Upa! Una primavera en Atenas, de Tamae Garateguy, Santiago Giralt y Camila Toker, inaugura el martes 1 la 26a. edición del BAFICI, que se llevará a cabo hasta el domingo 13. Es el estreno mundial de la cuarta película de una saga iniciada en 2007, que a lo largo del tiempo se lanzó en distintas ediciones del Festival Internacional de Cine de Buenos Aires.
En esta versión, que vira hacia el musical, hay una potente referencia a la coyuntura sociopolítica. Tras el recorte del apoyo a las artes en Argentina, una productora sin dinero, una actriz cancelada y un cineasta deprimido se reúnen para explorar un musical sobre Medea. Junto a una actriz noruega convertida en directora, viajan al Peloponeso, donde resurgen viejos rencores.
Además de la apertura, hay funciones programadas el miércoles 2 (Cine Teatro Alvear, 13 hs.), el sábado 5 (Sala 1 – Cinépolis, 23 hs.) y el martes 8 (Cine Gaumont, 18.40 hs.).
-Casi dos décadas después, la saga UPA y el BAFICI vuelven a estrechar sus nombres. ¿Qué cuenta esta cuarta versión, con qué se va a encontrar el público baficero?
Santiago: Por un lado, es un musical. Tiene las canciones como un elemento nuevo: los personajes expresarán sus estados en canciones. Por otro lado, está filmada principalmente en Atenas. Es la primera de UPA filmada en su mayor parte fuera de Argentina.
Está hablada en inglés y en español, algo que en las UPA anteriores también estuvo. Y vuelve al origen, al reencuentro de estos tres personajes (más que eso, tres personajas; con Fernando está en su rol de Pina, Nina y Ailén) más Hildegunn Waerness, la noruega de la primera UPA.
Camila: A partir de este contexto tremendo que estamos viviendo en el país, los tres personajes buscan una salida a su actividad que acá parece imposible; no solamente por falta de financiación, sino además violentada. Entonces se van a Atenas, un poco al rescate de Pina, otro tanto a ver qué hacen. Ahí entonces aparece la noruega como una posible salvación desde Europa.
Tamae: ¡Ahí no spoileamos más! Porque pasan cosas, como siempre pasan en UPA con estos tres personajes que siempre están estallados, emocionalmente desbordados. Esta no va a ser la excepción.
Santiago: Volviendo a lo que decía Cami, el motor de esta película fue la frustración y la marginalización en el discurso del poder contra los artistas. Nos parecía que nuestra manera de responder siempre es haciendo una película. Cada una de las UPA tuvo un ángel espiritual que la lanzó al mundo de una manera misteriosa. En esta fue Cami la que terminó de darle forma. Las chicas iban a un pitch en Bruselas y hubo un momento en que apareció una ventana con un empuje externo que nos dio la posibilidad de hacerlo. Era el momento justo.
Como nos pasó con la pandemia, estábamos tan atravesados por el avance del discurso de odio contra el arte de los artistas, contra las instituciones que resguardan nuestros libros, obras de teatro, música, películas, que en carne viva salimos a hacer estos tres personajes. Siempre fue nuestra manera de exorcizar.
-Aquella primera versión de UPA estaba signada por la urgencia de filmar. ¿Cuál es el secreto para mantener la energía creativa después de 18 años?
Camila: El secreto es que siempre tenemos urgencia y que siempre el contexto nos juega en contra. En algún punto, a esta altura y siendo la cuarta edición, nos dimos cuenta que siempre tuvo que ver con algo de crónica de las diferentes épocas. Para los personajes como para nuestra generación, y también en los contextos sociopolíticos de la industria que teníamos para filmar.
Cada una de las películas describe esos contextos y personajes que fueron usados para exorcizar esta imposibilidad. También para poner el cuerpo y reírnos de estas situaciones y personajes. Nos ponemos adelante para poder hacer humor con nosotros mismos.
Tamae: Creo que tiene una relación directa con UPA 1. Volvimos a ser completamente despiadados con nosotros mismos; con nosotros como generación -como dijo Cami- y como colectivo de artistas y cineastas. UPA siempre fue queer. Entonces, de una manera, estaban todos los guantes ahí para tomar esto. Me parece que lo que tiene de bueno esta versión es que picamos alto cuando nos ponemos como carne de cañón. Acá no somos jóvenes y nos reímos de nosotros mismos.
Camila: Ahora somos viejos que nos reímos de nosotros mismos (Risas).
Tamae: Lo rebelde es ser despiadados ahora, en este momento, con nosotros mismos. Poner el cuerpo. Lo ponemos literal: no es una manera de decir.
–Aquella primera versión hablaba de los problemas con los que se encuentra un grupo de personas cuando quieren hacer una película argentina. ¿Qué cambió en estos 18 años? ¿Cuál es el secreto para mantener la energía creativa?
Camila: Entre la primera y la segunda estuvimos peleados a muerte, como profecía autocumplida de la primera UPA. Pero cuando nos volvimos a juntar, había algo que sonaba entre los tres como si fuera una banda de rock, algo armónico, un sonido propio. Nos pasa eso cada vez que nos juntamos. Siempre pensamos en los proyectos como la suma de las tres ideas. Sumando desde lo colectivo. Tenemos un humor que compartimos y eso hace que sonemos como lo hacemos, pero nosotros también lo descubrimos cuando nos volvimos a juntar. Además, más allá de que cada uno hace sus propias producciones, que distan más o menos de UPA, este es un lugar de juegos, desquite, improvisación, exploración y experimentación.
Santiago: Le quiero sumar a eso el aspecto vital de ser familia. Veinte años más tarde hay confianza de todas las experiencias, de todas las reuniones que no son creativas… A veces uno llega roto, el otro brillante, el otro medio descajetado. En este caso, cuando Camila hace el llamado para salir a hacer esta película, no era mi momento exacto en un sentido organizativo. Pero era un llamado de la familia. Vivimos juntos: Hemos compartidos espacios, viajes, autos… Excepto en la UPA segunda parte, no habíamos tenido esa experiencia: nos juntábamos, filmábamos y cada uno se iba a dormir a su casa.
-¿Qué los sorprendió de esta experiencia de convivencia en rodaje?
Santiago: Por el proceso que tuvo, por el resultado de la edición final, me quedé muy sorprendido con las preguntas que nos habíamos planteado dramáticamente sin darnos cuenta. Fue tan embrujado el proceso, tan griego, que hubo algo del proceso donde estábamos tomados. Llevábamos ropa de los personajes encima en el auto. Siempre había posibilidades de que surgieran cosas. Se trabajó hasta durmiendo. Lo que quiero decir era un proceso de…
-Estaban en trance, digamos.
Tamae / Camila: ¡Estábamos en trance!
Tamae: De hecho, cuando mirábamos material en el momento de la edición, nos preguntábamos cuándo habíamos hecho o dicho eso. Todo cuajaba todo, colaboraba, contaba.
Camila: Como también nos pasaba que a veces nos olvidábamos de prender la cámara porque estamos en una. Hay veces que filmamos más de lo que pensamos y otras que no filmamos lo que sí pensamos (Risas).
Tamae: Nos pasó de filmar (gestos de comillas con los dedos) en nuestras mentes. Que es cuando estamos actuando y haciendo una escena, pero con la cámara apagada.
Santiago: Después preguntábamos quién bajaba el material o quién tenía la cámara.
Tamae: O frenar todo para avisar que tenemos que encender la cámara y repetir la escena que hicimos.
Santiago: Hay un momento muy hermoso, intransferible, que alguna vez habría que filmar: cuando hacemos las listas y el guion del día a la mañana mientras desayunamos.
Tamae: A casi 20 años, los personajes ya hablan solos. Nos conocemos muchísimo. Los tres tenemos una dinámica en escena que conocemos y nos retroalimentamos. Sabemos cuáles son los lugares a los que los personajes van. La novedad de esta versión es lo musical.
-¿Quién canta?
Camila: ¡Todos!
Tamae: «¿Vos cantás?», como le decís a Nina (Risas).
Camila: Derribado todos los prejuicios: hemos saltado por encima del pudor y nos expusimos.
Santiago: Me encanta que después de tantos años UPA es como la autoficción de nuestras propias vidas. Lo que me gusta de mi personaje es que se aleja de quién soy. Eso me vuelve muy divertido, ya que voy con todos mis terrores y mi locura. Este personaje es una ventana a muchas cosas. Y sé que detrás de eso están los ojos de ellas, que saben cómo seguir. Hay algo muy interno.
-En esta versión de la saga reaparece Hindegunn, la cuarta protagonista.
Santiago: Se lanzó a ciegas con consignas que le dimos y las cumplió mejor que nosotros.
Camila: Es increíble que haya entrado en nuestro caos con tanta alegría. No solo tuvo la mejor disposición, sino también la alegría. Después de 20 años, al retornar se tiró a la pileta y entró en código muy rápido.
-¿Cómo volvieron a encontrarse con ella?
Santiago: Un año antes yo estaba en una playita de la Isla de Creta, en Grecia, con unos amigos. Ella estaba a nueve kilómetros. Nos encontramos y como íbamos a ir a una playa muy remota, filmamos una escena por si surgía una nueva UPA. La edité y se las mandé a las chicas. Es un pedacito de esa semillita que después creció. Nos reencontramos por casualidad, pero vimos la predisposición que tenía ella para sumarse. La convocamos el año siguiente y le dijimos que en tres semanas tenía que volar de Atenas a Noruega. Y trajo hasta el vestuario.
Tamae: Hizo el vestuario y parte de la música.
Santiago: Hasta usamos una cámara subacuática. Y drones.
Camila: El cine es mentira. Y el cine que nosotros hacemos es mentir. Todo lo que pudimos mentir con nuestro presupuesto, lo hicimos. Y se ve muy bien además.
-UPA rescata (o recupera, o revaloriza) el concepto de la parodia, un subgénero no siempre tan presente en las filmografías. ¿Es un desprendimiento de sus personalidades o simplemente, un recurso narrativo?
Tamae: Ambas cosas.
Camila: Lo encontramos a partir del desprendimiento de nosotros mismos y hallamos en eso un código narrativo para explorar. Lo teníamos en común y tiene que ver con el tipo de humor que tenemos cuando nos juntamos. Esto que Santi dice, que me encanta, sobre la familia que elegimos. A partir de eso generamos un código narrativo.
Algo que empezó en la uno, vinculado a la improvisación y el caos porque fue la primera para todos y no sabíamos hacerlo de otra manera, después se convirtió en un recurso estético y narrativo. Hay algo de eso que ya es elegido, que no tiene que ver con si tenemos dinero o no para producir sino con una manera de ver y contar y que nosotros desarrollamos como estética. Y con este humor con el que nosotros trabajamos.
Santiago: Pensaba en nuestras premisas que son comedia e improvisación. Nosotros no guionamos. Se entra a la escena como un campo de improvisación. A veces nos sale de una y nos encanta y otras hay que hacer un par de cosas. Inclusive filmamos de más para después ver qué queda. La comedia es la referencia rectora. La autoparodia forma parte de una investigación que lleva muchos años. A esta UPA le sumamos el canto. Este es nuestro modelo no ordenado de producción. La autoficción nos va separando de las personas reales que éramos cuando empezamos. Nuestras conversaciones UPA siempre están en el medio. Y pensamos cómo van a ser nuestros personajes en las próxima UPA.
Camila: Siempre soñamos con la próxima UPA.
-En ese modelo de producción, ¿qué temas surgieron en el camino para explorar?
Santiago: Aparecieron temas urgentes, como el ataque de este Gobierno a nuestras condiciones de vida, así como con nosotros como sujetos sexuales-sensuales: se meten en nuestras camas, en nuestros trabajos, con nuestras ideas. ¡Nos están atacando por todos los wines! La película es una respuesta a eso.
Camila: Es una respuesta desde la urgencia y también como una manera de resistencia también. La forma en que nos expresamos es a través de películas. Desafiamos estos preceptos fascistas haciendo una película que hablara de eso, en la que nuestros personajes pueden pelearse con eso.
-¿La parodia es también una toma de posición política?
Tamae: ¡Claro!
Camila: ¡Siempre!
Santiago: Me gusta volver mucho a la idea aristotélica de qué diferencia a los héroes de la tragedia como hombres mejores que lo normal, dispuestos a desafiar a los dioses, a desafiar a la Ley. Y por otro lado, los héroes de la comedia como hombres peores de lo normal: viendo cómo zafar de la situación, sin asumir el rol que le dio el Dios. En ese tipo de humanidades nosotros hacemos que nuestros personajes cobren vida.
-¿UPA genera cosas no deseadas o no concientes?
Santiago: Es un sistema muy duro llegar a que una película se concrete. Se canalizan otras cosas. Afecta la psiquis, la salud mental, el dinero, la economía. Me acuerdo de la madre de Mariano Llinás, en una proyección de la UPA 1, saliendo del Malba, nos miró y nos dijo: «Ahora entiendo por qué mi hijo está a veces tan nervioso». En esa UPA había algo de pedagógico.
Camila: Otros nos dijeron: «Ahora entiendo por qué mi hijo se llevaba la lámpara de casa». O el sillón (Risas).
Tamae: Una chica, asistente mía de dirección, me dijo que UPA le había salvado la vida porque la madre, después de ver la película, le dejaba un plato de comida al volver de rodaje. Ella pensaba que estaba en las drogas porque desaparecía a la noche y se llevaba cosas (Risas).
Sabemos que a veces no caemos simpáticos porque somos despiadados. Tenemos una mirada de nosotros mismos como colectivo, como gente del arte, de la cultura y no somos condescendientes. No somos paródicos light.
-¿Qué significado le dan a ser la película inaugural del BAFICI?
Santiago: Es hermoso. Nosotros lo deseábamos, pero no lo habíamos pedido. Solamente dijimos que no queríamos competir. Nuestro proceso empezó hace 20 años, en un semillero, en noviembre del 2005. Y nuestro recorrido tuvo mucho que ver con el ritmo del BAFICI. Hicimos la segunda película porque Marcelo Panozzo nos dijo que se quedaba un año más como director del BAFICI si hacíamos otra. Nos reconciliamos rápidamente y lo hicimos. Lo mismo con la pandemia: estrenamos la tercera en el BAFICI, sin vacunas y al aire libre.
Tamae: Los directores del BAFICI fueron y son claves para la historia de UPA: Fernando Peña, Marcelo Panozzo y Javier Porta Fouz. Peña inclusive conservó la copia en 35 mm. de UPA 1.
-¿Se dicen a ustedes mismos “Una más y no jodemos más”? ¿O todavía tienen más conejos para sacar de la galera?
Camila: Toda la vida vamos a hacer UPA. Hace unos días pasé por la DAC y uno me tiró una idea para la próxima. Siempre va haber una nueva y distinta. Nos pasó mucho eso a lo largo del tiempo. Así como también algunos contemporáneos nos detestaron, pero después se acostumbraron y hasta te diría que nos quieren. Entre las películas siempre aparecía alguien que te decía que tenía una escena muy UPA que tendríamos que filmar. Mientras funcione esta familia y esta idea creativa colectiva, ideas no nos van a faltar. También porque va pasando el tiempo y nuestros personajes sufren de otras cosas.
Santiago: También porque hemos metido la vida real en cada película. Fernando en la 3 tiene un hijo, que es el hijo de Cami en la vida real. Pero el hijo de Cami no quedó del todo contento con lo que hizo y quiere hacer otra. Hay factores que van a hacer que sigamos, para seguir explorando a estos personajes. Ya hasta he tenido la fantasía de que haya flashbacks a cuando tenían 20 años -no 27 como cuando nos conocimos-, pero que sean otros actores (Risas).
-La pulsión vital por seguir filmando y creando sigue intacta.
Santiago. Sí. Hay una parte de UPA al principio que parecía una afrenta a los modelos más clásicos de producción. En realidad, no nos gusta decir que una película no necesita recursos: sí, se necesitan. Decimos, eso sí, que más allá de los recursos hay una poética que quiere expresarse audiovisualmente. Tenemos un capital simbólico que son los años de trabajo. Eso es parte de lo que hace que una película se vea y se sienta distintiva. Pero no es un desafío contra la posibilidad de tener más. Claro que nos encantaría tener plata para poder ajustar todo y mejorar los sueldos. De hecho, nos acompañan grandes técnicos, como Andrés Tambornino (edición), Fernando Tur (música) o Juan Manuel Casolati (colorista), entre otros.
Camila: En este momento que está tan vapuleada la idea de la financiación desde el INCAA, vale aclarar que nosotros nunca funcionamos como opuestos a eso. Al contrario, creemos que es muy importante que existan políticas culturales y de subsidio a nuestra industria. La idea de poder filmar cine independiente (o del independentismo, que es esto de UPA), es que vamos a hacerlo igual, tengamos o no recursos. No vamos contra la formalidad de la producción, sino más allá de que exista. En otro momento no teníamos por qué aclararlo, es una obviedad. Pero en este contexto es importante decirlo.
Julia Montesoro