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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Fallecimiento de Coco Blaustein, realizador esencial del documental político

David Blaustein –Coco, para todos quienes lo conocimos y lo quisimos- falleció el lunes 16 a los 68 años en una clínica de Buenos Aires, cinco días después de haber sufrido un accidente cerebro vascular (ACV). El miércoles último se había descompensado mientras estaba trabajando en su productora, Zafra, tras lo cual fue internado. En sus últimas horas había manifestado cierta mejoría, lo que llevó al equipo médico que lo atendía a quitarle el respirador artificial. Lamentablemente, no pudo recuperarse.

Coco fue una figura esencial del documental político para Argentina y América Latina como realizador, productor e impulsor de proyectos y más que eso, un infatigable luchador por la defensa de los derechos humanos. Entre sus numerosas actividades, integró la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Argentina y fue conductor del programa radial Manivela, que se emitía por Radio Nacional.

Hermano mayor del novelista y ensayista Eduardo Blaustein, había nacido en Buenos Aires en 1953 y realizó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Exiliado en México entre 1978 y 1983, estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, y luego en España en el Instituto Oficial de Radio Televisión Española, del que egresó en 1993.

Su trayectoria como realizador comprende los siguientes títulos:

Se va a acabar. 2020. Con Andrés Cedron.

Fragmentos rebelados. 2017. Ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de La Habana.

Sucesos intervenidos. 2014. Con Andrés Habegger, entre otros. Serie documental

La Cocina. 2011. Con Osvaldo Daicich. Serie documental

Porotos de soja. 2009. Con Osvaldo Daicich.

Hacer Patria. 2007.

Botin de guerra. 2000. Premios: Premio del Jurado Ecuménico (Church-prize) en la sección Panorama del 50º Festival Internacional de Cine de Berlín; Segundo Premio en la Sección “Tiempo de Historia” de la 44 Semana Internacional de Cine de Valladolid; Premio Human Rights Award 2001.  Santa Barbara International Film Festival; Premio Favorito del Público, Festival de Cine de Río de Janeiro CINESUL 2001; Premio Documental Memoria en el XXI Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

Cazadores de utopías. 1996. Premios: IDFA International Documentary Film Festival, Amsterdam: Premio de la Crítica Internacional FIPRESCI. 1996; 32nd Chicago International Film Festival: Certificate of Merit. 1996; XI Festival Latinoamericano Trieste, Italia: Premio Sezione «Argentina, la memoria difícil» a David Blaustein. 1996; IX Muestra Internacional de Mar del Plata. Premio del público a la mejor película argentina. 1995; VI Festival de Cine Nacional de Pergamino Luis Sandrini. Premio Especial al Mejor Documental. 1996. Primer Festival Nacional de Cine Documental de Avellaneda. Premio a la Mejor Investigación Temática. Argentina. 1997; Lauros Sin Cortes 96. Premio Raymundo Gleyzer Mejor Largo Documental. 1996.

Su última película fue Se va a acabar, junto a Andrés Cedrón, que recoge los testimonios silenciados de trabajadoras y trabajadores que participaron en distintos conflictos sindicales durante la última dictadura. El objetivo que perseguían: enfrentar el intento de desmantelar la industria y desarticular a la clase obrera organizada.

Este fue el diálogo con GPS Audiovisual a partir de su estreno, en Bafici.

En la línea del documental político que caracteriza su obra, David Blaustein está por estrenar –aun sin fecha- Se va a acabar, un tejido de testimonios de trabajadores que participaron en distintos conflictos sindicales durante la última dictadura, silenciados durante más de cuatro décadas.

Codirigida con Andrés Cedrón, a cargo del guion y de la edición, Se va a acabar humaniza a través de esos personajes (virtualmente anónimos) las pequeñas y grandes resistencias que el movimiento obrero impuso frente a la represión.

-Sos uno de los realizadores esenciales del documental político. ¿Qué encontraste en la trama de Se va a acabar que te motivó a volver a dirigir?

Una anécdota. Fue en un acto de anunciación de programación de Radio Nacional, en 2013. El querido compañero y amigo que hace el anuncio de la nueva programación dice “y aquí están con nosotros las queridas abuelas y madres de Plaza de Mayo, que son las únicas que resistieron a la Dictadura Militar”. Yo tenía al lado a otro queridísimo compañero, Mario Wainfeld, Le di un codazo y le dije: “eso no es verdad, ¿no?”. Me respondió: “habría que empezar a discutirlo”. Me parecía que no eran las únicas, más allá de que yo trabajé, amo y milito con Abuelas y Madres.

Fue el comienzo.

En México, donde estuve exilado, había estado relativamente en contacto con algunos dirigentes sindicales, de todo tipo de tendencias. Ahí empezó una vaga posibilidad de contar aquella experiencia anónima (a mí me gustan los personajes anónimos y colectivos). Ahí empezó la vaga posibilidad de empezar a contar esa historia de trabajadores anónimos que habían resistido a la dictadura. Después de muchas vueltas y de pasar por una serie fracasada en el Canal Encuentro en la época de Macri, terminó en esto.

-¿Cómo se dividieron los roles con Andrés Cedrón, el otro realizador de Se va a acabar?

Por suerte, Andrés tiene una serie de virtudes de las cuales yo carezco. Él se echó al hombro el guion de la película y después la compaginación, dos roles que a mí me cuestan mucho. Favio decía -en aquel glorioso libro de Adriana Schettini, Pasen y vean– que lo angustiaba mucho la compaginación. A mí también. Si me das a elegir entre dos planos lo sé resolver. Pero no tengo una formación teórica como para poder armar una estructura y la paciencia para poder armar esa estructura paso a paso. Yo produje mi investigación con Francisco Yofre, armamos los cuestionarios y rodamos las entrevistas.

-Hacés referencia a Favio, de quien justamente se decía que lo que más le costaba era el montaje final. Y siempre se vuelve a la anécdota de que antes de un estreno importante, todavía estaba en la sala de edición enloqueciendo a Rodolfo Mórtola (su montajista en ese momento), porque no decidía el corte final. Como sos un apasionado de la historia, algo de eso te debe pasar.

Absolutamente. Grandes cineastas están por iniciar la primera proyección de la película y todavía están cortando y pegando porque a último momento cambiaron y se dieron cuenta de otra cosa. A mí no solo me ocurre eso en la etapa de compaginación: también me cuesta muchísimo volver a ver mis películas. Las encuentro llenas de errores.

-Hay un enamoramiento de lo que uno hace, que no quiere dejar nada afuera. Por suerte están los montajistas y editores. ¿Qué testimonio quedó en el camino, no pudo estar en el relato?

Quedaron un montón de casos y situaciones afuera. Al final de la película hay un mapa de Argentina en animación que cita un montón de lugares de resistencia. En cada uno de esos lugares podría haber personajes que formaran parte de la película. No descarto hacer la segunda parte con personajes de las provincias.

Tuvimos el caso de una gloriosa trabajadora del frigorífico Sur, a quien no volvimos a encontrar. También el de un glorioso trabajador ferrocarrilero que vive en Córdoba, quien tuvo una tragedia personal y lamentablemente a último momento no pudo estar. Otro fue el de un trabajador de una empresa automotriz, que estuvo el día en que un coronel aterrizó con un helicóptero y los soldados amartillaron sus ametralladoras. Tal vez algún día este compañero lo quiera contar: a la hora de rodar no quiso testimoniar frente a la cámara.

-¿Cómo era el proyecto original hasta llegar al resultado final?

Originalmente iba a ser una serie de varios capítulos para Canal Encuentro, Oíd el ruido, con un personaje por capítulo. En 2016, 2017, nos dimos cuenta de que no avanzaba. Salimos del proyecto con Encuentro y decidí que iba a hacer una película independiente financiada por universidades y por sindicatos. La empezamos a rodar en 2018. El proceso de montaje fue en 2019. Fue muy satisfactorio que una película de estas características fuera financiada por sindicatos y universidades.

-¿Qué recuerdos, experiencias en común o elementos autobiográficos encontraste en los testimonios que aparecieron en Se va a acabar?

Algo muy presente en la política argentina -que está en el personaje que cierra la película-, es el personaje isabelista en términos políticos. Un personaje que en aquella época militaba con Isabel. Ahí dudamos mucho con Andrés, pero nos pareció muy importante poner un dirigente sindical que reconociera frente a cámara que en esa época del peronismo había sido isabelista. Lo cual para los que tenemos nuestra edad es muy jodido, porque Isabel está acusada de una cantidad de cosas muy importantes. Que el personaje valiera más por su personaje que por su pensamiento político me pareció esencial. Nos descubrimos con Andrés más pluralistas, al meter dos personajes de la izquierda: la trabajadora bancaria del Banco Nación y el trabajador de subtes, dos delegados que trabajaban en la izquierda. Ella se reconoce como militante trotskista del PST. El no lo dice específicamente, aunque imaginamos que también. Eso, de alguna manera, construye la hipótesis de que la unidad es una unidad plural, que todo el mundo participó. Que hay anónimos, que hay apolíticos, que hay Montoneros y que hay militantes del Partido Socialista de los Trabajadores.

También me pareció central el tema de la vida cotidiana, el de la resistencia como algo que se construye con pequeños actos y pequeños gestos. La idea de “ni héroes ni traidores”. Había compañeros que tenían armas en la mano y otros que mandaban papeles por el ascensorista a los compañeros del piso de abajo para avisar que la huelga empezaba a las cinco de la tarde. A mí esos pequeños detalles me mataron.

-Cuando uno se aleja de la realización, ¿en qué proyectos piensa, por dónde pasan los deseos?

Más allá de que estuve produciendo o asesorando algunos trabajos de colegas, siempre estoy pensando en proyectos. Ultimamente le estoy dando importancia a un proyecto sobre mi madre. Ella fue docente de Latín, Literatura y Castellano. Nos dimos cuenta mucho tiempo después que mis viejos durante la Dictadura la pasaron mucho peor de lo que pensábamos. Mamá catalizó parte de ese mundo en su actividad docente. A mis hermanos y a mí nos impresionó cómo la gente decía “¿vos sos hijo de la Blaustein? ¡Uhh, vosno sabés lo que era tu vieja!”. La síntesis de esa frase es “tu vieja a mí me enseñó a pensar”. Mamá le daba Cortázar, García Márquez, a los pibes. Muchos recuerdan ese mundo de mi madre, tratando no digo de resistir porque es muy exagerado, pero por lo menos de hacer terapia con sus alumnos. Allí hay un proyecto de película.

-¿Estabas esperando para estrenar en cines?

No: yo me daba por satisfecho si estrenaba por Cine.ar. Pero entre la posibilidad del BAFICI y la reapertura del Gaumont, intentaremos estrenar de las dos maneras. Es que para mí el cine se mira en el cine. En una pantalla grande, a oscuras, comentando con alguien al lado. Sé que soy un viejo, pero ver cine en computadora me resulta muy difícil.

Julia Montesoro

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