llama Perrone, el corsario. Es un libro de Hernan Sassi donde hay un pequeño reportaje donde recorremos algunas cosas puntuales, pero sobre todo hablamos de cine, no de mi vida. Y hay un análisis suyo sobre mis películas o cosas que vio. ¡Es totalmente distinto al otro! Eso es lo que lo hace interesante.

-Dos libros sobre vos en un año. ¿Qué te provoca?

Veo que no son los típicos libros donde toman tu filmografía, la desarrollan y la desarman. Son libros más que nada gráficos, con fotos y con mis textos. Y están muy bien cuidados, que es lo que a mí más me interesa: están buenos para coleccionar. Hay muy buenas fotos y textos escrito a mano. Me gustaron mucho que los hayan hecho así.

A partir de dos libros sobre vos y tu obra, ¿te tienta la idea de escribir?

Lo hago a través de esos textos. Escribir un libro no, aunque podría ser que yo hable y un tipo lo escriba, como se hace habitualmente. En realidad, pienso más rápido de lo que escribo: por eso tampoco puedo hacer guiones. Generalmente cuando pienso una película, me grabo. ¡Es la única manera! Así y todo, grabándome, me distraigo. No podría escribir, aunque me encantaría. De todas maneras, el escribir a mano alzada también me dio esa posibilidad: puedo escribir rápido, como si estuviera haciendo un dibujo. Aunque es un poco aniñada, es mi letra.

En tu escritura gráfica generaste un lenguaje propio, ¿es de alguna manera volver a tus orígenes?

Sí. El dibujo siempre estuvo presente. A mí me ha ayudado mucho ser no solo caricaturista sino también pintor. Me ha ayudado mucho en mi concepción de los planos: en su simetría y su manera de encuadrar que son de un tipo que ha dibujado y pintado. Como otros directores que también fueron dibujantes o pintores, como (Federico) Fellini o (David) Cronenberg. Sobre todo ayuda a no dudar, a saber cómo poner la cámara.

-En tus últimas películas está muy presente. Especialmente lo que tiene que ver con las pinturas…

Sí, de hecho, hice un homenaje a Monet. Siempre estuvieron presentes. También se lo digo desde lo estético. Cuando busco una película –sea en color o en blanco y negro-, siempre están los claros oscuros y está tratar de buscar la belleza del plano. Y trabajar con referencia de directores que me gustan mucho como Caravaggio y Rembrandt. Son esos personajes de cabecera. Me parece que también hoy con lo digital también, y muy pocos elementos, lo podés lograr.

Por eso digo que quizás ya hoy el cine no me interesa desde su forma. Para mí, las películas no deben tener un principio, un desarrollo y un final. Al menos no en ese orden: ya no me importa que en una película haya imágenes en blanco y negro y color. Ni que hablen un lenguaje que la gente no entienda y, por momentos, leer en castellano. El cine debería ser otra cosa.

Julia Montesoro

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