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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Sergio Olguín adaptará «Las extranjeras» para una película y una serie: «En los escritores contemporáneos el cine influye sobre la narrativa»

Sergio Olguín será el guionista de su propia novela Las extranjeras: Haddock Films y Particular Crowd (el sello de WarnerMedia para América Latina) serán productores de la versión para cine y serie. El proyecto se encuentra actualmente en una primera etapa de desarrollo, en la cual se trabajará en el guion de la versión cinematográfica.

Editada en 2014, Las extranjeras es la segunda novela de la saga protagonizada por Verónica Rosenthal, una periodista de investigación, después de La fragilidad de los cuerpos, publicada en 2012 y que fue transformada en serie televisiva protagonizada por Eva De Dominici y Germán Palacios cinco años más tarde.

Las extranjeras no es el primer proyecto audiovisual de Olguín como guionista: junto a Rodolfo Palacios fue coautor de El Ángel, dirigida por Luis Ortega e inspirada en la vida del múltiple asesino Carlos Robledo Puch.

-¿Cómo surgió el proyecto de Las extranjeras, como película y serie?

La primera de las novelas de Veronica Rosenthal, La fragilidad de los cuerpos, se hizo en formato de serie. Desde entonces, Vanessa Ragone se interesó en hacer alguna de las otras novelas. Pudo adquirir y negociar los derechos de Las extranjeras y comenzó a buscar algún socio. Hasta que Warner se agregó al proyecto.

-¿Hay algún requerimiento especial de tu parte para mantener el espíritu de la novela, en tanto vas a ser el guionista?

Ninguno, porque cuando alguien adquiere los derechos de un libro o novela tiene interés de mantener el espíritu del personaje de ese libro. Además voy a participar de la escritura del guion, así que voy a agregar todo aquello que sirva para que el personaje de Verónica Rosenthal tenga el mismo espíritu que tiene en la novela.

-Como periodista y escritor, ¿pensás en un correlato con el audiovisual?

Son dos momentos muy distintos. Cuando estás haciendo una novela hay influencia del cine sobre la narrativa. Para los escritores de los últimos 50 ó 60 años el cine es una influencia grande. Se nota cuando uno escribe. Por lo general, cuando la gente lee un libro escrito por un escritor más contemporáneo, se plantea que ese libro puede ser una serie o una película. Y tiene que ver con esa influencia. Eso no significa que el libro en sí mismo sea un guion. Por el contrario, cuando empezás a trabajar el texto te das cuenta de que lo primero que hay que hacer es desarmar esa novela para poder reconstruirla como guion.

-Tratándose de la adaptación de tu propia obra, ¿cómo podés desarmar tu propia obra y convertirla en otra pieza?

La esencia no cambia, pero sí la forma de narrar. En ese sentido tengo una esquizofrenia bastante grande: hay un momento mío que es el del escritor y otro que es el del guionista. Ahora estoy en la etapa del guionista que odia, como todo buen guionista, al escritor. Porque el escritor se mete en un montón de cuestiones y problemas narrativos que son muy útiles para escribir una novela, pero que no sirven absolutamente para nada a la hora de hacer un guion.

Lo que más hago es sacar lo que no sirve que es literatura, si se quiere, para dejar la esencia de la ficción, y que eso nos permita conseguir un guion que se pueda filmar y se pueda disfrutar en la pantalla. En ese trabajo actúo como dos personas distintas.

Además estoy convencido de que lo peor que puede hacer un guionista es respetar demasiado el texto original. Cuando uno ve en el cine novelas que fueron muy buenas como tales, siempre se siente un poco frustrado porque la novela termina triunfando sobre la película. Eso ocurre porque el guionista le tuvo mucho respeto a ese texto. Uno no quiere perder la voz narrativa y generalmente pone una voz en off para tener la del autor. A mí eso no me gusta ni me interesa: lo mejor que se puede hacer con un libro es desarmarlo todo, quedarte con lo que te puede servir y agregar todo lo que es necesario para conseguir un buen guion.

-En esta alternancia entre el escritor y el guionista, ¿dónde te sentís más cómodo?

Fluyo mejor con la narrativa porque es mi oficio más antiguo, pero cada uno de ellos implica un desafío distinto. La narrativa siempre es un proyecto individual. El trabajo de guionista es colectivo, ya sea porque hay coguionista o porque uno está en contacto con productores y directores. Es mucho más interesante en cuanto al trabajo colaborativo –algo que a los escritores nos cuesta mucho-, pero en estos años me di cuenta que tengo un gen colaborativo además del gen egoísta que me hace escribir las novelas, y me gusta mucho compartir mi tiempo con gente que esté en el mismo proyecto. Me maravilla cuando se producen esos encuentros donde la historia crece, donde lo imaginativo y el aporte a la historia no viene de mi lado.

Me gusta el trabajo de guionista, justamente, por esa posibilidad de trabajar en colaboración, y que sea difícil saber qué aportó cada uno. A mí me sería muy difícil saber lo que aportó en El ángel cada uno de nosotros tres, con Luis Ortega y Rodolfo Palacios.

-Debe ser una experiencia enriquecedora para un guionista poder agregar capas a la historia, pero al mismo tiempo también es un desafío, ¿no?

Eso es lo que uno a veces nota en series que fracasan narrativamente: que hubo demasiadas manos, demasiada gente decidiendo qué hacer para convencer a mucha gente internamente para que estén conformes con el producto. Y el producto para el espectador termina siendo un fiasco. Siempre es bueno que haya una voz principal. En las series en general esa voz está más vinculada con la del productor. En el cine (sobre todo en el que hacemos en Argentina), la pieza clave es el director, quien le termina dando la personalidad. Un guionista en una película tiene un rol más secundario.

-El auge de los productos para plataformas, ¿estimuló el desembarco de los escritores en este tipo de producciones?

No, no es así. Hubo un cambio en muchos niveles. Por un lado hay más trabajo para los guionistas y los escritores y se nota más la presencia, pero es porque también hay más productos debido a las plataformas, que antes no existían. El hecho de que se haya abierto más el juego y se trabaje más a un estilo norteamericano o europeo de producción, donde participan más los escritores, hizo que se fijara mucho más en la literatura argentina.

Pero este es un fenómeno que se viene dando en los últimos 20 ó 30 años, donde la literatura argentina ha ganado mucho en traducciones. Entonces hay un interés más internacional. El fenómeno continúa y esto también tiene que ver con la idea de que el escritor argentino también puede ser un autor internacional, no solo para el consumo del mercado local sino que puede producir una historia que se puede adaptar y llevar a mercados que no son solamente el argentino.

-En diciembre de 1991 fuiste uno de los cofundadores de El amante, publicación que innovó el concepto de escribir sobre cine. ¿Tenés una mirada nostálgica sobre ese momento?

No. Lo que me gustaba en esa época era hacer revistas. No me importaba tanto el tema. Había dirigido una revista cultural el año anterior y con un amigo teníamos ganas de hacer una revista de cine, porque éramos muy cinéfilos y nos interesaba escribir sobre ese tema. Eramos muy chicos cuando empezamos con El amante y nuestros socios eran bastante más grandes, y al año empezaron a surgir algunas crisis importantes. Terminamos separándonos: nosotros nos fuimos y la revista siguió existiendo con un crecimiento muy grande, posicionándose a medida que pasó el tiempo.

Nosotros estuvimos en el equipo original, donde el espíritu de la revista tenía que ver con lo que nos gustaba hacer: un tipo de periodismo muy directo, un lenguaje muy llano, a su vez una onda muy peleadora, cosas que nosotros veníamos haciendo en el campo literario en la revista “V de Vian”, que había empezado como un homenaje a Boris Vian, un personaje que también está vinculado al cine. La revista se fue convirtiendo en un mito del mundo de la cinefilia local cuando nosotros ya no estábamos. Pero no tengo una mirada nostálgica sobre la revista: sí de la juventud.

-¿Te motiva escribir sobre cine con más asiduidad?

No. Yo entré en otro tipo de crisis que tiene que ver con la escritura periodística. Fui periodista durante una gran parte de mi vida, mis orígenes vienen del periodismo. Participé en revistas y diarios. Entonces me agarró algo de no querer escribir mucho ni de literatura ni de cine. Estoy más del lado del espectador que del crítico. Es un poco como volver a las fuentes, porque de joven era muy crítico de los críticos. Repetía la frase de Ezra Pound: “los críticos son como los eunucos, se las saben todas pero no pueden”.

-Después de El Angel, ¿hay otros proyectos con Luis Ortega y Rodolfo Palacios?

Sí y no. Con Rodolfo nos encontramos y hacemos reuniones de trabajo. Hay semanas donde avanzamos con proyectos de guion pero luego nos detenemos, frenamos y volvemos a empezar.

Tenemos un par de historias que desarrollamos pero que no terminamos de concretar, sobre todo porque tenemos otras obligaciones laborales que nos quitan tiempo. Con el trabajo del guion quedó una amistad que hace que nos alegremos cuando nos reunimos y hacer como que trabajamos. Pero nunca terminamos de cumplir con un guion concreto.

Julia Montesoro

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