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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Jean Pierre Noher estrena «Un sueño en París»: «Fue como entrar a la historia de mi propia curiosidad»

El jueves 30 de julio se estrena en Cine.ar el documental Un sueño en París, un recorrido amable y afectuoso por el vínculo que une la capital francesa con Buenos Aires a través del tango, de la mano de Jean Pierre Noher. El eje de la historia es un espacio que en los años 80 se convirtió en sede virtual de la cultura rioplatense en el exilio: Le Trottoirs de Buenos Aires. El realizador, Sergio Cucho Costantino, impregna el relato de melancolía otoñal. Noher canta, entrevista, camina por las calles de la capital francesa, se detiene en sus bares (también en los de Buenos Aires) y observa con ojos de asombro, como en estado de ensoñación.

Jean Pierre Noher dialogó con GPS audiovisual acerca de Un sueño en París. La entrevista se emitió en GPS audiovisual radio.

Un sueño en París es una película distinta en tu filmografía. Allí están expuestas tus vivencias personales. ¿Cómo es la sensación de “ponerse un traje a medida”, de dejar de lado la composición actoral y ser vos mismo?

Es más cómodo quizás, pero no es lo que más me gusta. Me gusta la ficción, lo camaleónico que tiene mi trabajo, la posibilidad de componer y de vivir otras vidas. Este es un caso particular: no cabía la posibilidad de hablar de otra manera, de ponerme otro traje. Fue como entrar a la historia de mi propia curiosidad, mi propia sensibilidad y tratar de llevar adelante las entrevistas desde ese lugar. La palabra que mejor lo define es curiosidad. Me pagaron poco pero no me importó (ríe): hubiese puesto plata para estar en esta película.

-¿Cómo fue encontrarte con temas afines a vos como París, el tango y la cultura?

Tomé esta película como algo particularmente afín a lo que yo contengo. Que resume esta historia particular de alguien que proviene de esa ciudad, y que llega a un lugar como Buenos Aires que en muchos aspectos se parece a París. Podría decir que esta es una docuficción y que es autorreferencial. Y seguramente metí cosas personales.

-¿Qué referencias tenías de Costantino cuando recibiste la propuesta?

Habíamos trabajado juntos una sola vez. El hizo la producción ejecutiva para un producto televisivo sobre gente que se había salvado de accidentes milagrosamente. ¡Nada que ver!

Me sentí muy feliz cuando me convocó. A partir de allí indagué, investigué. Conocía muy poco sobre el Trottoirs (el nombre proviene de un poema de Cortázar, que además era uno de los clientes asiduos, “las veredas de Buenos Aires”). Y me metí en este mundo que pinta esta relación umbilical que tenemos entre las dos ciudades, a través del tango y de otras cosas.

-Aunque la película comienza y termina con Ne me quitte pas, el tema central es el tango. ¿Cuál es tu relación con el género? Sobre todo, porque pertenecés a una generación que creció en un momento de decadencia.

¡Sin duda! El tango me llegó en mi adolescencia a través de Astor Piazzolla y de Rodolfo Mederos. Con el tiempo me fui fanatizando. Admiro (y tengo discos) de Goyeneche, Ruben Juárez, Susana Rinaldi. Muchas de estas mañanas me despierto y me gusta poner tangos. Muchas veces estoy en el exterior (por ejemplo, en Brasil) y me encanta poner al palo a Goyeneche y cantar.

-Un hallazgo de Un sueño en París es que también cantás tango.

¡Una locura! Cuando hice el disco Her o Noher (el productor ejecutivo musical fue Silvio Marzolini hijo), con versiones de clásicos franceses, se me ocurrió que podía adaptar Me me quitte pas al tango. Estando en París con Cucho fuimos a una milonga. En el medio, pusimos mi versión. De repente las parejas de bailarines franceses salieron a la pista a bailarlo. Me emocionó mucho.

-¿Qué sabías de Le Trottoirs de Buenos Aires?

No sabía lo que sé hoy. Por ejemplo, que eran tres locos que lo armaron sin ningún sentido comercial. Nadie puede pensar en que iba a ser redituable si son 23 socios. Además pagaban los hoteles y la estadía, y tomaban e invitaban en sus mesas. Las cuentas nunca dieron. Pero así y todo lo sostuvieron durante casi una década. La realidad es que los franceses se enamoraron del tango a partir de los 80, de este lugar que convocaba a la crème de la crème. Allí iban Carolina de Mónaco, Pierre Richard, Adolfo Suárez, y siempre estaba repleto.

Me dio tristeza saber que ese lugar ya no existe más. El paso del tiempo hace que las cosas desaparezcan. Hoy hay un muy moderno restaurante gay -que mostramos en el documental-, pero es un lugar como de acrílico, frio, medio net.

La primera vez que fui, en otoño, a medida que íbamos llegando un caminito de hojas nos fue marcando el rumbo. No sabíamos la dirección, pero –como Hansel y Gretel- seguimos las hojas y llegamos.

-¿Participaste en el guion? ¿Ayudaste a armar una hoja de ruta por París? ¿O te dejaste llevar por lo que estaba marcado?

Noooo. No me ocupé de nada. Hubo una tarea de investigación a cargo de la producción. Elegí un departamentito en Montmartre (no del lado turístico sino donde más me gusta). Me pasaban a buscar y salíamos a las entrevistas y a hacer la peli.

-El documental tiene revelaciones y anécdotas del mundo del tango, de la movida cultural y artística de los 80, de artistas y empresarios que eran felices con un proyecto de tanta hondura emocional. Y también tiene un enigma: hay una búsqueda de una pieza clave en la historia, un tal Edgardo Cantón, que no aparece. ¿Quién es Edgardo Cantón?

Es el loco que tuvo la idea. El primero a quien se le ocurrió que los argentinos necesitaban encontrarse en un lugar específico y homenajear al tango. No lo encontramos durante el rodaje. Lo dimos por perdido. Y la noche que preestrenamos la película en el Teatro 25 de Mayo (donde cantó Gardel, además), vino mucha gente que participó en el proyecto, como la Tana Rinaldi, Tomás Berna o Jacqueline Pons. Y de pronto ¡apareció Cantón! Con su pinta de galanazo apareció de la nada. Vive en Córdoba, retirado de todo y cuesta mucho encontrarlo. Pero estuvo, y de alguna manera pudimos devolverle lo que hizo.

-¿Qué entendiste de vos y del tango a partir de la película?

Que puedo ser un buen entrevistador (ríe). Confirmé por qué amo tanto a Buenos Aires. Soy muy fanático de la Argentina y del cine argentino. Me hizo bien conocer esa historia de los 80. En ese momento el tango estaba como con ganas de olvidarse. Difícilmente se lo podía escuchar. Actualmente, Buenos Aires está lleno de milongas. ¡Y París también!

Julia Montesoro

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