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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Néstor Frenkel: «Aunque la excusa es la Navidad, el tema subyacente son los retratos humanos»

“Todo el año es Navidad”, el documental de Néstor Frenkel que se estrena el jueves 1 de noviembre, es el retrato de una decena de personas comunes y anónimas, que se convierten en héroes míticos un mes al año al encarnar a Papá Noel. La mirada del director los conecta entre una cotidianidad que no los exime de la soledad existencial y la legitimidad social que les concede el disfraz, gracias al cual acceden al reconocimiento y al cariño.  El documental es –según describe la gacetilla de prensa- “una película sobre la construcción de la ficción, sobre los protagonistas de la farsa, sobre los explotados del sistema, sobre los mercenarios de la actuación”.

GPS audiovisual dialogó con Néstor Frenkel.

-¿Cuál fue el punto de partida de “Todo el año es Navidad”?

Este documental, como casi todos, parte de una casualidad. Un encuentro fortuito, un hecho que pudo ser menor, nimio y casual. Se trataba de un mail –que nunca estuvo dirigido a mí, era un spam-, de un señor que buscaba trabajo de Papá Noel. Su argumento de venta no era “yo puedo hacer de Papá Noel”, o “yo me parezco a Papá Noel” sino “Yo soy el verdadero Papá Noel”. Este señor había transformado algo tan concreto como buscar trabajo en otra cosa, tan fantasiosa, como intentar hacerle creer a la gente que él era el verdadero Papá Noel. Entonces entendí que la Navidad se basaba en esos dos pilares: algo tan terrenal como que el gran negocio que genera (para los shoppings, las jugueterías y los vendedores de arbolitos) y al mismo tiempo, una gran apelación a la magia, a la fantasía, a lo espiritual. A partir de esos pensamientos lo fui organizando.

– ¿Cómo aparecieron los personajes?

En un comienzo, para desarrollar la idea del documental -escribir el proyecto y pensar la película-, investigué a través de internet: en las redes, o googleando los nombres que aparecían en las notas periodísticas y en sus propias redes –si había amigos que tenían looks parecidos, o que parecieran trabajar de lo mismo-. De allí aparecieron algunos personajes interesantes. Al mismo tiempo hice un casting abierto, una segunda selección para gente que se proponía: no para quienes pudieran hacer de Papá Noel, sino solo para aquellos que hubieran atravesado esta experiencia. Y finalmente hubo un casting filmado, que es lo que se ve en la película. Hubo un primer encuentro con alrededor de 25 seleccionados ese mismo día. De allí quedaron diez.

-¿Qué te motivó a trabajar sobre este tema?

Es un tema que moviliza mucho: tiene mucha infografía, mucha información visual, y eso permite la posibilidad de filmar diversas situaciones. Además interpela a gente de distintas edades y de distintas maneras. Habla de lo espiritual como de lo comercial. Y también me interesaba especialmente porque es un documental sobre una ficción que se representa en todo el mundo: quizás sea la más extendida de la Humanidad. Y tiene la particularidad de que el destinatario –la mayor parte del público que la consume- no está advertido de que se trata de una ficción. Se juega con el engaño, como una gran farsa. Mirado desde el documental, me parecía muy interesante.

-¿Cómo fue el proceso de filmación, teniendo en cuenta que la actividad de los días de Navidad debías hacer distintas locaciones y personajes en poco tiempo?

Fue muy estresante, porque tuve que correr atrás de los Papá Noel y al mismo tiempo estar en los preparativos escenográficos de los distintos shoppings o lugares a los que pude acceder. Había empezado el primer casting en agosto o septiembre: primero empecé a trabajar con el material, luego seleccioné los personajes que más me interesaban. Los cité de a uno e hice pequeños encuentros, siempre con la cámara: así fui retratando a los primeros. Hasta que llegó diciembre. Ahí paré con las entrevistas personales (las hogareñas, de civil), y me concentré en la temporada alta navideña. Cuando terminó la Navidad, mágicamente los trajes se guardaron y aparecieron las personas detrás de los personajes. Allí volví a hacer esos retratos de cada uno en su casa, en su actividad.

-¿Con qué estructura narrativa contabas antes de empezar el rodaje? ¿Qué querías contar?

Era muy simple y se respetó bastante: con la excusa de la Navidad, o como telón de fondo o tema subyacente, quería hacer retratos humanos. Y ver qué les quedaba en sus vidas a cada uno después de haber atravesado esta experiencia cuasi mística de encarnar un ser mitológico, divino. Creo que lo encontré.

– ¿Qué cosas te fueron modificando los testimonios?

Todo: en un documental no hay que pretender el control sino lo contrario. Hay que ir tirando de la piola a ver qué va apareciendo, y cómo uno puede unir las partes. Y luego jugar con eso.

– ¿Cuáles fueron los elementos en común que surgieron de las distintas entrevistas?

Busqué encontrar en cada uno qué efecto colateral le había quedado o cómo había quedado afectado tras atravesar la experiencia de encarnar a Papá Noel. Sentí que algo de lo mágico, de lo divino se ponía en juego: fue una película muy amable para hacer.

-¿Se puede pensar la película como un tributo a los artistas callejeros, vocacionales?

Sí, se puede pensar de esa manera. La película es eso. Muestra mucha calle, mucha plaza, espacios públicos y abiertos. También aparecen los cerrados y privatizados, donde estos mismos personajes entran en una dimensión más profesional y al mismo tiempo, más mágica y mística.

– En la película se advierte cómo impactan esos 5 minutos de fama que puede tener cualquier personaje anónimo protagonizando un suceso extraordinario.

Y, sí: es bastante fuerte. Es gente que durante once meses al año lleva vidas más o menos comunes, ordinarias,  y de golpe están haciendo miles de fotos por día durante muchos días seguidos, y son venerados, y la gente se cola para pasar un minuto al lado de ellos.

  • ¿Qué te devolvió el público en el preestreno en el BAFICI?

Las proyecciones fueron cálidas, divertidas. Parecido a lo que me imaginaba. No es una película en la que el ida y vuelta genere posturas polémicas. Como yo trabajo con las herramientas de la comedia, con su ritmo y su tono, la risa fue la devolución inmediata. Y me sorprendió –siempre me pasa- cómo a veces estallaban en cosas que me resultaban simplemente simpáticas, y otras -que me parecían más hilarantes- pasaban desapercibidas. Pero es natural que la gente reinterprete u las observe las distintas situaciones a su manera.

-¿Hay alguna lógica o alguna continuidad en tu trayectoria como documentalista?

Lo tendría que responder alguien que vea mis películas y encuentre puntos en común. No estoy buscando replicar un estilo o dar continuidad a una obra. Tampoco pienso en mi trabajo como una obra: en cada película veo cómo me puedo relacionar con ese tema de cero, qué herramientas encuentro para contarlo. Seguramente debe haber una continuidad porque soy yo mismo, y no cambié diametralmente el estilo y el lenguaje: soy yo con mi manera de ver el mundo, de narrarlo. Con mi estilo de trabajo, mi sistema de producción, mi ética de trabajo.

-¿Cuál era tu relación con la Navidad y con la tradición de Papá Noel antes de que surgiera la idea de la película?

Nula. Vengo de una familia judía, medianamente observante, tradicionalista. Y dentro de esa tradición judía estaba la negación de la Navidad. Nunca tuve arbolito ni Papá Noel. Esta película es una especie de revancha (risas). Después de tantos años sin Papá Noel, tuve un año a todos juntos.

Norberto Chab

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