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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Paula Hernández, seleccionada al Oscar por «Los sonámbulos»: «Filmo para exorcizar las emociones que llevo adentro»

Los sonámbulos fue seleccionada por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de la Argentina para representar al país como precandidata al Oscar en el rubro Mejor Película Internacional, el mismo día en que se consagró con cinco Premios Sur, entre los cuales obtuvo el reconocimiento a Mejor Película y a Paula Hernández como Mejor Directora. La realizadora había estrenado la película en la Competencia Internacional del Festival de Mar del Plata de 2019. Un año después, presentó allí mismo Las siamesas en modo virtual: la pandemia había cambiado las reglas de juego en la industria audiovisual en todo el mundo.

-¿Cómo viviste el momento del anuncio de tu nominación al Oscar representando a la Argentina?

Fue una sorpresa. Ese día estrenaba Las siamesas y estaba yendo a la entrega de los premios Sur. Básicamente, para mí ese era el evento que tenía que ver con Los sonámbulos. No imaginé lo del Oscar porque había otras obras más industriales, de directores con cierto peso. Históricamente la Academia vota ese tipo de película. Si bien muchas veces votó otras más autorales, éstas tenían un respaldo de producción mayor. Y Los sonámbulos es independiente. También me dio alegría que se votaran este tipo de películas, más allá de que fuera la nuestra. Igual que en los premios Sur: muchos de esos premios fueron para obras muy independientes.

-En los premios Sur, Los sonámbulos –que obtuvo cinco premios- fue elegida la película del año y vos, la directora del año. Se trata de un premio otorgado por la industria: tus mismos colegas. ¿Qué te genera ser la directora del año? ¿Qué te cambió?

No sé: no lo vivencio así. Estoy muy orgullosa de la película, con su equipo y sus actores y actrices. Se pudo hacer con muchas dificultades: cuando teníamos un fondo de afuera se nos caía la financiación de acá; cuando aparecía otro fondo, el INCAA cambiaba de gestión y cambiaba de plan de fomento. Se juntaron muchas adversidades. El proyecto arrancó a principios de 2015 y se estrenó cuatro años después.

Me dio mucha alegría el premio –como los reconocimientos en festivales y su relación con la gente- porque hubo muchísimo trabajo y corazón, sobre todo de todos quienes estuvieron ahí. También me dio alegría haber vuelto a filmar, más allá del rótulo de si soy la directora del año o no.

Y también por ciertas decisiones -de producción, de independencia, estéticas, de correr ciertos riesgos- que tomamos quienes hicimos la película. Actoralmente tiene un riesgo alto, con actores y actrices que se metieron en el cuerpo de personajes muy complejos. Actores muy jóvenes, como Ornella D’Elía y Rafael Federman, que entraron en territorios muy complejos de poder elaborar. Lo mismo que los adultos.

-¿Potenció de alguna manera el lanzamiento de Las siamesas? Porque fue todo simultáneo.

En un momento tuve la sensación de que se apagaba una y empezaba a aparecer la otra. El día de los premios pensé “pobre ‘Las siamesas’, qué va a pasar con esta película”, que además es una experiencia mucho más pequeña y experimental. Pero no fue así: el ruido que generó Los sonámbulos hizo que mucha gente quisiera ver Las siamesas. Mucha gente puenteó una película con la otra. Trabajo en el cine desde mis 19 años, empecé a hacer mi primera película a los 29 y ahora tengo 51: si hay gente que me descubre a partir de “la película argentina nominada al Oscar”, bienvenido sea.

-Las dos películas tienen elementos en común: el agobio, el calor, el encierro familiar. La tensión. ¿Es una línea narrativa deliberada? ¿Una coincidencia? ¿Una etapa de tu vida?

Lo que filmo tiene que ver con pensamientos, reflexiones, preguntas, con poner en juego emociones que salen ahí para exorcizar todo lo que una tiene adentro. Son coincidentes en cuanto a que trabajan cuestiones relacionadas con lo vincular, y con lo vincular familiar. Ambas trabajan la temática madre-hija: Los sonámbulos abre el mundo al universo familiar que está presente y en Las siamesas hay una familia representada por ese padre ausente, pero básicamente está concentrada en ellas dos. Los puntos de partida fueron el vínculo entre madre e hija que tiene que ver con el crecimiento, con la libertad, con el verdadero amor, con saber resignar y perder en función del otro.

Más allá de que hay un costado amoroso en esos vínculos. En Las siamesas está llevado al extremo el terror o la oscuridad de lo familiar, de lo vincular, como esos pies que a veces no se ven y que están y que en alguna situación afloran. Eso seguro fue un punto de partida. Apareció como cuento de (Guillermo) Saccomanno cuando estaba tratando de hacer Los sonámbulos. Algo allí se me unió. Después se convirtieron en propuestas de trabajo muy diferentes. Los sonámbulos tuvo una estructura mayor, con varias líneas narrativas, muchos personajes al mismo tiempo y una producción más grande. Quise perder eso en Las siamesas. Busqué hacer una película más libre, más pequeña, para ser filmada con muy pocos actores y actrices en quince días, con el mismo equipo y casi en continuidad con Los sonámbulos. Fue como irme de vacaciones y filmar la película en quince días de rodaje. Hubo un espíritu muy independiente en la forma de hacerlo que necesitaba encontrar.

-Pese a que trata sobre el vínculo entre una madre y su hija, Los sonámbulos se puede ver como tu obra más coral.

Sí. Había algo de cierta coralidad en Un amor. De otra manera, porque también contaba el universo de esos personajes. Pero había coralidad en esta familia sonámbula.

-¿Tenías la necesidad de volver a lo más pequeño?

Sí. Pero eso depende de lo que una quiere contar. Los sonámbulos no se podría haber hecho con esta estructura, y a la vez hubiera sido excesiva para una película como Las siamesas. Eso nos hace pensar qué, cómo y para qué producimos, cuál es la finalidad. Si hay algo que queda como reflexión de este año es que no todo tiene que ser estandarizado, que cada obra tiene una necesidad. Vale también en relación a la producción y a la difusión: también hay que tener en cuenta si el destino es una plataforma, un cine o una combinación.

-Venías de ocho años sin filmar y en dos años hiciste dos películas. ¿Qué pasó entre Los sonámbulos y Las siamesas que no había pasado entre Un amor y Los sonámbulos?

Empezaron a aparecer otras necesidades a partir de la dificultad de filmar Los sonámbulos. En general soy muy obsesiva con lo que hago: necesito estar muy focalizada en eso y no me puedo abrir a otras cosas, pero en algún momento del apareció esto. También apareció 12 clavos, un corto que filmé con Valeria Lois. Pude ser igual de obsesiva pero más ramificada. Eso también es una enseñanza de la maternidad.

Siempre está la dualidad entre mi profesión o la familia -situación para hablar con el psicoanalista- pero se trata de hacerlo compatible. No hay una forma de ser profesional, ni de ser mamá, ni de hacer dirección de cine: una va armando la experiencia día a día

-También ocurre en ambas películas que hay cierto clima de tragedia latente, de amenaza. ¿Esto también es una novedad en tu cine, en tus obras?

Puede ser. En todas las películas siempre hay un elemento que cuando aparece, hace que las cosas pivoteen hacia un lugar distinto a lo esperado. Me interesa pensar en los estados que no se pueden sacar a la luz y no se pueden visualizar, en lo que está debajo de la superficie. Debe tener que ver con cómo soy yo con las cosas: soy muy calma y cada tanto tengo momentos explosivos. Es algo muy personal que está puesto en el relato, en cada una de las historias. Puede ser que sea leído como una novedad: yo tengo la sensación de que hay una maduración personal también en relación a lo que elijo contar o a cómo contarlo. Por suerte no soy la misma que cuando hice Herencia, Lluviao Un amor, y me va a pasar lo mismo en las próximas películas.

-¿Qué imaginas que va a pasar con Las siamesas?

Tras la posibilidad de estrenar en Cine.ar y de tener ocho semanas de estreno en la plataforma, quiero guardar la posibilidad de poder estar en salas. Por el tipo de tratamiento visual que tiene y por lo que se cuenta, es para verla en una pantalla grande. También tengo que aceptar que este es un momento que nos atravesó a todos: quizás la vida es más online y más de plataformas que lo que hubiera imaginado.

-En tus películas el trabajo con actores y actrices es muy minucioso: trabajás en una comunión muy particular con ellos, ¿no?

Es una de las cosas que más me gustan y disfruto: cómo lo que imagino y escribo se va moldeando con un otro, una otra, como se va creando ese universo. Admiro y respeto mucho el trabajo actoral.

Terminaste Las siamesas de una forma muy particular, durante la pandemia. Recién pudiste terminarla cuando se levantó un poco el aislamiento.

Fue el proceso de posproducción más largo que tuve. Debía haber estado en abril y fue imposible. Todos los FX de la película fueron trabajados a distancia, cada uno con la computadora en su casa. El proceso de color y los doblajes –salvo el de Rita Cortese- también fueron de esa forma. Hubo dos proyecciones en el estudio de posproducción para tres personas, que hicimos con todos los recaudos. También sirvió para algunas cosas porque hubo más tiempo para pensar y decantar, como el proceso de la música y del sonido.

-¿Qué te deparó la pandemia?

Más allá de las películas y el cine, una reflexión profunda sobre lo incierta que es la vida y lo incierto que es el mundo. Nos confrontó a todos con el no saber. Uno tiene planes, ideas, proyectos, y de pronto todo se de vuelta como una media. El aprendizaje tiene que ver con cómo vas vivenciando las cosas. Nos hizo volver un poco a foja cero, pensar qué es lo importante. A nosotros se nos abrió todo un universo en relación al trabajo con los otros, con un trabajo que no tiene que ver con el cine sino con alimentar a un montón de gente que está en la calle.

Trajo también reflexiones respecto del cine, a qué y cómo hacer. Por un lado filmé un corto con un celular para Murciélagos, simplemente observando mi casa y viendo cómo pegaba la luz, con mi marido y mi hija. También pienso que hay muchas películas que encontraron un lugar y un espacio en el mundo online, que si de otra forma no hubieran sido vistas. Eso abre la pregunta para el futuro: ¿todas las películas son para el cine o también se puede filmar para una plataforma? Lo cual también implica una reflexión sobre el lenguaje. Son cosas que quizás ya estaban planteadas desde antes, pero la pandemia terminó de ponerlas en primer plano.

-Este es el momento en que se abre el debate acerca de la homogeneización de las historias en las plataformas.

Hay algo que es el mercado, la línea que baja el mercado, y eso para mí siempre nivela para abajo. No quiere decir que no haya cosas interesantes, pero uno como autor tiene que tener la posibilidad de buscar lo propio, y si no ser muy consciente de que está haciendo algo para otro.

Pasa también con lo que te compran: a las plataformas les parecía buenísima Los sonámbulos, les encantaba el recorrido y los festivales. Pero también les parecía demasiado dura y no la compraban. Recién ahora hay una buena venta para la película: supongo que tiene que ver con el Oscar.

En el mundo de las series ocurre lo mismo: no deja de ser para un esquema que ya está seteado. Hay algo de la forma de contar, de un tipo de estructura y esquema de la que pocas series pueden correrse, y que termina siendo más un corset que otra cosa. Forma parte de la nueva televisión, de cómo convertimos lo que era la televisión: hay que ver si son todas iguales o encontrás algunas que sean espectaculares, pero a nivel general, nivela para abajo. Tampoco me gustan las series largas estiradas para que haya otra temporada. Prefiero las que resuelven en cinco, ocho capítulos. Es lo más parecido, sin serlo, al cine.

Justamente ahora estoy trabajando en varios proyectos. En una seré guionista, en otra todavía no sé si voy a trabajar como directora o no y otra es un proyecto en desarrollo y estoy viendo si es para dirigir.

-¿Te imaginás yendo al Oscar?

No…¡qué sé yo! Siempre pensás: “bueno, mirá si sale”. Me sorprendió un montón, lo que implica el Oscar para la gente, para el espectador, para la industria.

En marzo se anuncian las cinco finalistas y en abril, si la presencialidad sigue existiendo y es parte de nuestra vida, se haría el evento. Fue una sorpresa y una alegría que se pensara en la película de esa forma, la segunda vida que le dio a partir de allí y lo que eso significó también para Las siamesas. Como decimos con el productor, Juan Pablo Miller, eso ya es un montón y está buenísimo. Si viene la yapa mejor, y si no, no pasa nada: estamos felices igual.

Julia Montesoro

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