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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Adolfo Aristarain presenta su libro ‘El oficio del cine’: «No extraño volver a filmar»

Para los amantes de las efemérides, este es el año en que se cumplen los 40 años del estreno de Ultimos días de la víctima, los 30 de Un lugar en el mundo, los 25 de Martín Hache, los 20 de Lugares comunes. Todas ellas tienen estatura de clásicos: periódicamente son revisitadas y se descubren nuevos significados. Pertenecen a la obra de Adolfo Aristarain, referente ineludible del cine argentino de las últimas cuatro décadas.

Más allá de su vigencia y su trascendencia, en mayo presentará en el auditorio Mario Soffici de DAC (entidad de la que integra la Comisión Directiva) su primer libro, El oficio del cine, con cuatro guiones (uno de ellos inédito) y reflexiones. Es que Aristarain, quien desde hace 18 años no dirige largometrajes (su último trabajo fue Roma) aun tiene mucho para decir.

-A comienzos de abril, la 25ª Muestra de Cine y Diversidad Sexual de Castilla y León realizó una función especial de Martín (Hache), a 25 años de su estreno, a la que presentó como un clásico. A la luz del tiempo, donde tus películas están vistas como clásicas ¿imaginabas tu cine para que las nuevas generaciones te descubran?

No, para nada. Yo hacía películas de historias que a mí me gustaban, películas que me hubiera gustado verlas y nada más; ni en generaciones futuras, ni antiguas, ni nada. Pensaba únicamente en el público. Y el único público que tenés presente sos vos mismo.

-En una de las tantas relecturas que se pueden hacer de tu obra, se advierte que era un cine político. ¿Lo pensabas así en el momento de filmar?

Sí, por supuesto, era deliberado. No podés escapar, todo cine es político: toda historia sucede en un ámbito, en un lugar, en una época determinada en la cual no podés evitar explicar de qué manera vivía la gente y qué le pasaba. La mirada que tengas de eso va a ser política siempre, lo cual no significa que estés sacando la bandera todo el tiempo. Pero hay una toma de postura o de posición de la que uno debe hacerse cargo.

-El 8 de abril se cumplieron 40 años del estreno de otro clásico tuyo, Últimos días de la víctima, cine político y además rodado durante la dictadura. ¿Qué recordás de los riesgos que afrontaste durante el rodaje y de la censura existente en ese momento?

Durante el rodaje no pasó nada, pero sabíamos que íbamos a tener problemas con la censura. Había que llevar la copia al Ente de Calificación Cinematográfica: eran unos ocho actos de unos 90 minutos. Allí cargaban la película en la moviola. El censor veía la película junto a vos y te decía qué era lo que podía pasar. Sabiendo cómo era el mecanismo dejé a propósito tres secuencias eróticas de Federico Luppi y Arturo Maly con Soledad Silveyra y con otra piba más. Las dejé a propósito porque sabía que iban a poner el acento allí, con lo cual dejé cinco minutos más de lo que realmente había sido mi montaje. Cuando me dijeron que eso era demasiado, les dije que no se preocuparan, que lo iba a cortar. En ese mismo momento me di cuenta de que sobre el final de la película, cuando Luppi mata a Soledad Silveyra ella decía: “cogeme, cogeme”. Estaba allí con el socio de Olivera (Héctor, el productor) y nos dijimos: “que sea lo que Dios quiera”. Pero cuando faltaban 10 o 15 minutos para llegar a esa escena, el censor se cansó y dijo: “ya está, está todo bien, llévense la película”. Nos fuimos corriendo y no se tocó esa frase. Quedó como la primera vez que se decía en el cine, clarito y con todas las letras. Daba vergüenza estar viviendo eso, pero eso era lo que pasaba con la censura.

-Aprendiste a sortear estos contratiempos apelando a los sobreentendidos.

Sí. Es muy trabajoso pero no viene mal. Hay cosas que solo se insinuaban y que quedaban claras sin decirlas con todas las letras. Fundamentalmente, funcionó en Tiempo de revancha. En Últimos días, (Fernando) Ayala, que era el socio de Olivera, nos decía que estábamos locos porque hicimos una escena donde Luppi paraba con el coche en una vereda delante de un cartel, de esos que tenían la figura de un soldado y que decía “Zona militar, no detenerse”. Decía que nos iban a matar a tiros. Cierta razón tenía. Por suerte no pasó nada y lo tomamos más a risa que en serio. Pero creo que no terminó pasando nada porque el estreno coincidió con la guerra de Malvinas; entonces la película no tuvo ningún tipo de repercusión. Pudo haber pasado como con Tiempo de revancha donde hubo amenazas de bomba, pero a los cinco días de estrenarse la película se perdieron las Malvinas y ya nadie habló del tema. Incluso nosotros, que a veces íbamos a las salas para ver si iba gente, no íbamos: nadie estaba para ir al cine, ni para nada.

-Se cumplen 18 años de Roma, tu última película. Cuando te preguntaban por tu regreso a la actividad, vos sostenías que solo volverías si encontrabas buenas historias. ¿En algún momento pensaste, formalmente, en volver a dirigir?

Claro. Hasta el año 2010 estuvimos con un proyecto que estaba basado en una novela de Guillermo Martinez, La muerte lenta de Luciana B.. Estaba el guion, estaba el casting, pero no se consiguió la financiación y después de varias postergaciones, se canceló. Hace tres años surgió el proyecto de una película sobre (Astor) Piazzolla. Conseguí los derechos del libro de la hija, Diana. Armé un presupuesto: era una película carísima, que solo podían bancar los norteamericanos. Pero le interesaban si la hacías en habla inglesa. Después de dos años, también se canceló. Para hacer cine hay que saber que estas cosas pasan y que hay que tener mucha paciencia.

-¿Te quedan muchas historias pendientes?

No, no tengo mucho guardado. En mayo voy a publicar el libro El oficio del cine, que tiene cuatro guiones. Uno de ellos es inédito: se llama Norte de Marrakech. La película estaba armada, prácticamente, pero por un productor idiota que enganchamos en España no se pudo hacer. Me decidí a publicarlo en homenaje a Mario Camus (director y guionista español fallecido en septiembre de 2021), para que quede constancia.

-¿Qué representa un libro para quien es reconocido por emplear el lenguaje audiovisual?

Simplemente, que perdure en papel. El cine es muy frágil y por más que se rehagan los negativos, no es la misma realidad. El libro queda latente

-¿Algún elemento autobiográfico?

No. Este es un libro con guiones y opiniones mías sobre el oficio: reflexiones, más que nada.

-Un libro, en cierta forma, es como una película: cuando el autor ve su obra terminada empieza a pensar en el próximo. ¿Estás en eso?

No. Lamentablemente, siempre me costó mucho encontrar historias, y cuando encuentro una me siento y empiezo a escribir. Pero hasta ahora no aparecieron. Además estuve muy metido en la corrección del libro.

-Hablabas del proceso de desarrollo de un proyecto. Entre la primera versión del guion y el estreno, ¿hay algo que extrañas de ese proceso?

La verdad es que no: soy muy poco nostalgioso. No extraño volver a filmar: quiero volver a filmar cuando encuentre algo que me guste. No extraño para nada estar en un rodaje. Soy medio raro, pero soy así.

-Mientras tanto, disfrutás de otras cosas.

Sí. Leo, escucho música, charlo, salgo a pasear, veo cine. Cada vez menos porque con la pandemia se complicó. Pero espero que vuelva a la normalidad.

-¿Sos consumidor de plataformas?

No, para nada. Veo alguna cosa que me parece interesante y nada más. Incluso, tengo una sola porque creo que no tiene sentido. La calidad es malísima. ¡Es un espanto lo que están haciendo! Son historias trilladas que ya las viste veinte veces, lentas, mal filmadas, peor no se puede hablar de lo que hacen las plataformas. Sobre todo, las películas de superhéroes y todo eso que son para los chicos y que ya hasta los chicos están podridos de eso. Creo que todo esto va a ayudar a que poco a poco se vuelva al cine y al fenómeno de ver cine en una sala, que creo que es una experiencia única.

-¿Te interesaría meterte en una serie para plataformas?

Sí. No te olvides que hice Pepe Carvalho, que era una serie. No tengo problemas: depende de la historia que venga, que yo me la crea. Si la historia me parece bien me da igual cuántos capítulos sean. El problema es que a veces es muy difícil que aguante la historia durante tanto tiempo.

Julia Montesoro

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