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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Marcelo Piñeyro, a 30 años de «Tango Feroz»: «No puedo explicar el éxito, pero creo que la película capturó la sensación de rebelión juvenil»

Estrenada el 3 de junio de 1993, Tango feroz: la leyenda de Tanguito, ópera prima de Marcelo Piñeyro, se convirtió en un éxito inmediato, que mantiene su vigencia a tres décadas de su presentación. Basada en un guion propio y de Aída Bortnik y con protagonistas virtualmente desconocidos (Cecilia Dopazo, Fernán Mirás y Leonardo Sbaraglia), propuso una nueva mirada sobre la historia de José Alberto Iglesias “Tanguito”, quien a mediados de los años 60 formó parte de la generación fundacional del rock argentino y se constituyó a partir de su trágico final en una leyenda maldita.

Tango feroz: la leyenda de Tanguito se presentará en el Cine Gaumont el lunes 26 de junio a las 19.30 hs, con entrada gratuita, con la presencia de su realizador y de parte del elenco.

Para Marcelo Piñeyro, los recuerdos de Tango Feroz, el título que modificó su vida para siempre, siguen vívidos y presentes.

-Venías de fundar la productora Cinemanía y de participar como Productor Ejecutivo de La Historia Oficial, la película que ganó el Oscar. ¿Qué película querías hacer hasta que apareció la posibilidad de Tango Feroz?

Era esta. Claramente era esta. Porque me parecía que era una muy buena historia, básicamente. Yo me siento un narrador de historias. Y en ese sentido era una muy buena historia con muy buenos personajes. Esa siempre me ha parecido la clave.

Pero por otro lado era una historia que necesitaba de la música como una columna narrativa. Y el tema de la música y el cine me apasionó desde que tengo memoria. Cuando yo era chico no existían el VHS, ni el Blu-ray, ni el streaming. El modo de tener algo de las películas en mi casa para poder repetirlas eran las bandas sonoras. Entonces era un loco coleccionista de bandas sonoras. Y desde ahí, desde muy chico, me apasionó el tema de la música en el cine. En el debut quise que la música tuviera un rol absolutamente protagónico.

-¿Cómo llegó a vos esta historia, qué representaba Tanguito?

A lo largo de los años escuché su historia muchísimas veces y siempre de manera diferente. Con una característica: en todas sintetizaba la idea del artista que no transige, que aun claudicando pone el cuerpo hasta la máxima instancia para defender su expresión.

Cuando me puse a trabajar este proyecto con Juan Carlos Muñiz nos pusimos a investigar a ver qué se había escrito sobre Tango. Fuimos a redacciones de diarios y de revistas y vimos que no había prácticamente nada. Una pequeña columnita en una revista Pelo de los primeros 70, con el anuncio de que Tango iba a grabar ese disco del que luego se editaron las maquetas porque nunca se terminó. Y había otro pequeño artículo de unos años posteriores, escrito casualmente por Marcelo Figueras en La Razón. Entonces dijimos: si en un momento en que los medios de comunicación tienen el peso que tienen para marcar agenda y hubo sucesivas generaciones de jóvenes en Argentina que había redescubierto la tradición oral para preservar esta historia, es porque esa historia decía algo de nosotros. En la película está nuestra interpretación de qué es lo que nos contaba esa leyenda. Obviamente podrá haber otras y serán tan válidas como la nuestra. Pero los que hicimos la película primero fuimos nosotros.

-Llamativamente la película se consolidó a partir de la suma de aspectos supuestamente negativos: un director operaprimista, protagonistas desconocidos, una canción emblemática (La balsa) que no pudo aparecer porque les negaron los derechos, no había más que la tradición oral del personaje en el que estaba inspirada la historia. ¿Por qué crees que a pesar de todo eso los productores apostaron por la película?

Por Imanol Arias.

Nos costó muchísimo conseguir que los productores apuesten por la película. No hacíamos más que golpearnos la cabeza contra las diferentes puertas que se iban cerrando. Yo había conocido a Imanol unos años antes, filmando un comercial, en los años de su enorme popularidad por su papel en Camila.

Quedamos en muy buena relación. Cuando vimos el personaje de Ángel -que Tango conoce en la cárcel-, se me ocurrió ofrecérselo. Imanol estaba filmando en Baden Baden. Recibió el guion, lo leyó y me llamó inmediatamente. Me dijo: “Me encanta este proyecto, quiero que lo hagamos. ¿Qué es lo que tenés y qué es lo que te falta?”

Yo lo único que tenía eran muchísimas ganas de hacerlo y me faltaba todo el resto. Esa fue mi respuesta. Entonces me respondió: “yo te voy a ayudar a conseguirlo. A mí me está invitando Susana Giménez hace tiempo para que vaya a su programa. Yo nunca quiero ir, pero esta vez voy a aceptar y voy a aprovechar para hablar mucho de tu película, a ver si eso te ayuda a que consigamos productores. Por otro lado, voy a conseguir una coproducción española”.

Imanol consiguió la producción española, vino para la Argentina, hizo entrevistas con todos los medios, en todos lados salió a hablar de que iba a hacer una película que era extraordinaria y que yo era un director genial. ¡Yo no había hecho nada todavía! Pero él lo decía. Y en efecto, toda la gente que nos había cerrado las puertas nos empezó a llamar.

-Ahora que pasaron 30 años y prescribieron los secretos, ¿Cecilia Dopazo y Fernán Mirás eran los protagonistas de esta historia desde el primer momento?

Sinceramente no lo eran. Inclusive hubo un momento en que estuvimos por empezar a filmar -antes de que nos abortara el proyecto la hiperinflación- con Sofía Viruboff y Jorge Díaz como protagonistas. Ya había visto a Fernán haciendo Cuba y el pequeño Teddy, con Lito Cruz, y lo veía perfecto para Tango pero tenía 16 años: era demasiado chico para el personaje.

Ese retraso -tan doloroso en su momento- nos vino bárbaro porque permitió que estuvieran Fernán, Cecilia, Leo Sbaraglia, Antonio Birabent, Federico D’Elía, Mirna Suárez, David Masajnik… Todos ellos salieron de casting. Creo que hicimos casting a cada persona que veíamos que tenía más o menos la edad de los personajes que buscábamos. La elección fue por casting. Y ahora me resulta imposible imaginar la película sin Fernán ni Cecilia. Es tan de ellos como mía.

-Hubo una identificación inmediata con el público. El preestreno fue en una trasnoche en el cine Maxi, en una muestra organizada por la Asociación de Cronistas. ¡Y explotó la sala!

Esa trasnoche fue inolvidable. Tenía mucho miedo: ¿quién iba a ir en ese horario? Para mi sorpresa el cine estalló y al final hubo una ovación. El público, muy joven, estaba excitado, maravillado. Nos dijeron cosas estupendas que jamás me olvidaré.

Habíamos estado desde muy temprano en la sala probando el sonido porque era la primera película argentina con Dolby Stereo nos interesaba mucho cómo iba a sonar. Eramos muy pesados, lo reconozco. (Risas).

-¿Tenían calculado que estaba dirigida al público joven?

Fue el primer público. Pero después se sumaron otros. Yo obviamente tenía el deseo de que fuera muy vista y que gustara mucho: lo que nos pasa a todos cuando hacemos una peli. Pero para salir del rojo teníamos que vender 330.000 entradas y nos parecía lejísimos. Un par de meses antes se había estrenado Gatica. (Leonardo) Favio era como el techo posible al que uno podía llegar. Había vendido 380 mil entradas. Esa cifra nos parecía lejana, difícil de conseguir, aunque después la multiplicamos por mucho.

Pensá que en 1993, el año que estrenamos, fue el que hubo menos pantallas en Argentina: 270. Había provincias enteras que no tenían una sala de cine. Tango logró que en pueblos pequeños se reabra la sala para pasar la película y después la volvieran a cerrar. Pasaban Tango Feroz y también Jurassic Park. Aprovechaban que la sala estaba abierta. Recorrimos casi todo el país.

-¿Cuáles son tus recuerdos más inmediatos de haber estallado las salas hace treinta años?

Tango Feroz en las vacaciones de invierno tuvo trasnoche todos los días, y viernes y sábados doble trasnoche. Y con localidades agotadas en todas las funciones. Todavía no me explico cómo ni por qué, pero fue así desde el primer día jueves de estreno.

Habíamos estrenado en cinco salas: América Ambassador, Atlas Belgrano, Rivera Indarte de Flores y San Martín de la Plata. En el Rivera Indarte los boleteros nos decían que desde hacía 40 años nos llenaban un jueves a la noche.

Tango Feroz fue el comienzo de una serie de títulos tuyos de alto impacto.

¿Imaginabas que tu carrera iba a andar por esos caminos y tan convocante? Siempre te preocupó llegar al público -me consta y lo dijiste muchas veces-, pero lo que uno pueda desear y lo que efectivamente termine pasando son cosas distintas, ¿no?

Sin duda. Hasta que hice Tango Feroz me preguntaba si mi deseo de dirigir cine era como decir que quiero ser astronauta, algo que uno desea pero que no siempre es posible. Después, uno desea que la historia que quiere contar también le interese a otros. Pero en esto no hay fórmulas: simplemente, me ha sucedido mucho muchas veces. Las películas han viajado mucho y se han estrenado en muchísimos territorios. A algunas, como Kamchatka o El Método, les fue mejor en otros lugares. Evidentemente las historias logran una comunicación con el público. Lo agradezco y espero no perderla: antes que cineasta soy persona, soy ciudadano, soy un tipo que habita este planeta y tiene los mismos temores, deseos, fantasías, alegrías que cualquier otro habitante. Y de algún modo mis historias reflejan eso, de ahí nacen. Evidentemente hay una antena en común que siento que tengo con otras personas.

-Si bien no hay claves para un éxito, ¿en qué momento te das cuenta que puede funcionar una historia?

Recién cuando la veo con el público. Con público real, no con invitados. Hasta ahí no tengo ni idea. Obviamente creo en lo que estoy contando. Me interesa que la historia te lleve, como le interesa a una abuela que le cuenta un cuento a un nieto. Apelo a toda mi imaginación para que la historia permanentemente tenga la atención de ese espectador ideal, o soñado, o mejor dicho virtual. Pero si te sale o no -sobre todo si la historia que estás contando, por bien contada que esté, le interesa a alguien-, te enterás cuando empieza a recorrer camino a la película. No antes.

Por eso me resultó angustiante estrenar una serie como El Reino: no se puede chequear con el público antes.

-A partir de este culto a Tango Feroz, veinte años después de su estreno se montó una comedia musical y actualmente se rueda Leyenda Feroz, el documental sobre la película. ¿Por qué crees que el fenómeno sigue vigente?

No lo sé, pero te puedo contar algo sobre el tema. El 3 de junio, cuando la película cumplió 30 años, el movimiento audiovisual platense hizo una función en el Cine Select. Me invitaron a presentarla y a tener un pequeño diálogo con el público. Obviamente dije que sí: La Plata es mi ciudad, estudié cine allí. Para mi sorpresa, las entradas se habían agotado horas antes. El cine estaba llenísimo, con gente en los pasillos. Era un público estudiantil, de entre más o menos entre 20 y 25 años. El organizador cuando me presentó le preguntó: ¿hay alguien acá en la sala que nunca vio Tango feroz ni en cine ni en televisión ni en VHS ni en nada? Levantó la mano más de la mitad de la sala. Ahí me dije a mí mismo que era de nuevo otro estreno. La reacción que provocó en esa audiencia, en esos jóvenes, fue la misma que hace 30 años. Las reflexiones que me planteaban los eran las mismas que había escuchado cuando estrenamos. O sea que la película evidentemente tiene algo que está vivo. No casualmente estar en este momento en tres plataformas de streaming, en Netflix, en Amazon Prime y en HBO.

¿Qué es lo que conecta con un público joven, más allá del momento en que se esté pasando? Creo que logró capturar, cristalizar algo de esa sensación de rebelión juvenil. Eso está ahí y sigue conectando.

Julia Montesoro

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