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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Eduardo Raspo terminó el rodaje de «Dos manzanas», crónica de 1833 del encuentro ficticio entre Charles Darwin y Juan Manuel de Rosas

En los últimos días de diciembre, Eduardo Raspo finalizó el rodaje de Dos manzanas, crónica de un encuentro ficticio entre el naturalista Charles Darwin y Juan Manuel de Rosas, ambientado en 1833 y protagonizado por Diego Cremonesi (Rosas), Martín Slipak (Darwin), Luis Ziembrowski (ilustrador), Pepe Monje (el otro), Oski Guzmán (Peque) y Pilar Boyle (Cautiva). Las secuencias ilustradas pertenecen a Carlos Masoch.

En diciembre último, Raspo estrenó Expuesta, documental que sacó a la luz el extraordinario archivo fotográfico de Andy Cherniavsky, con producción de Zarlek Producciones (Luis A. Sartor).

Dos manzanas, con producción de Bellasombra Cine (Maxi Dubois y Guadalupe Yepes), es una hipótesis desmesurada y necesariamente falaz de ese encuentro fugaz.

Entre 1832 y 1834, con escasos 22 años, el entonces ignoto naturalista inglés Charles Darwin, visitó la Argentina acompañando la expedición del bergantín Beagle.

El viaje, de vital importancia para sus posteriores elaboraciones teóricas, le permitió una entrevista con el ya célebre Juan Manuel de Rosas, quien comandaba entonces una campaña contra el infiel, en el crítico período que separó sus dos administraciones.

Darwin viaja impulsado por el fervor de su curiosidad y una frágil convicción religiosa. La desproporcionada y salvaje naturaleza sudamericana lo deslumbra y en ocasiones lo aterra; ha encontrado especímenes inimaginables en el Brasil y rastros de animales prehistóricos en las inmediaciones del Pehuen Có en la provincia de Buenos Aires.

En ese mismo tiempo, el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas ha dejado atrás su primera administración y se concentra al sur de la provincia de Buenos Aires en su campaña contra el infiel. Desde la capital le reclaman para que asuma nuevamente sus funciones, atentos a la disgregación y la anarquía que parecen haber ganado a la incipiente Confederación Argentina.

Más allá de Buenos Aires, la denominada frontera es un espacio de transición; militares, hacendados, bandidos, matreros, impostores, indios, exploradores y naturalistas se someten a reglas no escritas de supervivencia, nada tiene un color determinado, y nadie puede definir el bando al que pertenecen.

El joven Darwin viaja con unas inútiles cartas de recomendación destinadas al Brigadier que le facilitarán su tránsito en el territorio todavía hostil, y con un experimentado ilustrador de carácter díscolo y mala bebida. Es recibido por Don Juan Manuel en un fantasmal campamento suspendido y olvidado en el desierto.

Un campamento aislado, en el múltiple desierto pampeano, es también un ensayo de una forma de vida que se supone prehistórica. Un espacio en donde las sombras cobran vida y la soledad del naturalista representa a los ojos del mundo para describir el paisaje como si fuera su primer observador: crea la ilusión de que en ese instante solitario existe la posibilidad de preservar para siempre esa mirada original, como si el reconocimiento de la zona lo transformara en su testigo más antiguo.

La sombra de Rosas, la sombra agigantada del Megaterio, las sombras siempre escurridizas del campamento y la larga sombra de los fantasmas de cada uno cobran vida proyectadas sobre las paredes de lonas de este espacio a veces concreto, a veces onírico y siempre alucinado que es una carpa solitaria en medio del desierto.

Una larga noche de ensueño los reúne en la carpa, allí el hombre más poderoso de América al sur del Ecuador, y el desconocido explorador nacido al norte de Greenwich, deberán, aunque al momento lo ignoran, tomar una determinación que cambiará no solo sus vidas sino la de todos aquellos que los rodean.

Raspo definió el proyecto de esta forma: “Corre el año 1832, los últimos confines del mundo están siendo dibujados, en la América Meridional las diversas patrias pugnan por establecer un límite a sus aspiraciones. La superstición se disputa también con la ciencia el vasto territorio que suponen le es propio. En una confrontación que suena a juicio, Rosas indaga sobre los motivos que impulsan a Darwin a transitar esas tierras, y de alguna forma intenta saber cuál es su propio camino de cara al futuro. Dos Manzanas explican el mundo, aquella que dio origen al pecado original y la que circunstancialmente cayera de un árbol ante la mirada distraída de un observador. En algún momento toda persona debe optar por alguna de ellas”.

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