Fermín Rivera estrena el jueves 14 en salas su documental Revelar, que gira en torno de los indicios y premoniciones que vivieron las nietas y los nietos recuperados antes de conocer su verdadera identidad.
Revelar cuenta con la participación de Lorena Battistiol Colayago, Pedro Sandoval Fontana, Claudia Poblete Hlaczik, Horacio Pietragalla Corti, Guillermo Amarilla Molfino, Victoria Donda Pérez, Guillermo Pérez Rosinblit, Leonardo Fosatti Ortega y la colaboración de Ángela Urondo Raboy, autora del libro ¿Quién te crees que sos?, hija de la periodista Alicia Cora Raboy y del escritor Paco Urondo, ambos desaparecidos.
-¿En qué o en quién pensaste cuando iniciaste el camino de Revelar?
Había algunas ideas sueltas que se unieron. Por un lado, tenía muchas ganas de hacer algo vinculado con la temática de las apropiaciones. Ya lo había tratado en un corto de Historias Breves. Era una adaptación de Teatro por la identidad. Como documentalista sentía que debía hacer algo vinculado con el tema: somos contemporáneos de esta tragedia que vivimos hace unos años, pero que tiene correlato en la actualidad.
Por otro lado, había algo que también me interesaba, que es cómo se transmite determinada información de generación a generación. Ni siquiera se sabe si está en el ADN. Descubrí que hay una rama de la psicología que lo estudia, que es la psicogenealogía. Cuando empecé a investigar las historias de vida de algunos nietos me encontré con que habían tenido indicios de cosas de su infancia estando con sus apropiadores. Ahí dije: “¡Bingo!”. Entonces uní las dos partes. Empecé a investigar y me fui encontrando con un montón de casos de ese tipo.
-Es impactante trazar la línea narrativa a partir de esos indicios. Para un documental que trata el tema de los nietos y de las apropiaciones es un punto de vista diferente.
Tanto los nietos que participaron como los otros me dijeron que el tema de los indicios nunca había sido tratado antes, a pesar de las entrevistas que les hicieron, los programas y los documentales. Y también me comentaron varios que por más que se conocían hace 20 años, se enteraron cosas de otros nietos a través del documental.
-¿Hubo testimonios o ausencias que te guiaron a nuevos caminos?
Por un lado, al comienzo de los encuentros con algunos nietos, me decían que no tenían indicios. «A mí no me pasó», escuché más de una vez. Pero a medida que avanzaba el diálogo, aparecían. Por otro lado, hubo casos relacionados con los cambios de nombre. No fue el caso de Claudia Poblete: no le costó nada cambiar porque tenía ocho meses cuando fue apropiada. Aunque ella de pequeña jugaba en una silla con rueditas a que no podía caminar y al recuperar su identidad se enteró de que su papá era discapacitado y que la acunó en su silla de ruedas.
También hubo un tema con el cumpleaños: a algunos nietos no les gusta festejar en la fecha que fueron anotados por los apropiadores. Allí hubo un cierto patrón en común que comencé a trabajar con ellos en las entrevistas.
-Hablaste con muchas nietas y nietos, ¿qué te llevó a elegir unos testimonios por sobre otros?
El primer recorte fue con quienes tuvieron indicios. Después hubo que seleccionar a quienes estaban dispuestos a charlar y a contar, no una sino varias veces. No es fácil hablar. Es un tema doloroso. Aunque lo hubieran contado antes. Les agradezco un montón a los nietos que participaron y también a los que no, porque esto implica abrirse y volver a vivir un montón de cosas.
-Como documentalista, ¿qué cosas te reveló Revelar?
Cada entrevista fue una experiencia diferente. Me fui enterando de cosas nuevas y también salieron a la luz cuestiones no habladas anteriormente. Como el caso de Horacio Pietragalla: desde su nacimiento real a la fecha que lo anotaron pasó de tener 25 a 27 años. Lo habían anotado en 1978 y había nacido en el 76. O sea que nunca tuvo 26 años. Esa era la edad que tenía la mamá cuando lo mataron.
Se puede decir que es una casualidad. Pero hubo muchas casualidades de ese tipo. Y se fueron revelando por las circunstancias, los temas, el contexto, la escucha… Fue muy importante estar con una actitud de apertura. Yo tenía bastante clara la historia de cada una y preparadas algunas preguntas. Pero siempre estaba la posibilidad de que apareciera algo imprevisto o nuevo.
–Un aspecto importante de Revelar es que aunque aborda un tema trágico no está mostrado en ese tono. ¿Cuál fue la intención?
Fue una de las cosas fundamentales que me propuse. No quería golpes bajos ni caer en lugares ya transitados o vistos. Básicamente, porque lo vimos en otras producciones. También porque el tema de los indicios te pide otro recorrido, otro camino. En ese sentido, seguí la línea de la obra de Ángela Raboy Urondo -la hija de Paco-, autora del libro “¿Quién te creés que sos?”. Ella cuenta que su historia no fue una apropiación, pero que tenía muchas vinculaciones. Tiene una impronta muy poética y, por otro lado, esperanzadora. Eso terminó de cerrarme y lo pude incorporar en algunos fragmentos del documental.
-Esperanzadora es la palabra. Los testimonios tienen esa mirada sobre sus propias historias y también sobre el tema.
Sí. Y también tienen sentido del humor. Por otro lado, la otra voz que hacía falta, que está presente, es la de quien busca. Porque no es un tema cerrado. No se termina al recuperar su identidad. Hay gente está buscando a su hermano o hermana. Hay 300 familias que están buscando a otros nietos. Esa voz la lleva Lorena, quien busca a su hermano. Esa voz tiene que ver con la esperanza, el afecto y cariño de ese familiar que no conocen. Creo que esa impronta tiene que ver con los Abuelas; en su búsqueda siempre está presente el afecto.
-¿Qué debe saber el espectador? ¿Qué documental va a ver?
De un tema que casi todos conocemos, el abordaje es completamente diferente. Es un enfoque nuevo por los indicios y por los recuerdos, por tratar de bucear en ese universo infantil.
También por el tema de la fotografía para todos los nietos. El hecho de encontrarse con una fotografía, ya sea de sus padres o de ellos pequeñitos antes de haber sido apropiados, es un hallazgo. Esa es la certeza que más buscaban o lo que más querían, más importante aún que la prueba de ADN. La prueba irrefutable era la fotografía. Por eso, en el documental hay un recorrido con el proceso fotográfico, con la fotografía analógica, con el título de revelar por un lado la fotografía, pero por otro lado la identidad.
Julia Montesoro