Raúl Perrone, símbolo del cine independiente, retorna al BAFICI con su nueva producción, Sean eternxs. La función estreno será el jueves 21 a las 21 hs. en la Sala Leopoldo Lugones, en el marco de la 23° edición del evento, que tras dos años de pandemia vuelve a la presencialidad plena y que comienza el martes 19 de abril.
-Este es el año en que cumpliste 70. ¿Qué te sigue impulsando a hacer cine?
La pasión, las ganas. Es una necesidad casi fisiológica que tengo. Aunque parezca mentira. No es que trabaje con un montón de gente y después, estoy en la corrección de color y en lo que significa hacer una película para la industria, que te lleva muchísimo tiempo y que involucra a muchísima gente. Nosotros -digo ‘nosotros’ porque nos considero una familia-, somos cuatro o cinco personas y son alumnos o exalumnos míos. Lo demás lo hago yo: edito, hago la posproducción de imagen, el sonido y la posproducción del sonido. A veces tengo algún colaborador pero casi todos los diseños los hago yo, igual que los afiches. También trabajo con dos o tres músicos afines a mi pensamiento. Les cuento lo que quiero y ni siquiera les mando fragmentos de película: ellos me mandan la música. Es una manera muy personal de laburar que hace que lo siga queriendo hacer y que me guste. Es diez veces más difícil que trabajar con mucha plata, porque no la tenemos, pero todavía siento placer. En mi cabeza sigo teniendo 20, 30 años.
-Eso te llevó a filmar también durante la pandemia saliste a filmar igual: en 2021 presentaste Pr1nc3s4, 3scombros y S4d3.
Sí, en la pandemia hice esas tres películas. Justo cuando terminé 3scombros comenzó muy levemente el tema del covid. Después, también hice 4tro v3int3, pero dirigí a los chicos por computadora, por zoom.
-Dirigiste por acceso remoto…
Sí, pero ponía el encuadre yo. No era lo mismo, pero era una manera de calmar un poco la ansiedad de que no se muevan de su casa. Un poco más adelante, cuando estuvo todo más tranquilo, salí. Prudentemente, porque somos cuatro personas en el equipo, como mucho, entonces son más económicos los protocolos y menos riesgosos los cuidados. También hice otra película que estoy terminando.
-En el catálogo oficial del BAFICI dice que “tu esencial altivez parece renovarse de película en película”. ¿Cuál es tu forma de renovarte?
Mi forma de renovarme parte, básicamente, de que no me gusta nada de lo que veo y que me aburro muy fácilmente de todo. En mi larga carrera y en la inmensa cantidad de películas que hice puedo ir probando cosas y cada vez me cuesta menos hacer películas ortodoxas. Ya no me interesan las historias -aunque siempre las hay-, entonces las cuento de otra manera. Voy investigando, sigo estudiando el cine: en realidad juego, me pongo a editar y pruebo cosas. Todo el tiempo. Eso hace que de película en película vaya cambiando. No tengo ningún problema con los géneros: voy haciendo lo que en este momento siento ganas de hacer. Casi siempre, entre película y película, vuelvo a los pibes.
-¿Es tu forma de acercarte a nuevas generaciones?
Sí, pero eso ocurre desde que era chico. A los 30 y pico de años me seguían siempre los pibes. Cuando empecé a hacer mis películas también. Mi taller -todavía no volví a hacerlo pero posiblemente lo retome en dos meses-, lo terminé en 2019 con casi 180 alumnos. Allí priorizo la práctica por sobre la teoría y vienen de universidades muy famosas a querer hacer películas conmigo. Te diría que el 90% son pibes y pibas. Ellos encontraron mis películas y en mí ven un tipo con el cual pueden charlar. Me cuentan cosas que quizás no se la cuentan a los padres porque no pienso como un tipo de la edad que tengo.
-En la enseñanza o cuando compartís tus conocimientos, privilegiás la práctica por sobre la teoría. Sin embargo en tus películas se nota un fuerte conocimiento tuyo por los clásicos del cine. Hay que conocer también ¿no?
Cuando digo que priorizo la práctica sobre la teoría es porque los pibes son como adolescentes tardíos. Están como perdidos: tienen 30 años y no saben lo que quieren. Y los pibes quieren hacer, no que les hablen de películas. Yo les digo que vean (Alfred) Hitchcock, a (François) Truffaut. Pero cuando termina el curso me voy a un bar y vienen 40 alumnos conmigo y hablan de su necesidad de hacer. Hacen sus cortos en vivo, después se ven en una televisión y se debate entre todos. Así van preparándose. Por eso, mucha gente que viene al taller termina trabajando conmigo. Hay gente que no sabía manejar una cámara y hoy hace fotografía, sonido o producción. Pero aprenden haciendo, si no, se aburren.
-¿Por qué creés que existe ese acercamiento natural?
Yo empecé dibujando a partir de mirar a la gente y descubrir cosas que por ahí otra gente no veía. Mi trabajo en la calle con los pibes tiene que ver con aprender un poco de psicología y ganarme la confianza. Apenas me conocen ya me dicen “Perro”, me tienen como un conocido más y es porque tengo una empatía muy rápida con cualquier persona. Cuando hice Cínicos, al protagonista lo conocí en un bar. Dentro de mis fobias y mi timidez, cuando tengo que acercarme a la gente hablo. En eso me ayudó mucho el cine y el taller, porque antes con el dibujo casi no hablaba.
-¿Eras solitario?
Sí, y lo sigo siendo porque me paso ocho horas en mi casa, que es mi lugar, editando todos los días. Es algo casi religioso.
-Decís que ya no haces más gacetillas para que cada espectador vea tus películas y se lleve sus propias impresiones. Vos como espectador, ¿qué impresión te llevaste de Sean eternxs?
En Sean eternxs vi la película que soñe. Pocas veces pasa eso porque quizás pensás una cosa y terminás haciendo otra: de la manera en que yo trabajo, con guiones muy chiquitos y rodajes cortos, todo va cambiando. Cuando me propuse hacerla, le dije a Pablo Ratto que quería hacer una película escapando de las obviedades de lo que significa una película de este estilo y eso se cumplió.
En cuanto a lo que escribí sobre la sinopsis y los tráilers, son un riesgo. A la gente y a los periodistas les gusta ver un tráiler y leer una sinopsis. Y los tráilers son absolutamente mentirosos: generalmente cuentan la película que después no es, para atrapar a la gente. La sinopsis a veces se malinterpreta. De hecho, mis sinopsis casi siempre fueron cuentos que yo contaba. Por ejemplo, en Las pibas puse: “una piba en su cuarto está con su chica y había cuatro o cinco cosas más” y se parece a cualquier cosa menos a una sinopsis. Las sinopsis te cuentan la película, entonces yo prefiero –ya que tengo un público medio cautivo más algunos que se van sumando-, que vayan y se sorprendan a través de un afiche o a través de las entrevistas que escuchan (suponiendo que diga cosas que puedan interesar) y me vayan a ver para saber de qué se trata.
Son elecciones que hago y le soy muy fiel porque creo en eso. No me gustan las cosas que se interpretan mal. Que cada uno vaya, llegue virgen, sin saber nada, y le pase algo distinto con la película.
-Cómo director emblemático del cine independiente, tenés una mirada crítica hacia la industria. Una de tus banderas es no haber recibido nunca el apoyo del INCAA, ¿no?
Más que una bandera, no estoy de acuerdo para nada con esta gestión porque están matando al cine, sobre todo al independiente. Tengo siempre una mirada crítica con aquellas cosas que no me gustan y cuando no se valora lo que uno hace. Me parece que desde hace mucho tiempo el INCAA tendría que llamar a ciertos tipos y preguntarles qué necesitan. Sin embargo están los amiguismos, aquellos que piden un montón de plata. Cada uno sabrá lo que necesita. Una vez salí en una nota con otro director y yo le decía que me arreglaba con cinco personas, mientras el otro me respondía que no podía trabajar con menos de 200. Por supuesto, nunca voy a estar de acuerdo. Sobre todo porque lo mío viene desde hace años. En los 90 era muy difícil hacer películas y no porque salían mucha plata: de hecho, las hacía en VHS porque no tenía la tecnología que hay ahora. Los críticos de esa época lo consideraban que no era cine. Terminé demostrándoles que sí: es cine.
Julia Montesoro