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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Adolfo Aristarain y Leonardo Favio, protagonistas de las noches al aire libre del 4º FICER

Con la proyección de Nazareno Cruz y el lobo (1975), de Leonardo Favio, el viernes 25, se completaron las noches de cine clásico argentino al aire libre del 4º Festival Internacional de Cine de Entre Ríos, que se había iniciado el jueves 24 con Tiempo de revancha, de Adolfo Aristarain.

El director artístico del 4° FICER, Eduardo Crespo, subrayó la importancia de la preservación del acervo cinematográfico: Nazareno Cruz y el lobo es una película que no necesita ser presentada, sin embargo, hay que destacar que esta noche el Festival nos permite disfrutarla en una pantalla de cine, tal como fue estrenada en 1975. Disfrutemos de nuestro cine argentino, y tomemos conciencia de que son títulos, cuyas copias, en algunos casos se están perdiendo las copias porque no existe una filmoteca nacional que las preserve, y no podamos recuperarlas”. 

Leonardo Favio, de quien se cumplieron diez años de su muerte a principios de noviembre, es uno de esos artistas que trasciende los tiempos, porque tuvo y tendrá una sintonía especial con los sentires populares, para representarlos en una simbología propia, en un lenguaje particular. La gran cantidad de público colmó las expectativas y la noche calurosa se prestó para disfrutar del patio de comidas y tomar algo fresco. Si bien al principio costó la concentración entre los murmullos del Punto de Encuentro, al cabo de unos minutos, la poesía visual de Favio atrapó a la concurrencia con su encanto. En pantalla, recursos cinematográficos disruptivos para la época de su producción (voces superpuestas, fragmentos de canciones populares, palomas que salen de la nada) anticiparon la certeza de la desgracia: el nacimiento del séptimo hijo varón de una familia, que al crecer y conocer el amor se verá condenado a correr por los campos en noches de luna llena, convertido en lobizón.

Sentados en las sillas que dispuso la organización, en las mesas grupales y también en el mismo césped, una primera franja de atentos y enmudecidos observadores no se perdieron ni un segundo de la historia. Un poco más atrás, se definió otra plantea que prefirió las mesas con banquetas para un visionado comentado entre otras distracciones. En ese sentido, se daban situaciones singulares: por ejemplo, mientras miraban la proyección, un grupo de amigos discutían detalles de Tiempo de revancha, presentada la noche anterior. También algunas parejas, entre toma y toma, le dedicaron unos segundos a sus propias historias de amor. 

Un tercer grupo, el de más atrás del predio, observaba la pantalla interrumpida por sombrillas y los carteles de los puestos de comida, escuchaba los diálogos, miraba algunos minutos y luego hablaba de otras cosas en espera de las escenas clave, esas que nadie se quiere perder.

A pesar de la tragedia, el mensaje consuelo quedó resonando en los corazones. El Diablo, interpretado magistralmente por Alfredo Alcón, que es crucial en las tentaciones y advertencias de la historia, en una de las últimas escenas le dice a Nazareno: “Vos ganaste, elegiste el amor”. 

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