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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Darío Grandinetti, ante el estreno de «Rojo»: «El gran mérito de la película es contar la historia sin bajar línea»

En los últimos meses, España tuvo un significado especial para Darío Grandinetti. Por un lado, es el protagonista de la serie “Hierro”, una coproducción hispanofrancesa de ocho capítulos que comenzó a filmar en las Islas Canarias en mayo. Por otro, recibió el premio al mejor actor en el Festival de San Sebastián, por su participación en “Rojo”.

Dirigida por Benjamín Naishtat y coprotagonizada por Andrea Frigerio, el chileno Alfredo Castro y Diego Cremonesi, “Rojo” llega a las pantallas argentinas el jueves 25 de octubre.

Grandinetti dialogó con GPS audiovisual sobre su nueva película.

-¿Qué te movió a aceptar este papel?

El guión. Al leerlo, me recordó muchas cosas que había vivido. Y quise hablar de eso. Cuando vi la película terminada, además, me impresionó la recreación del clima de época. Es curioso, porque Benjamín no lo vivió: era muy joven. Pero yo sí, y me acordé de todo. De los personajes que no sabés para dónde van a arrancar, porque no sabés qué ocultan o de qué se cuidan. De esa sensación de algo pasa y no se sabe qué es ni cuán grave es, hasta que después empezamos a enterarnos. Pero al principio no había la dimensión de lo que finalmente después supimos. Eso tiene la peli. Y le doy un valor muy grande a eso.

-La película está situada en una etapa de la historia argentina (anterior al golpe de 1976) que casi no está transitada.

No, para nada. El caldo de cultivo en ese sentido es fundacional. No se habla de eso.

-Hablar de un período poco frecuentado es un atractivo más.

Sí. A mí me interesaba hablar de esas cosas. No solo eso: se puede –de otra manera, salvando las distancias- trazar un paralelo y llamar la atención sobre lo que estamos viviendo y lo que podemos volver a vivir. No en términos de esa violencia, tal vez. Pero económicamente el plan es el mismo. Hoy no se recurre a los militares: se recurre a los medios.

-Empieza con una situación en un bar donde tu personaje –un abogado- parece que es víctima de un atropello. No se sabe bien qué pasa.

Allí larga un discurso y se percibe que es un ser especial. Todo eso que le dice acerca de que es un pobre resentido y que no va a mejorar porque es así, es una metáfora de “las cosas son así y no van a cambiar”. “Usted nació pobre, se va a morir pobre, jodasé. Y yo ocupo otro lugar en la sociedad y solo porque soy un abogado usted me merece respeto. Soy una persona de bien y usted no”. Esto es: al statu quo hay que dejarlo tal como está. No se puede alterar. La sociedad civil no lo permitió. Es la visión que yo tengo: esa sociedad usó a los militares como mano de obra, para llevar a cabo el plan.

-Una herramienta, digamos.

Exactamente. Ahora las herramientas cambiaron. Ahora no se necesita meterte preso, ni matarte, ni desaparecerte. Bueno…esto último con pinzas. Pero igual te manipulan, y permiten que se vuelva a llevar adelante el plan económico.

-Te trajo reminiscencias de cosas que recibías de adolescente.

Mi viejo era sindicalista de la Junta de Granos y yo tenía amigos más grandes que iban a la universidad. En el año 76 ya había empezado a hacer teatro en Rosario. Nunca vi una dimensión de la que después supimos…pero existía ese climete. Había quienes escondían para no comprometerte. Aquellos que sabían y no te querían hacer saber para cuidarte. Era una época horrible, donde por cualquier motivo todos escondíamos.

-Desde esas vivencias construiste el personaje.

Desde esa cosa ladina. El personaje es uno que se aprovecha de la situación. Que tal vez no hizo nada para que esas cosas ocurrieran, pero ante esa realidad no acciona. Y por omisión se aprovecha. No muestra una carta. Esconde todo, no dice nada. Escucha. Salvo ese largo párrafo que le larga al principio al otro, su discurso no es claro en cuanto a qué ideología tiene, qué pensamiento. Esa clase media acomodada fue cómplice, y no solo eso: fue partícipe necesario.

-Otro tema interesante es si bien está plantada en un contexto histórico determinado, la película no baja línea. No es una película política.

No. No es “ahora te voy a contar para que vos veas”. No, no. Me preocupa mucho como ciudadano que la gente no esté del todo atenta. En ese sentido espero que la película sirva para eso.

-¿Se la puede ver como un thriller?

Si, es una de suspenso. Aquel que no es argentino (o que no sabe lo que ocurría en esa época) puede disfrutarla igual. Esto me decía Benjamín de gente que la vio en Toronto, y que sin saber la situación, igual la disfrutó mucho. Allí fue muy apreciada por la crítica.

-También hay quienes puedan decir “otra película sobre la represión”.

Cuando se dice eso yo me pregunto: ¿otra? ¿Cuántas fueron? Es lógico que lo digan y no me sorprendería que lo dijeran. A la vista de lo que se ha votado… es normal que se diga eso. Es una película que cuenta cosas afines a los ciudadanos.

-¿Con cierto componente fantástico?

Lo tenía en unas versiones anteriores del guión. Había unos personajes que no se sabía quiénes eran y que no quedaron en la versión final. Sí tiene (sobre todo, de la mano del personaje de Alfredo) una cosa histriónica que tienen estos tipos, de ubicarse por encima de los simples mortales y señalar el camino (de la fe, en este caso). Y tiene mucha cosa simbólica: el gran logro de la película es poder hablar de eso sin bajar línea.

 

Julia Montesoro

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