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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Virna Molina presenta «Retratos del futuro» el jueves 16 en Género DAC: «El cine es una herramienta de transformación»

Con la proyección del documental Retratos del futuro, de Virna Molina, continúa el jueves 16 de marzo el ciclo “Marzo de Mujeres”, organizado por la Comisión de Género de DAC (Directores Argentinos Cinematográficos) en conmemoración del Mes de la Mujer.

Retratos del futuro se presentará con entrada libre y gratuita en el auditorio de DAC (Vera 586) a las 18 hs., previa inscripción en generodac@dac.org.ar o en cepdac.org/inscripcion-virna-molina-retratos-del-futuro/

Luego de la exhibición habrá una charla abierta con Virna Molina.

-Presentás Retratos del futuro en el marco de las actividades por el Mes de la Mujer. ¿Le encontrás alguna resonancia feminista a la película?

Sí. Un poco como le pasa a una de las protagonistas de la película, que es una trabajadora del subte, Virginia Bouvet: ella contaba que el feminismo no fue algo en lo que pensaba, sino que se le vino encima. En la acción, en la lucha misma que desarrollaron en el subterráneo iban reivindicando y tomando posiciones absolutamente feministas. Pero sin pensarlo demasiado.

A nuestra generación nos pasó eso. Y a mí también. La película cuenta la historia de esa lucha del subte que yo estaba retratando y se interrumpe con la pandemia. A partir de ahí se va metiendo mi historia, mi vínculo con el cine y la forma de construir el lenguaje. Como mujer que reivindica la igualdad de género y la totalidad de los derechos plenos de existir y de desear y de crear, inevitablemente se vuelve un relato feminista.

-Precisamente por eso, porque el corazón de la película es visibilizar la lucha de las trabajadoras del subte que a través de una organización de mucho tiempo lograron ocupar espacios históricamente reservados a los hombres. ¿Creés en el cine como herramienta para acompañar los cambios?

¡Sí! Absolutamente. Días atrás charlaba con una de mis hijas, que pertenece a la generación nueva que se recibió hace poquito de FADU. Había un cineasta -no recuerdo ahora quién-, que sostenía que no creía que las películas transformaran nada. Y ella lo vio y me dijo “qué raro eso, ¿no? Es imposible”. Ese era un debate muy grande en nuestra época de estudiantes. Había una gran cantidad de gente que decía que el cine no sirve para cambiar nada, que simplemente es cine. Y tanto Ernesto como yo (como otra gente con la que compartimos la formación) creíamos que el cine es una herramienta muy poderosa de transformación desde todo punto de vista.

Cuando la película te llega al alma vos salís de ahí diferente, ¿no? Hay algo que se transformó para no volver a hacer lo mismo. Partiendo desde allí sí, es una herramienta de transformación profunda. Como el arte mismo.

-Claro. Esa es la esencia del arte, ¿no? Al margen, creés en el cine como un proceso de construcción colectiva. De hecho, tu obra como realizadora está por dos décadas vinculada, relacionada, realizada con Ernesto Ardito. Y esta es tu primera película en solitario. Sí. ¿Qué te determinó a hacerla de esa forma?

Antes que nada, era un tema que me interesaba solo a mí. En mi cabeza estaba el tema del futuro y el concepto de utopía-distopía, vinculado con la lucha del subte y el rol del subterráneo como un elemento de modernidad en la ciudad y en lo que es el imaginario del cine. Yo venía por otros lados y había algo de eso que aparecía. Ernesto me decía: “es tu tema, yo no lo siento”. De la misma manera que yo tampoco sentía Sexo y Revolución, la película que él hizo un paralelo. Entonces me decidí a hacerla. No fue nada fácil: después de 20 años de trabajar colectivamente con otra persona, es muy difícil ir a la soledad, ¿no? La soledad en el sentido profundo de encontrarse con una misma y tratar de dialogar hacia adentro: uno está acostumbrado a la devolución exterior y al ida y vuelta.

La experiencia a la vez iba acompañaba por el aislamiento de la pandemia, lo cual le dio un contexto demasiado intenso a todo. Pero me sirvió mucho para entender que había cosas que si no las hago yo, si no las relato desde este lugar, probablemente en el relato colectivo no tengan lugar. Entonces está bueno entender que son válidas las dos cosas, ¿no? El relato colectivo es tan indispensable como el individual.

-¿Algo de la condición femenina te limitaba?

Uno no se anima a sacar esa voz propia. Me parece que a las mujeres nos cuesta mucho más. Lo hablaba con compañeras, colegas de cine y coincidíamos en que es el mandato, la marca histórica en donde fuimos colocadas. En ese sentido tomé la suficiente confianza como para decir que esto valía la pena ser contado. Legitimizarse a una misma es un proceso difícil, no me resultó simple para nada. Yo me creía una mujer independiente, pero aunque mis padres me educaron muy libremente y siempre confiaron en mí, hay algo generacional que es más fuerte, algo histórico que nos atraviesa.

Retratos del Futuro no deja de ser un documental político con una mirada crítica hacia las condiciones laborales y al mismo tiempo es experimental, a manera de ensayo filosófico. ¿Qué película hubiera sido sin la pandemia?

Qué buena pregunta… La idea de la utopía y la distopía y todo el comienzo de la película existía desde antes de la pandemia. Toda la secuencia inicial casi como de película de ciencia ficción lo construí casi al principio de todo. Fue algo que nació rápidamente y naturalmente y se colocó ahí como la máquina, el lenguaje que iba a armar, el archivo. Lo que hizo la pandemia fue reubicar todo el relato. Me obligó a ponerme en primera persona y a partir de ahí inevitablemente el relato tomó otra forma.

Yo no me hubiera animado por esta cuestión de que mi palabra no vale tanto como para estar ahí relatando. Pero como la palabra de quienes yo estaba retratando fue interrumpida inevitablemente entré yo. Me pareció interesante porque es como la parte de atrás del cine: los que hacemos cine tratando de conectar con el espectador para que vayan recorriendo la construcción el relato. Y a través de ese relato cómo sentimos, qué sentimos, cómo retratamos, cómo nos va atravesando la vida. A mí el cine me atraviesa en lo más profundo: no puedo separar mi vida cotidiana íntima del cine.

-¿Qué encontraste en el subte de tu vida cotidiana?

Trato de retratar lo que admiro y lo que me genera sorpresa y a la vez esperanza. Por eso el tema del subte era algo increíble: la lucha de los ex trabajadores del subte era una utopía. Cuando empecé a retratarlas me fui quedando con ellas porque seguían su lucha tratando de conquistar cosas que todavía estaban ahí. Hay como un motor nuevo en lo que abarca a mujeres y diversidades dentro del subte, porque siempre están poniendo algo más allá de lo que significa lo sindical. Y eso es interesantísimo. Porque están construyendo un nuevo sindicalismo, una nueva forma de entender la defensa de los derechos laborales de las personas en un ámbito de trabajo. Y lo valioso es que encuentran un eco favorable dentro del resto de los compañeros.

Eso me parecía alucinante. Sobre todo, vinculado con esta idea del futuro, de sociedad del futuro utópica que luego se transforma en una gran distopía, pero que guarda un germen que todavía sigue. La gran utopía está en el poder humano: no en el desarrollo tecnológico descomunal ni en las grandes ciudades, sino en esa maravilla de poder conectar las personas y construir lógicas diferentes para vincularlos.

-Retratos del Futuro recorrió varios festivales, ganó premios en distintos lugares del mundo, en Biarritz, en Amsterdam, en Viña del Mar. ¿Qué lecturas distintas percibiste en los públicos de otros lugares del mundo?

Cuando la pasamos en Holanda (en el IDFA), todavía estábamos en pandemia. Fue en noviembre del 2021 y el festival terminó antes por el rebrote de COVID. El último día de proyecciones había un clima donde la pandemia todavía generaba como un temor grande. Lo que me impactó mucho es que el público que se acercó a hablar y quedó totalmente conmovido eran todas mujeres. Todas. Y era muy fuerte en relación a que éramos realidades completamente distintas. Y de golpe la identificación era total en el rol de la mujer, en esta cosa de la profesión que amás y están en el medio tus hijas y tu familia.

Después, cuando se fue alejando cada vez más la pandemia, la gente lo empezó a leer más como un relato de lo que nos pasó. Mi mente había borrado esto que vivimos y empecé a tomar distancia. En una universidad del conurbano unos chicos me dijeron que la película va a pasar el tiempo y cada vez va a tener un valor más grande, porque retrata tan profundamente ese momento. Aunque en lo inmediato tratamos de olvidarnos, de no pensar eso que vivimos, a la distancia volvés a entender que fue una locura. El mundo se detuvo durante un año. Todo se transformó de una manera que nadie tenía pensado.

Algo que digo en la película: que los días de la semana carecían de sentido, que era como vivir en un no tiempo. De golpe tomamos dimensión de que la humanidad puede vivir en un no tiempo y que esta lógica en la que estamos atados en realidad es una gran ficción, aunque la creemos la realidad más sólida.

Pero el impacto más fuerte de todo fue el de Biarritz, porque había un jurado que para mí era increíble (todo el jurado), pero en particular Nicolas Philibert, un cineasta que admiro. Cuando supe que iba a ser jurado me dije que ya estaba hecha. En la proyección, el jurado quedó impactado. ¡Tenían que desalojar la sala y no se iban!

-En Biarritz, la película ganó el premio al Mejor Documental.

Me impactó que a ese jurado y al público le llegara tan profundamente el relato que yo había pensado. Porque una película tiene muchas capas y uno piensa que a lo mejor, el espectador que está del otro lado no va a sentir o no va a entender algo. Y Philibert me decía que un documental pasa a ser una película cuando supera el tema: “Esta película dejó el tema atrás, es tremendamente universal y es increíble cómo relatas ese mundo que se viene y desarma el mundo nuestro, el mundo analógico, el mundo en el que supimos nacer y crecer. Por eso es muy generacional ahí que tiene que ver con un mundo que está desapareciendo inevitablemente y que la pandemia dejó en evidencia de una manera muy violenta en poco tiempo”, me dijo.

Creo que como todo documental -que es lo maravilloso que tiene el cine documental-, Retrato del Futuro existe porque la realidad hizo que existiera. No me até a la idea primaria sino que me dejé llevar por lo que estaba pasando. Por eso fue muy fuerte la legitimación de una persona a la que yo respeto tanto. Uno tiene muchos temores de lo que va a contar. ¡Todo el tiempo tenés miedo! De ser egocentrista, de mirar, de hablar. ¡Eso es el patriarcado! Entonces, cuando alguien que es un colega o un compañero del cine te dice “dale para adelante porque esto me llegó al alma”, pensás que más allá del premio, es la palabra que te da fuerza y confianza.

-¿El público se llevó la misma imagen?

Lo que pasó con el público fue fuertísimo. Dos personas en la sala me dijeron “a mí la película me remite a Godard”. Y Godard había muerto hacía muy poquito. Para mí todo fue demasiado. Estar en Francia, ganar, que mencionen a Godard. Evidentemente, hay algo en los relatos que uno incorpora, que es el cine que ama, el cine que uno admira y que es parte del imaginario. Consiente o inconcientemente, eso queda plasmado.

Julia Montesoro

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