Adolfo Aristarain presentará en la sede de DAC (Vera 559) su libro El oficio del cine, integrado por los guiones de Martín (Hache), Lugares comunes, Roma y el inédito Al norte de Marrakesh.
La presentación se llevará a cabo el jueves 5 a las 18.30, en la sala Mario Soffici, con una entrevista de Fito Mendoza a Aristarain, quien además es integrante de la Comisión Directiva de DAC. Para participar en la misma se debe enviar un correo a cultura@dac.org.ar.
“Este es un libro con guiones y opiniones mías sobre el oficio: reflexiones, más que nada”, anticipó el propio Aristarain a GPS Audiovisual.
Adolfo Aristarain es un referente ineludible del cine argentino de las últimas cuatro décadas. Su carrera como director es una de las más largas y destacadas en la filmografía argentina. También ha sido ayudante de dirección en más de 30 películas. Sus filmes combinan la firmeza narrativa del cine estadounidense clásico y los temas sociales del cine político de la Argentina. En 2003 se le concedió la nacionalidad española por carta de naturaleza.
“Adolfo Aristarain y Kathy Saavedra son un team temerario a la hora de pergeñar y darle cuerpo definitivo a un guion cinematográfico –expresa Fito Páez en Así en la vida como en el cine, texto escrito especialmente para el libro-. En tres de los guiones a los que refiere este libro han trabajado codo a codo. Martín (Hache), Lugares comunes y Roma. Logran condensar con notable calidad un balance perfecto entre una clara destreza intelectual y el infinito marco de emociones en el cual se mueven como peces en el océano humano. Es un cine de los márgenes y sin concesiones. No hay un interés por agradar bajo la forma del costumbrismo popular o por la búsqueda de la identificación con el espectador medio. Sus guiones, por ende, sus films, funcionan como una especie de provocación no establecida por ellos. Son artistas o artesanos, como les gusta nombrarse a Adolfo y a Kathy. En su cine se expone a personajes expulsados del sistema por deseo propio o por las coyunturas equis en las que intentarán sobrevivir. En mundos donde crear án sus propias leyes, que no siempre resultarán efectivas o a su favor. Los personajes del universo Aristarain-Saavedra son criaturas a la deriva. La mano maestra está en que todos, casi sin excepción, se quiebran y todos los argumentos sostenidos por ellos mismos son interpelados por las circunstancias dramáticas del texto. Sus personajes se ven envueltos en dispositivos emocionales altamente complejos, donde nadie termina actuando o sintiendo muchos de los axiomas que postulan. No es mi turno de adelantarles aquí ningún extracto de estos guiones sino de presentarle al lector neófito una parte de la constelación de decisiones tomadas con mucha rigurosidad por parte de Kathy y Adolfo. Podría decir, sabiendo del posible rechazo a esta teoría doméstica por parte de la pareja en cuestión, que en cada uno de los personajes de estos guiones se esconde una guía oculta y no tanto, de sus propias vidas. La nobleza de estos escritores está ligada a un alto sentido de la justicia y la solidaridad.
Valores humanos en franca retirada. Materias no aprendidas en capillas políticas. Es una nobleza no heredada de ningún trono ni por sangre real. Es la nobleza del corazón humano, máquina compleja si las hay. No por esto sus personajes dejarán de cometer alguna canallada aquí o allá o incluso de padecerlas. Es un cine sin hipocresías. Encuentro un fuerte sentido aristocrático en el cine de Adolfo y Kathy. Sus mujeres y hombres luchan por sus ideales en un mundo que les es hostil y defienden valores considerados muchas veces anacrónicos en la vida moderna.
Esto mismo se podría aplicar al extraordinario libro escrito por Adolfo junto a Mario Camus, Al norte de Marrakesh. Una historia recordada por un general francés en el norte de África, entre marchas y contramarchas en el exótico marco de la Legión extranjera española, donde hombres y mujeres desandarán pasiones y contradicciones bajo la inapelable fuerza de las circunstancias donde se los ha plantado a vivir en el cinematógrafo. Adolfo debe realizar este film. El cine lo merece. Amo a estos dos locos entrañables, Kathy y Adolfo.
Y a Bruno, su hijo. Mi vida fue otra después de conocerlos. Encontré hermanos de viaje. Familia. Personas implacables, amorosas, siempre cerca de lo esencial. Lúcidos, presentes, generosos, contradictorios, sobrios, borderlines y eruditos.
Juntos y por separado. En su casona de Villa del Parque o en su departamento del barrio de Montserrat. En los sets de filmación y en las cocinas de sus casas. Abrazados en el viaje de la vida desde hace ya no recuerdo cuanto tiempo.
Bebiendo, discutiendo y riendo entre amigos. Así en la vida como en el cine.
Lean estas páginas con la seguridad de que no serán defraudados. Es un arte que no tolera la especulación, ni la falta de rigor, ni los programas de guiones de Windows, ni los plots de introducción, nudo y desenlace, ni ningún otro
artificio. Solo la sangre fluyendo, el amor por el cine latiendo en cada escena y la inteligencia borrando todo tipo de certezas conocidas en pos de hacernos vivir fabulosas aventuras”.
El prólogo de El oficio del cine pertenece a Mario Casado, quien describe: “El cine es el resquicio de la buena gente, la rendija, el opio del agnóstico”. Así lo escribió Manolo Marinero. Y en el cine, como en un túnel, vamos al pasado, al presente o al futuro. Sin limitaciones.
Cierro los ojos. Intento concentrarme, encontrar esa rendija. Viajo en el tiempo a la antigua casa de Mario Camus en Ruiloba, cerca de Santander. En su despacho hay cientos de libros y una preciosa maqueta del barco Spray de Joshua Slocum. Mientras yo observo aquel lugar mágico, Mario va haciendo pilas de guiones; finalmente encuentra el guion de Al norte de Marrakesh, escrito por Aristarain y él. “Adolfo escribe divinamente”, me dice. Sujeta el guion como si fuera un timón, satisfecho, y me dice que para él, el cine de Adolfo es el cine de un nuevo humanismo. También recuerda el placer, la alegría de la llamada de teléfono de su amigo para trabajar en la escritura de Roma, de nuevo ambos junto a Kathy Saavedra.
Necesitamos a los Maestros. Para mí lo han sido Adolfo Aristarain y Mario Camus. También Manolo Marinero. Es una enseñanza atrapante. Pero en este libro vamos más allá, escapamos un poco del cine y nos fijamos en la lectura (“un placer que no te puedes perder”, le dice Martín a su hijo Hache) y en la escritura. Es el territorio del guion, de la Palabra. Y la escritura es esencial para Adolfo Aristarain. Así lo dijo Federico Luppi: “Tiene sentido porque él lo escribe…
… La escritura es su andadura, su gatillo, su catapulta y su conflicto”.
Es imposible explicar la alegría de encontrar un verdadero Maestro. En mi camino he encontrado profesores aburguesados, enriquecidos, incluso catedráticos grotescos que desprecian y humillan al alumno. No los miran a la cara. Les dan la espalda. A algunos incluso les gusta ver a los alumnos aplastados. Es un daño terrible para esos jóvenes. Afortunadamente hay otros profesores, alguien como Fernando Robles en Lugares comunes, cuando enseña a los futuros maestros que no deben adoctrinar: “(…) despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin límites. Sin piedad”.
La edición original de los guiones de Adolfo Aristarain en Ocho y Medio, publicaba Martín (Hache), Lugares comunes y Roma. La edición de Grupo Editorial Sur, casi veinte años después, tiene el aliciente de la publicación añadida de Al norte de Marrakesh, esa historia épica de legionarios en la frontera. La leí de un tirón, hace casi quince años, en una pequeña casa rural cerca del refugio de Mario Camus. Acabé entusiasmado. Ahí estaba la película, en la mente del lector.
Y ahí sigue, como los otros tres guiones, buscando a los nuevos lectores que disfrutarán de ella. La desaparición de Mario no es tal. Este libro le sirve de homenaje. En este libro la alegría del trabajo con su viejo amigo Adolfo está presente, le hace presente.
Para Adolfo y Mario”
El oficio del cine es un lanzamiento de Grupo Editorial Sur.