Soledad Silveyra tiene una participación especial en Karakol, la ópera prima de Saula Benavente, estrenada el jueves 3 en Cine.ar TV.
Protagonizada por Agustina Muñoz, gira en torno de Clara, quien tras la reciente muerte de su padre supone que tiene que haber algo más. Revolviendo papeles encuentra señales que la llevan a un lago remoto en Tajikistán donde cree que su padre tenía otra vida. Una vez allá, una serie de revelaciones la llevan a nuevos caminos, imprevistos.
Soledad Silveyra habló con GPS audiovisual radio sobre su participación en Karakol.
-¿Cuál fue la motivación para incorporarte a Karakol?
Cuando Saula me convocó, me anticipó que sería una película de bajo presupuesto. Ella me había ayudado muchísimo cuando estuve en Gran Hermano: siempre viajaba conmigo, hacíamos el programa juntas. La vi crecer: vi sus trabajos, la película de Helena Tritek (NR.: Angelita, la doctora, en la que Benavente fue productora). Trabajé con su madre, Graciela Galán. ¡Soy de la generación de su madre! Entonces le dije: “¡estoy con vos!”.
–Karakol, gira en torno de los vínculos familiares. ¿Ponés en juego una parte autorreferencial o autobiográfica para componer el papel?
Después de 56 años, ya no apelo a la memoria emotiva. No recurro más a entrar en un estado emotivo determinado. En el cine, a lo único que recurro es a tratar de transmitir mi alma, de meterme en el equipo de trabajo, de aceptar trabajos de calidad. En el teatro, de empatizar con la gente que compra la entrada: se vistieron, vinieron, te esperan. ¡A por ellos! Por supuesto, en cada trabajo una busca no hablar igual que en otros. Cada cual tiene una personalidad distinta. Pero hay que cumplir con el cometido de emocionar.
-¿Qué debe tener un texto para que lo incorpores como propio, que aceptes trabajar en él?
Fundamentalmente llegar al alma de la gente. Transmitir una idea, una emoción. Sentir que ese texto te cambia, te modifica. Que tal vez sea para uno solo, pero con que uno piense distinto a cuando entró, alcanza. Que te quedes con algo que diga “esto me va a ayudar en la vida”.
-¿Algo así como tu experiencia teatral reciente en Teoría King Kong?
¡Claro! Además, fue un privilegio poder trabajar con ese “maestro mayor” que es Tolca (Claudio Tolcachir). ¡Cómo me conmovió! Lo respeto profundamente. Es un poeta. La vida del actor tiene estas gratificaciones. Empecé a trabajar a los 12 años por necesidad. Y tuve la enorme suerte de encontrar mi vocación a partir de la necesidad. Eso no suele pasar. Encontré la profesión que me salvó la vida.
-Tras el estreno de Karakol, mirando atrás tu carrera en cine, ¿cómo la evaluás?
(Pausa) No tengo una buena carrera en cine. Tengo la desgracia de ver desde muy chiquita a Greta Garbo. Y cuando vi ese nivel de perfección me dije: “Yo con esta carita no voy a ningún lado”. De adolescente, nunca pensé en Anna Magnani. ¡Tendría que haber visto mucho más Magnani y menos Garbo! (carcajada). Seguramente hubiera hecho una mejor carrera cinematográfica. Fundamentalmente, soy actriz de teatro y de televisión.
-¿Extrañás el teatro?
Claro. Nos va a costar mucho tiempo volver. Justo había empezado a ensayar La fuerza del cariño en el Multiteatro. Y ahora no sabemos cuándo volvemos a la actividad. Miro el hemisferio norte y ahí es donde te das cuenta: estrenan al 30, 40 por ciento…No sé si cubren los gastos. Y si se trata de comedias musicales, es imposible pensar en recuperar. Los teatros mas chiquitos vuelven con muy poca gente.
Pero por otro lado hay que producir, poner la cabeza en otro lado. Tengo temor, pero también ganas de que mi cabeza produzca.
-¿Sobre qué cosas tuviste tiempo para reflexionar durante la pandemia, con respecto a tu carrera?
Los primeros 75 días estuve en la casa de mi hijo. Vi crecer a mis nietas, fortalecí el vínculo con mi hijo y mi nuera –la hija que no tuve-, con la hermana de mis nietas. Investigué y leí mucho. Cuando volví a casa el 3 de junio, sola, entré en pausa. Eso me hizo mucho bien. Descubrí muchas cosas de mí. Por ejemplo, que me hago mucha malasangre al divino botón. Yo soy melodramática: por eso hago tanto teleteatro. Y eso me quedó.
Y otra cosa importante es que la pandemia me enseñó a tener una enorme conciencia de mis compatriotas. No hay un día que no piense en la pobreza. ¡No puedo creer que tengamos un 50% de pobreza! Siempre tuve conciencia del otro. Soy una buena cristiana. Lo mejor que me enseñó Cristo es tener conciencia del otro. Eso lo tengo de piba y no me olvido. Cuando era chica vi Marcelino, pan y vino, una película española en la que el protagonista era un chico que hablaba con Jesús. También escuchaba una canción infantil que decía “Déjenla sola / solita y sola / que la quiero ver bailar / cantar y gritar / bailar por los aires / y moverse con mucho donaire”. De alguna manera me selló. Lo repetía como un mantra. Desde ahí decidí llamarme Solita. Y moverme con mucho donaire. Algo que ocurre hasta hoy. Pero siempre teniendo conciencia social. Y en estos días, eso se profundizó.
Julia Montesoro
La entrevista fue emitida en GPS audiovisual radio. Este es el acceso.