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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Marialy Rivas estrena «Princesita»: «Mi cine plantea cómo se construye la identidad femenina»

La Asociación de Directores de Cine PCI a través de su programa Puentes de Cine presenta el estreno en su Sala de Cine Virtual de Princesita (Chile, 2017) de Marialy Rivas, con la niña Sara Caballero y Marcelo Alonso en los roles principales.

Princesita está inspirada en hechos reales sucedidos en el sur de Chile. Tamara es una niña de once años que convive con otros niños (desde bebés hasta adolescentes) en una comunidad regida por un único adulto: Miguel, su líder, quien le impone a la niña el destino de ser la madre de su hijo. Pero algo en ella se va modificando en su interior, y no son solo los cambios hormonales: el cambio va desde la sumisión a la pérdida de la inocencia.

Los días de la secta transcurren como un cuento de hadas: caminatas a la luz de la luna, cánticos, actividades compartidas. “Un mundo de utopía donde no existe el mal”, como le expresa Tamara a su maestra en el colegio. La docente influirá para que la niña descorra el velo del horror.

Marialy Rivas dialogó con GPS audiovisual sobre Princesita.

-¿Cuál fue el motivo que te impulsó a hacer de esta historia una película?

No sé si hubo un motivo específico, sino que me llamo la atención una noticia que leí, en la que está basada la película. Decía que en el año 2012 una familia de solo hombres, que tenía como un culto familiar, creía que venía el fin del mundo. Ellos pensaban que la niña que vivía con ellos (la sobrina de algunos e hija de otro), era la encargada de traer al Mesías, que iba a evitar el fin del mundo. Obviamente, no decían cómo esa niña iba a quedar embarazada ni cuestionaban el hecho. En ese momento, Chile no tenía ley del aborto en ninguna de las causales (solo lo tuvo en 2017), y a diferencia de Argentina, es muy difícil hacerse un aborto. No es que hay clínicas donde tú vas y te lo haces, eso no existe. Tengo amigas muy cercanas que tuvieron que comprar misoprostol en el mercado negro y lo han hecho en su casa. Una de ellas se desangró un mes y no pudo hacer nada. No pueden ir a las clínicas o los hospitales a decir lo que les está pasando, porque te pueden meter preso. En ese contexto, la noticia me llamó mucho la atención porque me parecía muy radical que esos hombres ni siquiera se preguntaban qué deseaba esa niña para su vida. Y me quedaba muy claro que era una metáfora de cómo el mundo patriarcal se relacionaba con lo femenino. Fue lo primero que me impulsó.

-¿Qué obstáculos encontraste para hacerla, por un lado por la temática abordada y por otro, por tu condición de mujer?

No encontré obstáculos por la temática. Fue sencilla desde lo artístico, porque tengo la suerte de trabajar con la productora Fábula desde hace doce años: nos conocemos mucho y confían en mi trabajo. Y además ganamos un fondo audiovisual al poco tiempo de estrenar mi primera película, Joven y alocada. Pero fue duro desde lo emocional en el proceso creativo, por ser una película que tiene oscuridad, lidiando con temas de abuso infantil.

-La película gira en torno a la mirada de una niña, que tiene un entorno que la condiciona y a la vez la desea. Corre, como si existiera la posibilidad de liberarse, pero siempre vuelve al lugar donde está inmovilizada. ¿Qué referencias tomaste para describirlo?

La película tiene el punto de vista de la niña, con un entorno que ella percibe (tal como estaba educada) un poco paradisíaco. Pero a medida que va comprendiendo lo que le están exigiendo hacer, lo empieza a ver en todo su horror. Me basé en entrevistas a mujeres abusadas, pero no tomé a una persona en particular para modelar a la niña.

-¿Cómo elaboraste esa relación entre ella y su mentor adulto?

Los adultos le enseñamos a los niños caminos para pensar, les damos las herramientas para comprender el mundo. Cuando esas herramientas están truncadas, el niño se confunde. Es lo que hacen los abusadores. Por lo tanto Miguel, el adulto predominante sobre la vida de Tamara, le pervierte el orden de las cosas. Había que remarcar la confusión: ella quiere a este hombre, lo ve como un padre. Pero también -esto sucede en los abusos- los niños saben que en algún lugar del inconciente y con su cuerpo, lo que viene no es lo correcto y sobre todo, no es lo que ellos desean. Fue muy importante meterme en la psicología del personaje para poder narrar desde el punto de vista de ella esta historia. El espectador va sintiendo lo que ella siente, desde el encantamiento por este hombre y este mundo al inicio de la película, hasta una repulsión física hacia el final.

-Una vez que encontraste el perfil de esa niña hubo que salir a buscar quien pusiera el cuerpo. ¿Cómo fue el proceso de búsqueda de la protagonista?

A través de un casting. Probamos niñas desde 12 hasta 18 años, porque queríamos probar con actrices más grandes: siempre es más fácil trabajar con una persona mayor de edad. Sin embargo, Sara (nombre real de la niña) fue quien hizo las mejores pruebas.

-¿En qué consistió el trabajo con ella, y sobre todo, de protegerla?

A partir de allí, hubo un largo período de ensayos, donde se abordaron cada una de las escenas con una acting coach. Vino María Laura Berch de la Argentina para trabajar con ella. Analizamos distintas películas para separar al niño de su personaje, como Tomboy, de Celine Sciamma, para entender cómo esa niña representaba a una niña trans. Para que ella tuviera herramientas para separar al personaje de ella misma. Y también estuvimos ensayando y leyendo cada una de las escenas con los demás actores, cosa de que tuvieran muy claro los límites, y para saber cómo serían las escenas. Y para que los niños no tuvieran miedo de que se hiciera algo que les incomodase. En las escenas más delicadas usamos una doble de cuerpo, una mujer de 25 años alta y delgada como Sara, para que ni siquiera estuviera sometida a escuchar textos que pudieran asustarla.

No hay nada explícito: al estar trabajando con niños tomé la precaución de hacer una película no explícita, para no dañar la imagen de Sara y no poner escenas de abusos. Hay una escena particularmente fuerte, pero si la miran cinematográficamente es corte, corte y corte: no hay nada explicito. Finalmente, Sara tuvo la valentía de hacer la película para poner el cuerpo y darle voz a esas niñas que no tienen voz. Eso la enorgulleció mucho.

-Ella está ante un contexto patriarcal y conservador, que le marca los límites y le suprime todo tipo de goce. ¿Es elípticamente una crítica social, una mirada femenina (o feminista) sobre ciertas convenciones sociales?

Siempre entro a las películas con una duda, y trato de respondérmela a medida que la voy haciendo. La duda con que ingrese es cómo se construía la identidad femenina en un mundo patriarcal, donde siempre se está al servicio de lo masculino. Lo que descubrí es que se construye a través del abuso, no necesariamente sexual. A partir de doblegarse a los deseos masculinos. No me hice un planteo del tipo “oh, voy a hacer esta película para criticar la sociedad patriarcal”. A medida que fui desarrollando la película, descubrí por qué me atrajo y el lugar desde donde contarlo.

-La película habla de distintos tipos de abuso (el abuso sexual infantil es el más grave, pero también está expresado el abuso de poder). Durante el rodaje, ¿asumiste que había que tomar distancia y no involucrarse emocionalmente?

No puedo no involucrarme emocionalmente. En las dos películas que filmé hubo momentos en que he llorado cuando les pasa algo a los personajes. Soy una mujer que no sufrió abuso en la infancia de ningún tipo, pero el solo haberlo experimentado a través de un proceso artístico es durísimo. Al empezar a tocar el tema, se levanto a mi alrededor una oscuridad y un dolor que no sabía que había.

-Un tópico esencial que aborda la película es el religioso. ¿Cuánto de autorreferencial hay en ello?

La religión me interesó de niña, aunque no podía saber por qué. La religión y las sectas. Tal vez porque Chile es un país conservador. Una tía muy querida tenía un disco de Jesucristo Superestrella que yo escuchaba excesivamente. Otro tío que era del PC se hizo Testigo de Jehová y lo acompañé a un par de reuniones. ¡Me parecía tan extraño tanta convicción! Muchas cosas de nuestra sociedad -sobre todo la latinoamericana-, están asentadas en influencias religiosas.

Fui a un colegio Waldorf, que tiene una filosofía que se acerca bastante al comportamiento sectario. Y las religiones son básicamente sectas a las que les fue bien y tienen más adeptos, pero es lo mismo. Yo ya había salido del colegio, aunque seguían mis hermanos pequeños, cuando hubo un alegato de abuso por parte del director (o alguien del interior de esa sociedad antroposófica) a un adolescente. Y mis padres sacaron inmediatamente del colegio a mis hermanos. Creo que eso me quedo dando vueltas y que lo uní a la historia real.

Como niña agradezco profundamente la educación Waldorf: nunca jamás me pasó nada oscuro ahí, y me dieron las herramientas para pensar, las que me hicieron la adulta que soy. Pero algo de la película se conecta por ahí.

-A través de la secta abordás la sexualidad, vista como un tópico donde el deseo solo parte desde el varón y lo que no, está recortado o prohibido.

Siempre dije que hubo dos cosas que salieron de mí, que quería ser directora de cine y que soy lesbiana. Cuando crecí (en los 80 y en dictadura) no existían las lesbianas. El homosexual no estaba en ningún lugar: ni en mi familia –aunque era bastante abierta-, ni en la izquierda, ni en la universidad. Siempre pensé que era un marciano. Hasta que un día mi mamá dice: “Ah, mira, Sandra Mihanovich y Celeste Carballo son novias”. ¡Yo casi me desmayé! Me acuerdo perfectamente hasta dónde estaba parada. A partir de allí empezó a existir la posibilidad de que no estaba sola en el mundo y que podía encontrar el amor. Y si en un tema como el amor y el sexo la sociedad decía que estaba mal, que no podía existir y que yo no encajaba, y no era así, ¿por qué tenía que creer en cualquiera de las otras cosas que fueron dichas y enseñadas, como la religión?

-¿Cómo fue cambiando tu estado de ánimo desde el comienzo del rodaje hasta ver la película terminada?

Dos semanas antes de empezar el rodaje me bajó un cálculo al riñón y me tuvieron que operar. Filmé con una sonda conectada del riñón a la uretra, tomando antibióticos y paracetamol. Físicamente estaba muy afectada. Pero no lo pudimos mover más que una semana, porque los niños tenían que entrar al colegio. Cuando la terminé, durante el proceso posterior, entré en un lugar oscuro. Con peleas con el montajista, porque siempre traté de proteger a mi personaje. Recién cuando vi la película terminada empecé a sentir orgullo.

-¿Qué descubriste de vos al ver la película terminada?

Descubrí que entro a la películas con preguntas sobre cómo se construye la identidad femenina. Y aprendí que se construye a través del abuso del patriarcado, esa estructura invisible que hace que las mujeres siempre padezcan, y que no escuchen sus deseos sino a través de lo que necesitan los hombres. Como la protagonista, para librarse de eso hay que incendiarlo todo. Para poder empezar algo nuevo y luminoso.

Norberto Chab

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